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tannhauser

DAMERO INVISIBLE

Quisieras poder empezar por algún sitio, porque sí, porque es lo justo y natural, lo normal, vamos, igual que empiezas el día abriendo los ojos, invitándote involuntariamente, un día más, a la consciencia, dándole los buenos días al averno de la incertidumbre... ¡porque todo tiene un principio, joder!... pero en seguida te das cuenta de que no hay cuerdas, que no hay más suelo que el que estás pisando, que crees que estás pisando, que no eres más que uno en el vacío, el vacío mismo, y como tal no requieres mayúsculas ni puntos finales, ni tan siquiera aire que respirar, porque es tan hondo, tan enorme, tan inaprensible tu silencioso hueco que en él no cabe otra cosa que la nada, esa ególatra convulsa que todo lo echa fuera. Miras atrás y no ves los escalones que creías superados, han desaparecido. Miras enfrente, tampoco están aquellos a los que hoy tenías previsto sobrevivir. La escalera de la vida se siente aburrida, juguetona, caprichosa, y está muy dispuesta a joderte. Se quita las ropas, se desnuda, te hace partícipe del atroz streaptease del interrogante. Te abre sus carnes impúdica, aniquilándote, mostrándote unas entrañas regordetas, voluptuosas, henchidas de la savia acre de la duda de todos los que como tú, imbécil, piensan que todo ha de tener alguna suerte de principio.

Cierras los ojos, no quieres mirar, tal vez gritas, tal vez te pones a cavar, cavar con las manos desnudas esa tierra que no existe, ese damero diabólico de cuadrados invisibles en los que siempre eres peón, de esos que primero entran en juego... de los de sacrificar. Te preguntas si hubo alguna vez algún peón de carne que consiguiese llegar al final de la escalera, al último cuadro, coronarse Reina, y enseguidas sonríes, no; te ríes, no; revientas en sonoras carcajadas. Y el eco de tu locura regresa al punto, retumbando como tifón, quemándote el cielo de la boca, haciéndote añicos las costillas.

Pero aun así perseveras contumaz en la razón, en el uno más uno son dos y toda esa farsa que sólo funciona en lo que está más allá de la vida, exterior al pálpito. Porque no te queda otra salida, porque no se puede cuadrar el círculo, no, no se puede, ni se pueden pintar líneas en el aire, ni lienzos en el agua, porque tu piel y tu carne están hechos de la ceniza y el gusano y nada excepto eso son en potencia. Aprehender la vida te hace sentir como una pedazo de bistec en una nevera abandonada, en un piso abandonado, en un planeta abandonado, en un cosmos abandonado, simplemente esperando tu fecha de caducidad... y a partir de ahí, pudrirte, descomponerte, morir, desaparecer... como las cucarachas del anuncio pero en más nauseabundo...

Imposible salirte de ti mismo, empatizar con el sinsentido, así que te vuelves al interior, a tus entrañas, ansiando una luz, aunque sea roja de sangre, roja de fatalidad, roja de náusea. Un brillo sólo en ti sumido que te empuje a perseverar en el existir. Sabes que buscas lo imposible, o mejor, lo improbable, lo indemostrable. Estás buscando fe, creándola de cero, desde tus vísceras y tus circunvoluciones, el único credo en el que podrías depositar tus esperanzas; ni cruces yertas, ni libros vacuos, ni espinas muertas. Sólo tú y tu interioridad hecha de sueños, y tu nuevo dios de ámbares resplandores, ese que es tu reflejo vivo y unívoco en el espejo de la eternidad, que te guardará tal cual eres incluso allá, en el gélido purgatorio del no ser.

Quisieras saber cuándo terminar, porque el final siempre parece más creíble que cualquier principio, y no quieres llegar tarde, pero tampoco irte antes de tiempo. Ahora un rumor de lava gris, esclerótica, se avecina, viene en tu busca, la sientes, la estabas esperando. Un volcán sólo es él en la medida en que vomita ascuas homicidas, y tu vida existe y es única y exclusivamente para ser ardida...

Pero ahora sientes llamear tus pupilas, tus manos son olas flamígeras que incendian la vastedad. El fuego con el fuego no arde; se hace más grande, omnímodo, multiforme. Tu alma destructora, vengadora, crece salvaje e imparable. Por segundos alcanzas la divinidad en lo doliente, en lo mortal. Y todos los absurdos encuentran sentido en tu Absurdidad.

Quisieras saber por dónde empezar... Tal vez sería buena idea abrir los ojos, estos ojos nuevos que tanto queman, que tanto arden dentro y fuera de su propia llama... Abrirlos, sí, y una vez abiertos, desplegados... dejar atrás el último escalón, traspasar la última frontera, destrozar el damero mezquino, coronarte... y reinar...

© JIP

3 comentarios

JIP -

Gracias a las dos... al antiguo servidor no le debió gustar que este peón consiguiese coronar y mandó toda Blogia al garete... ;)pero hemos vuelto... gracias a Roberto Alizanda, quien hace posible todo esto...
y arregló el desbarajuste...

lucy -

increible jip, gracias por todo, ya pensaba que no iba a leer mas jejeje un beso!

charito -

increible...cuantas cosas dices en un solo escrito, cuanta verdad sobre la lucha que tenemos que llevar, sobre las mentiras que nos contamos, sobre el miedo... no quiero abrir los ojos... prefiero vivir en mis sueño...cuando lo encuentro.
un beso.