REUNIÓN DE TRABAJO
Esta boutade está dedicada a Edwin Morgan; por sus palabras, Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo; por su gusto, y Woody Allen; por su visión, tan miope como lúcida y mordaz.
Como cada día a las cinco de la tarde, el fragor de la batalla cesa dejando paso a las sinfonías de los moribundos. Suben entonces los generales contendientes al montículo a parlamentar. Los insignes militares fuman sus pipas, toman el té y reanudan su eterna partida de ajedrez mientras departen amistosamente
- Sabe, estimado colega, creo que he olvidado el objeto de nuestra contienda - mueve un alfil, sorbe gustoso su taza.
- Ahora que lo menciona creo que también yo lo he olvidado, querido colega y a fe que no hace poco tiempo si he de serle sincero avanza un peón, sonríe con malicia, da una larga calada a su pipa.
- ¿Y no cree, pues, que deberíamos detener la lucha? retrasa un caballo a posiciones de retaguardia, degusta risueño el humo de su tabaco.
- ¡¿Y perder los placeres de nuestra amistad?! avanza de nuevo el mismo peón ofreciéndolo en sacrificio, un brillo mefistofélico le tizna la cara.
- Como siempre, tiene usted toda la razón, estimado colega acepta el regalo, se come la pieza, asiente cómplice y divertido con un leve ladear de cabeza.
Se despiden al rato dejando pendiente el juego para la siguiente jornada; misma hora, mismo lugar ¡Hizo usted hoy unas muy buenas jugadas, querido amigo, confío en ser mejor rival mañana !
Y al poco el silencio estalla y la sangre corre de nuevo libre y salvaje
© JIP
Como cada día a las cinco de la tarde, el fragor de la batalla cesa dejando paso a las sinfonías de los moribundos. Suben entonces los generales contendientes al montículo a parlamentar. Los insignes militares fuman sus pipas, toman el té y reanudan su eterna partida de ajedrez mientras departen amistosamente
- Sabe, estimado colega, creo que he olvidado el objeto de nuestra contienda - mueve un alfil, sorbe gustoso su taza.
- Ahora que lo menciona creo que también yo lo he olvidado, querido colega y a fe que no hace poco tiempo si he de serle sincero avanza un peón, sonríe con malicia, da una larga calada a su pipa.
- ¿Y no cree, pues, que deberíamos detener la lucha? retrasa un caballo a posiciones de retaguardia, degusta risueño el humo de su tabaco.
- ¡¿Y perder los placeres de nuestra amistad?! avanza de nuevo el mismo peón ofreciéndolo en sacrificio, un brillo mefistofélico le tizna la cara.
- Como siempre, tiene usted toda la razón, estimado colega acepta el regalo, se come la pieza, asiente cómplice y divertido con un leve ladear de cabeza.
Se despiden al rato dejando pendiente el juego para la siguiente jornada; misma hora, mismo lugar ¡Hizo usted hoy unas muy buenas jugadas, querido amigo, confío en ser mejor rival mañana !
Y al poco el silencio estalla y la sangre corre de nuevo libre y salvaje
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lucia -
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