SÁBATO Y LA CAVERNA
Sábato cambió la Caverna Platónica por un Túnel, "oscuro y solitario", para la historia de una tragedia, la del propio ser humano, terriblemente consciente de su absurdo:
"A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.
¿Sería eso, verdaderamente? Me quedé reflexionando en esa idea de la falta de sentido. ¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?"
Un desierto árido y seco, solitario y oscuro, como el túnel en el que transcurre su vida el pintor Juan Pablo Castel, quien a través de la ventana de uno de sus cuadros cree de pronto entrever la luz, la vida, el sentido de la existencia en el amor hacia María Iribarne. Un amor idealizado, extremo, hiperbólico, totalmente irreal, que poco a poco se va convirtiendo en un infierno de celos, desconfianzas, heridas y malquerencias. Así hasta desembocar en la fatalidad, el asesinato de ésta a manos de aquél; el soñador, una vez alcanzado su sueño, fue incapaz de aprehenderlo y controlarlo, y terminó por perderlo... y perderse con él.
El pintor, encerrado en su túnel, agitándose, desgarrándose impotente al no ser capaz de conservar un significado que internamente sabe falso, temporal, insuficiente, termina por matar su propia ilusión, su propio sueño de amor, cerrando así la única ventana a la esperanza, el único punto de luz en ese túnel de amargura y sinsentido, que es el vivir.
La historia del ser humano, según Sábato: una lámpara de sueño que ya encendida empieza a agonizar en mitad de la oscuridad grutesca del absurdo...
Quizá por eso la novela empieza y casi termina con la misma cita, cerrando circular el ciclo de una vida más que arde en la nada, como todas las que fueron y todas las que serán:
"...en todo caso había un solo túnel, oscuro y silencioso: el mío, el túnel en que había transcurrido toda mi infancia, mi juventud, toda mi vida"
© JIP
"A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.
¿Sería eso, verdaderamente? Me quedé reflexionando en esa idea de la falta de sentido. ¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?"
Un desierto árido y seco, solitario y oscuro, como el túnel en el que transcurre su vida el pintor Juan Pablo Castel, quien a través de la ventana de uno de sus cuadros cree de pronto entrever la luz, la vida, el sentido de la existencia en el amor hacia María Iribarne. Un amor idealizado, extremo, hiperbólico, totalmente irreal, que poco a poco se va convirtiendo en un infierno de celos, desconfianzas, heridas y malquerencias. Así hasta desembocar en la fatalidad, el asesinato de ésta a manos de aquél; el soñador, una vez alcanzado su sueño, fue incapaz de aprehenderlo y controlarlo, y terminó por perderlo... y perderse con él.
El pintor, encerrado en su túnel, agitándose, desgarrándose impotente al no ser capaz de conservar un significado que internamente sabe falso, temporal, insuficiente, termina por matar su propia ilusión, su propio sueño de amor, cerrando así la única ventana a la esperanza, el único punto de luz en ese túnel de amargura y sinsentido, que es el vivir.
La historia del ser humano, según Sábato: una lámpara de sueño que ya encendida empieza a agonizar en mitad de la oscuridad grutesca del absurdo...
Quizá por eso la novela empieza y casi termina con la misma cita, cerrando circular el ciclo de una vida más que arde en la nada, como todas las que fueron y todas las que serán:
"...en todo caso había un solo túnel, oscuro y silencioso: el mío, el túnel en que había transcurrido toda mi infancia, mi juventud, toda mi vida"
© JIP
7 comentarios
Melany -
"El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla.
La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede liberarse con la muerte, que sería, así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué ? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio.A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad, antes de aniquilar la fantasmagoría con un acto de propia voluntad. .Y suele resultar que cuando hemos llegado hasta ese borde de la desesperación que precede al suicidio, por haber agotado el inventario de todo lo que es malo y haber llegado al punto en que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeño que sea, adquiere un desproporcionado valor y termina por hacerse decisivo y nos aferramos a el como nos agarraríamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo"
Saludos.
Melany
JIP -
XD
saludos, Teresa.
Teresa -
JIP -
Nos leemos, si es que no estás demasiado ocupado, claro ;P
Charlie -
Muy grande el relato, mucho.
JIP -
Una muy buena lectura, pienso
:) saludos
charito -
un beso.