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tannhauser

UN MÁGICO ANTIHÉROE

Son muchas las preguntas que con la lógica en la mano me gustaría poder plantearme seriamente acerca de este misterio infantil, para tal vez, sólo tal vez, podérmelo quitar finalmente de la cabeza. ¿Por qué perseguir incansablemente, hasta al hastío, a un insignificante pajarraco cuyas finas carnes apenas ofrecen un bocado digno del empeño? ¿Por qué seguir confiando, contumaz y obstinadamente, en una marca, la inefable ACME, cuyo esperpéntico e inacabable, cuasi infinito, abanico de productos demuestra ser una y otra vez una inutilidad y un fraude? ¿Por qué, como si de una reformulación del mítico axioma de Murphy, el cacho de piedra, el pedazo de roca que acaba precipitándose al vacío siempre es el que sustenta a mi querido amigo?... Supongo que todas estas y otras preguntas similares podrían y deberían poder derribarse pura y llanamente con la carcajada cómplice de un niño cualquiera al contemplar cómo la delgada figura del Coyote cae irremisiblemente, silbando, silbando, hasta tomar tierra en el fondo de un golpe seco y ahogado, levantando una tenue nube de polvo. En el universo de los dibujos animados, aquél en el que tan felices vivimos durante un tiempo que se nos antojaba inacabable y que tan lejano e inalcanzable nos parece ahora, y especialmente en el universo Cartoon, tan distinto y mágico, tan felizmente absurdo, la suspensión de nuestra incredulidad fue, es, será una condición "sine qua non" en la que cualquier pretensión de lógica adulta y racional está vedada.

Y en este singular cosmos, tan otro, de policromos imposibles, mágicos héroes y villanos, uno fue siempre conformando en su mente, su corazón y sus recuerdos, desde niño un particular panteón de amados mitos, así como una recelosa lista de incomprensibles e inaceptables injusticias. Mitos como mi amado Coyote Warner e injusticias mayúsculas como el que nunca, jamás, mi querido amigo consiguiese dar caza al maldito y burlón Correcaminos.

¿Cuántas veces lo vi iniciar carreras desesperadas, encender rojos cohetes y cartuchos de TNT, accionar kafkianos artefactos "made in ACME", idear los más ingeniosos planes, para conseguir al fin echarle el guante al pajarraco corredor del eterno mic-mic en el pico... para acabar siempre todos sus esfuerzos en invariables aguas de borrajas, sumando uno más a su larga, laaaaargaaaaa lista de fracasos mientras caía, una vez más, en el abismo, y con él sus ilusiones y su impagable rostro de tristeza y resignación, hasta romperse sus huesos de goma y su crisma de celuloide pintado contra el suelo... En otra ocasión será...

Pero esa ocasión no llegaba nunca, una y otra vez, el Correcaminos conseguía salir indemne, burlándose, choteándose de mi amigo en su propia cara, sacándole la lengua en señal de mofa... "mic-mic"... ¡hasta otra, compañero!... nos vemos en el próximo episodio... y el Coyote caía y caía, triste, solitario y final... "fiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu"... hasta hacerse invisible bajo la nube de polvo, víctima de una muerte divertida y jovial, porque sin duda de ella, acto seguido, renacería, cual Fénix alzado, recompuesto desde sus cenizas...

Y yo me reía mientras caía... y yo, al tiempo, rabiaba por dentro mientras caía... Algún día, Correcaminos, algún día de estos él te borrará esa ridícula mueca de burla de la cara...

El audaz Bugs Bunny, el vehemente Pato Lucas, Silvestre y Piolín, e incluso el nada carismático Taz o el propio Correcaminos, suelen gozar del favor de los más pequeños y de aquellos que ya no lo son tanto... algo que, sin duda, no puedo comprender, que no me cabe en el alma, ya que no puedo hacer otra cosa que sentirme tan y tan cerca de ese eterno perdedor de tierna sonrisa, ese mágico antihéroe de felices ojos amarillos que es el Coyote...

La Triste Caída de Todos los Días


En cierto modo, ojalá no lo agarres nunca, querido amigo, que mientras sigas persiguiendo a tu presa, mientras sigas anhelando tu sueño, seguirás sabiéndote vivo en la lucha...

... y yo reiré y lloraré y lucharé contigo... hasta el fin... y aún en la derrota...

© JIP

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