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LA CIUDAD DEL PECADO

<strong>LA CIUDAD DEL PECADO</strong> Tras el trabajo de encargo que supuso su estreno en la larga distancia, "Alien 3", "Seven" supuso para su director, David Fincher, el despegue definitivo hacia el estatus de realizador estrella, alcanzando más tarde el de director de culto con sus posteriores trabajos, “The Game” y "El Club de la Lucha". Tras la tibia acogida de su última película estrenada hasta ahora, "La Habitación del Pánico", cabe esperar que con su próximo film, la adaptación de una de las mejores novelas de Arthur C. CLarke, "Cita con Rama", el realizador vuelva a estar en boca de todos los amantes de las historias oscuras de diseño.

Fincher es uno de esos directores capaces de articular una historia atractiva dentro de un envoltorio claramente comercial, muy del gusto del gran público y de los productores, y a la vez intentar edificar película a película su particular universo narrativo, decididamente imbuido en las sombras de un existencialismo oscuro y decadente. Esto, aunque presente en todas sus cintas, se hace patente sobre todo en "Seven", "The Game" y "El Club de la Lucha", que, juntas, parecen mostrarse como un tríptico tanto a nivel significativo como formal, todo y que, en algunas ocasiones, su excesivo efectismo o alguna que otra flaqueza de guión desvirtuen en cierta medida el conjunto. En estas historias, Fincher nos sumerge en las tinieblas de un mundo esencialmente nocturno, cerrado y opresivo, en el que el ser humano, el individuo solo, asfixiado, llevado al extremo de sus posibilidades por el resto de la masa social, que se ha tornado incomprensible e insoportable, se ve en la obligación de huir hacia los abismos de la locura asesina -Seven-, la alucinación permanente -The Game-, o la esquizofrenia irreversible -El Club de la Lucha-.

"Seven" es, con diferencia, la mejor en este conjunto, un thriller que, recogiendo el testigo dejado por la exqusita "El Silencio de los Corderos" de Jonathan Demme, añade un icono más a la legendaria lista de asesinos en serie fílmicos y literarios, esta vez, cargando las tintas en los elementos alegóricos y nihilistas. No obstante, lo que hace particularmente atractivo el film no son, como cabría suponer, esos asesinatos rituales más o menos rebuscados en su concepción, ni siquiera la inquietante figura de ese Kevin Spacey transfigurado en inteligente y frío, también condenado, serial killer, sino que, antes bien, su mayor originalidad y acierto estriban en la conseguidísima atmósfera malsana que sirve de escenario a toda la historia. Este es el verdadero protagonista de "Seven", esa ciudad cuyo nombre desconocemos precisamente porque da igual el nombre, porque podría pasar en cualquiera, porque de hecho, tal vez ya está pasando en muchas de ellas. Esa ciudad en la que mueren y malviven miles de personas cada día, y que es la madre putativa de ese John Doe a medio camino entre el mesianismo terminal y el iluminismo enajenado; un asesino que se antoja ambivalentemente repugnante y atractivo tanto por su salvaje crueldad como por la cruda inteligencia con la que acomete sus actos, y que es símbolo inequívoco de que si la sociedad actual es capaz de crear tipos como él, es porque algo no funciona bien en el hombre, que algo se ha roto en nuestras mentes y nuestros corazones, y que, quizá, el ser humano está dejando de ser humano para convertirse en un ser vivo de aspiraciones y motivaciones desconocidas y terribles.

Esa misma ciudad oscura, corrupta y decadente, en la que el policía mayor tiene que ayudarse de un metrónomo para aliviar su extrema angustia, y no tener que escuchar los gritos y aullidos de la urbe en medio de la noche. Esa ciudad que muere y se pudre más cada segundo transcurrido, y en la que un policía joven tiene que alimentarse de su rabia para poder seguir respirando en un mundo cuya comprensión se le escapa. Esa ciudad, en definitiva, en la que siempre llueve –como lo hacía en Los Ángeles de "Blade Runner"-, eternamente, tal vez en un intento de limpiar con el agua sus indescriptibles crímenes, de purgar con el líquido elemento todos sus pecados, que no son sino los de todas las almas que la habitan.

Quizá por eso en la escena final, en pleno desierto, ya no llueve y las tinieblas y la oscuridad de las calles pecaminosas se ha cambiado por los tonos anaranjados, tirando a rojos... porque puede que los personajes de esta historia hayan ya purgado todos sus pecados y aun así el agua de lluvia no pudo llevárselos consigo, y el destino que les espera no es más que el rojo y las llamas desérticas del infierno.

Ya no existe, pues, salida al paraíso para la humanidad, su destino es el purgatorio líquido y sombrío de la ciudad o el infierno desolado de la llanura y la muerte. Fincher condena a la humanidad o simplemente se limita a reflejar su pensamiento de que ésta hace tiempo que se condenó a sí misma. Por esto, "Seven" es más que otra historia de asesinos en serie... es también el fresco, pintado en sombras ocres, secos grises, de nuestro vago y silencioso principio del fin.

© JIP

Este texto es la ampliación del que, en su día, publiqué en Livra bajo el nick de
LEVIATHAN

5 comentarios

ana lis -

ta lindo y misterioso

JIP -

Gracias por vuestros comentarios. A mi jucio "Seven" es con "El club de la lucha", lo mejor de Fincher. "La habitación del pánico" tendría que revisionarla, Bango, pero mi primera impresión no fue demasiado buena... De todos modos, tras demostrar gran valñia en el thriller, veremos qué tal se le da la ciencia ficción dura de Clarke...

J.P. Bango -

Sería una gran noticia para el Cine (y para el Cine de Fincher en particular) que el propio director hubiera sido consciente, mientras la rodaba, de los numerosos elementos supraargumentales que destacas, brillantemente, en el post.

Yo voy más allá, y encuentro parecidos alicientes en la génesis argumental de La habitación del Pánico (convertido por desgracia y capricho de la audiencia en un rutinario pero vibrante thriller claustrófico).

Un Saludo.

José C. -

Muy buena la observación. Muchos no reparan en la geografía de las historias yanquis, que tienen mucho que decir.

Pedro -

Seven es apasionante, en efecto. Yo llegué a querer ser Somerset y poder leer TODO el diario de John Doe para ver qué decía. No sé si eso es bueno o malo :D