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tannhauser

Azúcares

Reflexiones en lo hondo de la medianoche. Una pizca de música, un poco de café cargado, un algo de tibia penumbra, y ya puedo intentar hilvanar ideas, conceptos, latitudes de pensamiento...

Se me vuelve a dar mal seguirle el paso al día a día, a cada instante lo adelanto o me rebasa, y cada segundo quema, cada momento cuenta. Es como un prurito dulce, almibarado, o una sarna voluptuosa: me deshollaría vivo, me arrancaría a tiras, antes que abandonarme a la apatía de un no rascarme o la adormidera pomada.

Esta tarde caminaba hacia el trabajo, llegaba algo tarde, como de costumbre, sólo lo justo, aunque esta vez no fue a propósito. Palabra. Aunque ya sé que no la creeréis, y de hecho, mucho mejor para vosotros si no lo hacéis. Las calles estaban impregnadas de churretones de gente caminando, trajinando, bajando y subiendo, la mayoría con una alocada prisa por llegar a algún otro lugar. Pensé en un pícnic insólito, en un pedazo de tarta abandonado o una extraviada tostada, untada de mermelada, o de mantequilla, o de ambas al tiempo, y en su superficie empalagosa hormigas. Hormigas que se movían la mayoría, aunque unas pocas estaban quietas: ya unas cogían su pedazo y se marchaban mientras otras tantas retornaban a la rica pringue desde casa. Caos. Y orden. Indisolubles. En las hormigas y en la gente, en uno mismo, que tan mezcla es de vida como de imposible, a todas horas, incluso hasta cuando de camino al trabajo gira la vista para mirar los adentros de un escaparate, buscando...

Vi a un barrendero parado en la acera, pequeñito y delgado, de piel atezada y mostacho blanco: un taras bulba de ocasión y envejecido. Fumaba un puro y perdía la mirada en algo situado a mi espalda. Una hormiga quieta: ¿ahogada en el lodazal azucarado?. Quién sabe. Luego apareció el niño grifado:  la madre lo empujaba cochecito arriba y él agitaba los brazos y tenía una expresión de felicidad totalmente ida e innatural, nada infantil, y por supuesto del todo escamante. ¿Qué clase de "dulce" le añadían al biberón del pobre chaval para que se callara? Y bueno, luego también estaba yo, ¿no? ¿Qué clase de hormiga estaba siendo de camino a esa alguna parte que a cada instante nos tira del hilo? Eso habría que preguntárselo a otros distintos de mí, desde luego; seguramente más de uno y de dos coincidirían en describir una hormiga pasado el metro ochenta, los casi 90 kilos, barba de una semana y cara de pocos amigos. No hay quien no esté atorado en esta mermelada hasta las mismísimas cachas.

¿Se entiende algo hasta ahora? ¿Menos todavía que el anterior? ¿Es esto más o menos tannhäuseriano que todo lo que me ha precedido? Sin quererlo, al parecer, he dado con crear un sello, una marca registrada que ni el más desquiciado de los editores se atrevería a auspiciar. Hace tiempo que he renunciado a decir las cosas como se supone que hay que decirlas. No quiero ser cómodo, ni mucho menos asequible: soy un cabrón que os quiere ver trabajar; bailotear vuestras sinapsis a un ritmo ajenado e inmisericorde. Aquí no se viene de pícnic y mucho menos se encuentra uno de repente en el suelo un pedazo de pastel con el que tomarse un dulcificante respiro.

Al fin y al cabo mirad ahí afuera. Las calles están llenas de hormigas, repletas de gentes, a reventar de historias, de todas las cataduras, para todas las edades, incluso las hay X, e incluso más allá, triple XXX, aunque éstas, eso sí, siempre bajo manta o tras pared, o en pensamiento torvo... Basta sólo con observar en lugar de mirar. O eso creo. Vampirizar con la retina lo creado, se mueva o no, viva en la rosada carne o el cemento seco.

Es un poco la maldición de todo el que escribe, que se ve un poco en las pieles blancas y muertas del Nosferatu, chupándole la vida, la sangre y las historias a todo lo que lo rodea. ¿De qué hablar si no? ¿De qué escribir? Uno es para sí mismo siempre un plato demasiado pequeño e inaccesible: nunca acabas de poder devorarte porque no terminas jamás de encontrarte, y para cuando te encuentras -no siempre lo consigues- los cubiertos de los que dispones no son los apropiados: como atacar un bistec muy hecho con palillos chinos...

Así que no sé cuál es mi sello, ni tan siquiera si de tenerlo lo quiero: tal y como yo las leo, todas mis palabras, desde mi lejana primera hasta éstas, mis últimas -por ahora-, no han sido más que calentamiento; preliteratura.

Estoy todavía a la espera de que la vida me hinque bien adentro y certero el colmillo, más si cabe de lo que lo ha hecho hasta hoy, para entonces sí; tener algo que contarme... 

6 comentarios

katakrek -

Ves javi, la gente te dice lo mismo que yo. Deja de huevear y ponte a escribir algo en serio. Y cuando seas un novelista multimillonario recuerda que a mi me gusta mucho el Lamborgini Murcielago.

laveron -

javi...sin preambulos ¡dejáte de joder!
¿pre literatura?...¿qué esperas? ¿qué te explote un tren y quedar amputado? vamos!!!! no te pasa nada y eso es lo que mejor retratas...¿vos no crees que conmoves? a mi me conmoves y con eso alcanza para decir que estas escribiendo algo bueno. te sentas y escribis sobre lo vacío que está el mundo y sin embrago que lleno de porquerías, cada vez más inútil.Y tenes tu propia verba!!!. lo que tenes que hacer, si es preciso, es abandonar el blog y empezar a producir esto mismo por fuera y hacer algo con eso!!!!
mierda...
un beso grandeeeeeee!!!!!!!
laura
PD: me gusta venir a sopapearte un rato...no sé porque, tan lejos, tan cerca (qué linda película, la vi como 8 veces).
otro beso grande!!!!!!
PD2: la sangre que chupas la estas chupando en toda esa escoria que retratas en tu ciudad que se detienen a mirar vidrieras como fantasmas con sindrome de down. ¡vamos! no necesitas transfusiones...las tenes de sobra y las podes poner en palabras.

laceci -

"¿De qué hablar si no? ¿De qué escribir?"

Joder qué pregunta más fácil, sólo hay que mirar a tu alrededor y fijarte en lo que pasa, lo que para tí es absurdo, sin novedad y sin interés, para otros es todo un mundo por descubrir. Aunque no conviene abusar, claro...

Y si no hay nada hacia afuera, entonces mira hacia dentro, en tu caso no parece que haya eco...

Buenas noches Javi :D

woswis -

Genial una vez más niño, que digaaa... chaval. Tu artículo me ha recordado que tengo pendientes un suicidio y una visita al dentista, por ese orden.

Javi -

Wave, sabes que tienes razón, que es así pero que al mismo tiempo no lo es...

Ya sabe usted que soy persona extraña y alma tenebrosa, pero en el fondo güena...

wave -

Osea que lo que verdaderamente te mola es hacernos sufrir, dejarnos con cara de gilipollas cada vez que te leemos... pues querido... lo has vuelto a conseguir jejejej Y ahora me despido tratandote de usted por listo! Que usted tenga un buen dia. Salu2