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tannhauser

GRANJA DE LOCOS (BOUTADE DE SOBREMESA)

Es una de esas, cómo las llaman, granjas, es decir, una extraña simbiosis entre panadería y cafetería en la que, a falta de poder ponerte tibio a carajillos, sí puedes, por contra, embotarte las arterias a base de la más fina, rica y diversa bollería.

No me gusta ese tipo de sitios, suelen estar a reventar de mujeres mayores y cuchicheantes, con sus enormes gafas de pasta, sus rizosas y teñidas permanentes, marujeando todo el rato, cloqueando, como gallinas… en una granja… ¡Perfecto! Cómo era aquello… “Gallina vieja hace buen caldo”... ¡Jodido refranero popular!… El caso es que tengo el mono, necesito un café, pero ya, ipsofácticamente, vaya...

De modo que entro, es un corral pequeño, las mesas están todas ocupadas, la mayoría por gallinas con permanente, cloqueando, cloqueando, hasta llenarlo todo de un rumor vulgar y ensordecedor. Hay un par de estudiantes al fondo, quiero decir estudiantas, pero demasiado al fondo, demasiado lejos del olor a cafetera…

Tomo asiento en la barra y espero mi turno:

- Me pones un café con leche descafeinado de máquina, por favor.
- ¡Bufff! Eso es terriblemente pedante…

Perplejidad…

- ¿¡Perdón!?
- Que es pedante, lo que me has pedido… Mucho…

Joder…

- Perdona, pero no te comprendo. Yo sólo quiero un café…
- …Terriblemente pedante, lo sé… Casi tanto como pedir un Trinaranjus de Maracuyá…

¡¿Qué está pasando?!...

Miro alrededor. Cara de póker, es decir, de mal jugador de póker. ¿Cámaras ocultas? ¿Bromazo? No es diciembre, ni veintiocho, ni mi cumpleaños… Nada sospechoso en lontananza. Vuelvo la vista, y ahí está, mirándome fijamente, sonriendo… no, riéndose, de mí, no conmigo, ¡eso por descontado! Ojos verdes, muy verdes, bonita de verdad, ¿rubia?, eso parece, lleva el pelo recogido bajo una inmensa gorra de panadera, como de panadera es el resto de su uniforme. Una panadera que no sólo no hace pan, sino que no quiere servirme el maldito café con leche descafeinado de máquina… y se está riendo de mí, no conmigo, ¡faltaba más!...

- Muy graciosa tú, oyes… pero… ¿me lo vas a poner o no?
- Tú verás… si te gusta ser pedante…

Rojo como tomate. Más perplejidad. ¿Más aún? Sí, más. Joder. Se te está riendo en la cara. ¡Sin duda!, pero… es una bonita sonrisa, no crees… ¡A tu costa!... ¡¿Qué?!... Yo todavía no he soltado un duro… No, imbécil… hablo de tu orgullo… ¡Ah, sí!, cierto, ¡ciertísimo!... Y si te digo que me traigas el libro de reclamaciones… y si te digo que quiero hablar con tu encargado, eh, monina, entonces qué… ¿también te parecerá eso pedante?...

- Esto… ¿Me das tú teléfono?...

¿¡Pero qué haces?! ¡Desgraciado! ¡Insensato!... ¡GIILIPOLLAS!... No he podido evitarlo, ha sido como sin querer… Ahora sí que se va a reír a gusto… ¡Se van a reír!... porque ésa te ha oído, y la de al lado también, escucha, escucha cómo cloquean… Joder, sí, mierda… pero es que me ha hecho algo, fijo, hipnotizado o algo así, has visto bien esa sonrisa; ¡es mesmerizante!... ¿¡Mesmerizante?! Tú lo que tienes es una tontería encima que no te la aguantas, tú necesitas un buen par de hostias, chaval… Por qué no para de mirarme fijamente, y de sonreír, y de llamarme pedante… ¿Qué le costaba ponerme el dichoso café?... Si no fuese por esa sonrisa ya la había mandado a la mierda…

- Por supuesto que no… no me atraen los pedantes…

Y se va, hacia la máquina de café, sonriendo, es decir, riéndose, de mí, claro… Las dos gallinas no se ríen, cloquean y me miran, luego la miran a ella, y vuelven a cloquear. ¡Que les den!, pienso... ¡Qué malo!, con chistes así no me extraña que se reían de ti, capullín… Que te den pienso a ti también, a ver si así te callas… Ya vuelve con el café, me lo sirve.

- Uno con diez…

Pago. Va hacia la registradora. Miro el café, me sumerjo en él como en un abismo. Me siento totalmente fuera de juego. Todavía se le ve la rechifla en el rostro cuando vuelve con el cambio, y aun así está bonita. Esto no puede ser justo. Exijo la repetición del partido… que alguien rebobine la cinta, ¡pero ya!...

- Sabes… tu forma de atenderme ha sido Terriblemente Impertinente . Aunque no me des el teléfono, creo que merezco al menos que me digas tu nombre…

- Tal vez… pero nadie dijo que la vida fuese justa. Quizá deberías rezar para que la próxima vez que nos escriban, el Altísimo esté de mejor humor… y además, yo acabo ya mi turno, y tengo mucha prisa… Así que adiós… disfruta tu café... ¡Ciao!...

Y se va de nuevo, esta vez hacia una puerta interior, y luego desaparece tras ella. Desaparecen las dos, ella y su sonrisa, y yo me quedo a solas con mi café intacto y las dos gallinas, cloqueando, tal vez todavía de mí y de ella, de los dos… que les den… a las dos. Miro arriba, no veo ningún bolígrafo, ninguna estilográfica, tampoco manos tecleando letras invisibles, sólo está el techo, bastante sucio, por cierto. Aquí estoy, bien jodido, ¡¡¡buscando escritores en el techo, escribiéndome!!! Dicen que la tendencia a la literalidad es un rasgo esquizoide, y yo me he pasado la mayor parte de este relato hablando conmigo mismo, es decir con un yo mismo que no era yo, un otro yo que no era yo, eso lo tengo más que claro, entre otras cosas porque no paraba de meterse conmigo, el muy cerdo, y eso es algo que no suelo hacerme… Así que no sé si me han escrito o no, o si me estoy volviendo loco. Pienso que tal vez estoy durmiendo todavía, que no me he despertado; que, un día más, voy a llegar tarde al trabajo y estoy empezando a ganarme a pulso que me echen a la calle de una vez. De ser así, me gustaría despegar los ojos ahora mismo, y ver si esta granja existe tal que así, como ahora la veo, y en ella trabaja una chica como ella, con esa misma increíble y preciosa sonrisa. Si no existe, desde luego alguien, ¡maldita sea!, debería escribirlas… ¡pero ya!, ¡Ipsofácticamente!

Miro el platillo que me dejó con las monedas del cambio y el tique de caja, que, ¡qué extraño!, está del revés; hay algo escrito… SUSANA…

Sonrío y vuelvo a mirar arriba, a ese techo sucio encima del cual, seguro, ha de estar ese Altísimo que teclea letras invisibles y sueña vidas invivibles. Le doy las gracias, exultante... Luego pruebo el café… lo imaginaba… de descafeinado nada de nada… y además está condenadamente frío… ¡como un témpano!... Seguro que ahora mismito se está riendo, la muy descarada... ¿pero de mí, o conmigo?...

Mañana mismo, si es que antes no despierto de este sueño irreal, me planto aquí de nuevo y ¡vive Dios! que consigo su teléfono... o mi maldito café con leche descafeinado de máquina, oyes…

© JIP

11 comentarios

JIP -

Curioso sistema... habrá que estudiarlo profundamente ;)

un saludo

Carol B -

Yo a ese tipo de cafeterías-panaderías las llamo GALLINEROS.

Consejo para mimetizarte con el ambiente gallinil: pídete un descafeinado, de máquina, leche muy caliente, en vaso, con sacarina y UNA MILHOJA Y UN CURASÁN (pronunciado tal cual) DE CHOCOLATE RELLENO DE CREMA.

A las gallinas les encanta el descafeinado pero en plan puntilloso y la coca-cola light, pero con muchas calorías luego (y se creen que con eso están a dieta).

Respecto a la camarera lo mejor es seguir la táctica hasta ahora infalible de un amigo mío (dice que la va a patentar, así que aprovéchate que de momento no hay que pagar royalties).

Consiste en:
Ignoras a la camarera, funcionaria o lo que sea y la dejas trabajar a su aire.
Pides papel y boli.
Escribes una nota escueta tipo: "Hola, me llamo JIP. Si quieres tomar algo conmigo o que te invite a cenar mi número es 6********"
Cuando vayas a salir del bar, ayuntamiento, Hacienda (glupss) o lo que sea, así como quien no quiere la cosa y SIN MIRARLA le dejas la nota encima de la mesa, mostrador, etc, etc.

Hijo, no se si será por la intriga de comprobar quien es ese "misterioso" no pasa ni un día antes de que le llamen (y no es un Adonis, vamos que es normalillo tirando para abajo).

Besos y ya nos contarás.

JIP -

El ego de este paranoico os agradece profundamente vuestros comentarios :)

J. P. Bango -

Una paranoia con sentido del humor... Formidable!

JIP -

Sí, jolín... vaaaa Susanaaaa, pásame el teléfono... :( ¡Para qué lo quieres!... no ves que te dio calabazas... ¡Tú calla!... no, ¡calla tú!... ¡Atrezzo, que eres un Atrezzo!... ¡Y tú anormal!...

En fin... Susanita, que me lo des ya, que mira cómo estoy de bicéfalo por tu culpa... :(

charito -

muy guapo el dialogo interior que mantienes, me he reido y eso que estos días me cuesta bastante.
a ver si hay suerte y te da el télefono. quien la sigue a consigue..jajaja.
saludos

JIP -

Oruga, no te falta razón... hay que disfrutar de las contradiciones mientras se está a tiempo de ello...

Jajaja, Teresa, gran y relativa verdad... es la ventaja que tiene vestirse con los ropajes del Altísimo -el Creador, no confundir con ese llamado Dios-...

Además, siempre le queda a uno la pequeña esperanza de que se cumpla aquello de que, en ocasiones, "la realidad supera la ficción"

Saludos a ambas.

Teresa -

guapa y con sentido del humor, vaya, no me extraña que busques escritores en el techo! esta chica lo tiene todo ;)

La Oruga Gritona -

La dignidad y las Susanas son mutuamente excluyentes, pero suelen ser disfrutables.

JIP -

¿Dignidad?... ¿Qué es eso?... ¿Viene de serie?...

Es que hay que verla, a ella, y a su sonrisa... XD

pauli -

y aun y asi, con lo borde que es esa panadera engrida, estas dispuesto a perder tu dignidad pidiendole el telefono?.
pedante o no,camarera borde o no, el relato me ha encantado, felicitaciones señor jip :).