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tannhauser

Ángeles de alas sucias

El día sucedió al día, y digo "el día" en lugar de "un día" porque fue como si lo conociese de siempre, desde canijo, como si cada maldito día estuviese siendo el mismo maldito día; como visitar la taza con prisas y cagándote; como rascarte el culo por debajo del pijama, recién levantado, camino del lavabo; o masticar pan, contarte las arrugas ante el espejo, darle sorbos a un café siempre peor que la propia vida... Siempre igual y siempre lo mismo; nada de temerario o luminoso en todo ello. Sólo veinticuatro horas más lejos de todo y de todos. Veinticuatro más acá del umbral que arruinará a todos los cerrajeros. Y ocurre que al escucharme así: "El día sucedió al día", me dije, y acto seguido me puse hecho una furia y me quise matar. Las manos convertidas en garras que hubiesen oscurecido de envidia a las grandes águilas. "Morirás, morirás, ¡morirás!", me susurré al oído, emprendiendo la carrera en pos de mi sombra en plan basilisco, rojo de rabia. Eché a correr al instante, preventivo, abusando del reptil instinto, y salí por piernas. Me dejé allí, plantado en mitad de una nada terrosa y con olor a espermicida, las manos en garfio buscando la presa perdida en su propio cerebro —que era el mío también—, enterito él —enterito yo— copado de enajenaciones. Sí, me dije, "la diñaré", no te preocupes... un día de estos... Y a partir de ahí nada más, salvo que desaparezco: siempre se le espera a uno en algún lugar.

 

2 comentarios

Hombre Pustular -

Ah, el molino cotidiando donde se nos desmiga el cráneo. Harina fina, oiga...

Debo confesarlo: yo me rasco los esfínteres por encima del pijama, telita mediante, por aquello de que las lombrices no me pongan huevos en las huellas digitales y los ácaros cobijados en mis uñas no me invadan la cloaca.

cuvric -

Efectivamente, camarada, usted la diñará, no le quepa la menor duda. Ahora bien, en el interín, eufemísticamente llamado vida, le exhorto a que se pliegue ante los sirénicos cantos de vicios, gozos y bacos varios. Y, por supuesto, a seguir en este lodazal cibernético, golepeándonos con su prosopopeya.