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tannhauser

Diner

Llegué, vi y pedí un café. Después del tercer sorbo y una ración extra de azúcar todavía no sé qué me han traído. Café no, eso lo tengo claro. Ahora repaso el periódico por encima, sin leer, sólo lamiendo las fotografías con la húmeda punta de la lengua mental. Me giro hacia atrás, ensayando esta entrenada pose como de darme cuenta de que me estáis siguiendo porque soy el chcico más listo de la clase. La camarera me observa. La cafetera me observa. La bayeta de poner a secar las tazas recién lavadas me lanza miradas y efluvios envenenados. Maldita seas. Si me hubieses hecho caso todavía estaríamos allí, en la habitación del hotel, el desayuno deshecho y las sábanas sudadas, los dos desnudos, como sátiros sin pelo, y como sátiros también, entrelazados, mi cadera pegada a tu culo soberbio, dibujando la ese de la inmortandad, porque mientras se folla salvaje y se folla sin miramientos uno no se muere; no es que se toque a Dios, es que se es Dios, lo mandas a la mierda de una patada y te pones febril y pitotieso a montar la res del orgasmo; escalando el mediodía a ritmos de golpes de cadera y de culamen, tableteo de nalgas, gemidos refocilantes provocan el mentarnos la madre en las bocas adyacentes, tras los tabiques de papel de fumar. Te estaría tocando, me estarías rozando. Tu culo sobre mis muslos. Mis manos aferrando la blanca cocaína de tu piel, a la altura de las caderas, dirigiendo tus movimientos; atrás, adelante, atrás, adelante, de nuevo atrás, ahora más rápido, más... Luego una mano, la derecha, ya que estamos, bajando lentamente de la cadera abajo, donde el sexo siempre toma nombres cachondos y de mal oír; coño, raja, pepote, chochamen, potorro... Presión con los dedos en tu pequeño tentetieso. Presión en el triángulo velludo y venusino. Presión con mi polla en tu vestíbulo resbaladizo. Subo la otra mano, hasta la teta diestra, la agarro suavemente. Suavemente, pero la agarro. Soy el molde de tu suave y turgente gelatina pectoral. Te tengo amarrada. Te tengo sujeta. Te atraigo hacia mí. Mi torso pegado a tu espalda. Congénitas y samiesas criaturas de plomo y de Rodin: salgo de ti, naces de mí. Embisto, embisto, embisto... En la pared una resquebrajadura, en el techo añejas manchas de humedad. Un demonio de muslos enjutos vestido de cualesquiera tonos menos el azul. Pero algo o algún hijoputa me sacudió bien en el colodrillo justo cuando estábamos a punto de corrernos y correr de una patada a cristo y su padre del Limbo. Y después ya más nada, hasta aquí, esta achicoria de mierda en la taza y este chichón y tremendo dolor en la cocorota. Aquí, este ahora que es oscuro y sucio y huele a meados y ni los zurriagazos en la espalda con el gato de nueve colas son a media pensión.

8 comentarios

Javi -

Sergi! Cuánto tiempo, el maestro Bukowski siempre en la boca y el corazón. Qué remedio... Aunque luego, de viejo, con la muerte royéndole los huevos dijo algo así como que follar acababa siempre siendo el mismo espantoso circo. En "El Capitán salió a comer..." Lo has leído; lo sabes...


A ver si nos vemos uno de estos...

Saludos.

sergi -

buenas Javi! un fragmento de tu texto me ha traido a la memoria mi definición favorita de follar:
"La relación sexual es darle patadas en el culo a la muerte mientras cantas".
Bukowski, como no.
saludos!

Javier -

En efecto, amigo Berrakus, me río yo del bromuro y las raciones antiefervescencia de los ejércitos y los mierdonals. Aunque eso usted ya lo sabía...

Sr. Cuvric, es siempre un consuelo toparse con gente como usted, le siguen a uno quedando ganas de creer en algo. Para que luego digan que nuestro sistema de enseñanza es una basura, que no tenemos cultura y que no nos arrimaríamos a un diccionario ni aunque con ello nos pagasen el carajillo mañanero de todo un año.

Saludos.

cuvric -

Potorro está bien, pero yo prefiero la más zen chumino.

M.A Berrakus -

Ay Chufflete, que calenturienta mente la tuya.

Javier -

Nada como escribir guarradas para que arrecien los comentarios, cagüendiós!

A mí también me gusta "potorro", Cago en tó, basta y zafia donde las haya, pero en ese momento no se me ocurrió, ya ve usted. La añado ahora mismo y le agradezco la aportación.

También están parrús y pussy y tó lo negro y muchas más que ahora no vienen a cuento, pero al referirme a ellas como "de mal oír" quería expresar, ante todo, el más que propable sentir del 90% de dueñas del órgano sexual en cuestión, que a buen seguro si le sueltáis el palabro o palabros en mitad del coito, así como el que no quiere la cosa, seguramente os saquen de dentro de un culazo o una patada cojonera. Así que si estáis dispuestos a correr ese riesgo, más vale que antes os aseguréis de tenerla bien amarrada.

Saludos.

child in time -

Estoy contigo, Cago en tó, yo suelo utilizarla de manera cariñosa: Potorrito. ¿Qué me dices, eh? A que dan ganas de comérsela, la palabra digo.

Cago en tó -

A mí me gusta la palabra "potorro".