DIARIO DE MI HYDE (5)
Como el cerdo se revuelca alegre en el fango, los hombres transcurren felices en la nueva sofística. Ya no hay conocimiento; sus sinapsis sucumbieron, se licuaron sus circunvoluciones. Ya no hay mentes; sólo cráneos ahítos de un rumor de centrifugado. Todo ocurre ya fuera de esas cabezas, la realidad no es sino percepción, y ésta a su vez información; falsa información, y ésta a su vez imagen; falsa imagen, y ésta a su vez engaño; grandes mentiras con piel de cordero. La ecuación del nuevo sofisma pasa por la aniquilación total de la incredulidad y el pensamiento.
En realidad somos poco más que grandes ingenieros de circos. No buscamos trascendernos, tampoco desentrañar los significados ocultos. Todos y cada uno de nuestros hallazgos no va destinado sino a crear, mejorar, ampliar más y más circos. La vida es grata, suave, encuentra un sentido en esas ferias de masas. El aliento discurre líquido y cálido en nuestros propios infiernos virtuales; el maná catódico, los paraísos de la impostura, el sumo placer artificial, las exhibiciones de sangre y estupidez, que siempre son de los demás... ¿Por qué pensar si puedo MIRAR? ¿Por qué vivir si puedo simplemente PASAR? Todo lo que necesito está aquí, en el gran circo de la farsa demagógica
Definitivamente la persuasión ha sido siempre nuestro mejor arte, la base civilizadora sobre la que se asentaron todos esos circos. Nunca importó lo real; sólo su apariencia. Mucho antes de que un tal Petersen se riera de los dioses, a quinientos y pico años de la gran crucifixión, Zenón, un tipo listo, ya lo hacía, y con mucho más estilo. De haber nacido en Troya siete siglos antes, los troyanos podrían haber salvado su ciudad de las llamas con sólo seguir al pie de la letra su aporía; llenas sus playas de tortugas, Aquiles jamás podría haber adelantado a la primera con la que diese tras el desembarco, y si Aquiles el Poderoso, el de los pies ligeros, no hubiese sido capaz de rebasar a una triste tortuga, mucho menos sus mirmidones ni el resto de las huestes de Agamenón. La batalla hubiese estado así ganada, sólo les quedaría a los defensores ir apuntando, una a una, sus flechas, a los talones de sus invasores, quienes, totalmente impotentes, caerían muertos en la arena sin poder ir más allá del infranqueable muro de serenos galápagos. Siglos después, si Hitler hubiese estado más atento, o menos loco, habría caído en la irrefutable infalibilidad de esta defensa y entonces jamás los Aliados habrían salido vivos de las playas de Normandía aquél Día D, de ahora hace seis décadas, cuando el Gran Circo de la Guerra arrasó Europa.
Zenón abrió la veda; la dialéctica llevaba lo imposible al reino de lo posible, y desde el relativismo sofista de Protágoras hasta el espacio-tiempo relativo de Einstein, y aun ahora, no hacemos otra cosa que estilizar, optimizar la demagogia. Todo es relativo, luego nada es seguro, así que todo es posible, de modo que eres libre, divinamente libre, así que sé feliz y no pienses en tu magia, en tu tragedia; ocúpate sólo de producir y transcurrir alegre en la amplia gama de circos que hemos puesto a tu disposición
Pero no eres libre, ni es posible lo imposible, ni tan siquiera probable, ni jamás tortuga alguna fue capaz de frenar las ansias de verter sangre ajena Si alguna vez un hombre fuese capaz de cerrar sobre sí la caja de su mente, aislándose así del hipnótico canto de los nuevos gladiadores, podría llegar a percibir, sordo y atenuado, el discurrir terebrante de invisibles maquinarias secretas
© JIP
En realidad somos poco más que grandes ingenieros de circos. No buscamos trascendernos, tampoco desentrañar los significados ocultos. Todos y cada uno de nuestros hallazgos no va destinado sino a crear, mejorar, ampliar más y más circos. La vida es grata, suave, encuentra un sentido en esas ferias de masas. El aliento discurre líquido y cálido en nuestros propios infiernos virtuales; el maná catódico, los paraísos de la impostura, el sumo placer artificial, las exhibiciones de sangre y estupidez, que siempre son de los demás... ¿Por qué pensar si puedo MIRAR? ¿Por qué vivir si puedo simplemente PASAR? Todo lo que necesito está aquí, en el gran circo de la farsa demagógica
Definitivamente la persuasión ha sido siempre nuestro mejor arte, la base civilizadora sobre la que se asentaron todos esos circos. Nunca importó lo real; sólo su apariencia. Mucho antes de que un tal Petersen se riera de los dioses, a quinientos y pico años de la gran crucifixión, Zenón, un tipo listo, ya lo hacía, y con mucho más estilo. De haber nacido en Troya siete siglos antes, los troyanos podrían haber salvado su ciudad de las llamas con sólo seguir al pie de la letra su aporía; llenas sus playas de tortugas, Aquiles jamás podría haber adelantado a la primera con la que diese tras el desembarco, y si Aquiles el Poderoso, el de los pies ligeros, no hubiese sido capaz de rebasar a una triste tortuga, mucho menos sus mirmidones ni el resto de las huestes de Agamenón. La batalla hubiese estado así ganada, sólo les quedaría a los defensores ir apuntando, una a una, sus flechas, a los talones de sus invasores, quienes, totalmente impotentes, caerían muertos en la arena sin poder ir más allá del infranqueable muro de serenos galápagos. Siglos después, si Hitler hubiese estado más atento, o menos loco, habría caído en la irrefutable infalibilidad de esta defensa y entonces jamás los Aliados habrían salido vivos de las playas de Normandía aquél Día D, de ahora hace seis décadas, cuando el Gran Circo de la Guerra arrasó Europa.
Zenón abrió la veda; la dialéctica llevaba lo imposible al reino de lo posible, y desde el relativismo sofista de Protágoras hasta el espacio-tiempo relativo de Einstein, y aun ahora, no hacemos otra cosa que estilizar, optimizar la demagogia. Todo es relativo, luego nada es seguro, así que todo es posible, de modo que eres libre, divinamente libre, así que sé feliz y no pienses en tu magia, en tu tragedia; ocúpate sólo de producir y transcurrir alegre en la amplia gama de circos que hemos puesto a tu disposición
Pero no eres libre, ni es posible lo imposible, ni tan siquiera probable, ni jamás tortuga alguna fue capaz de frenar las ansias de verter sangre ajena Si alguna vez un hombre fuese capaz de cerrar sobre sí la caja de su mente, aislándose así del hipnótico canto de los nuevos gladiadores, podría llegar a percibir, sordo y atenuado, el discurrir terebrante de invisibles maquinarias secretas
© JIP
7 comentarios
comentario -
JIP -
Como stevenson, siempre nos quedarán rincones como éste, en los que ser "tusitalas" y escapar, almenos temporalmente...
Pedro -
JIP -
Pedro -
JIP -
Pedro -