DIARIO DE MI HYDE (9)
Y ahí está el tipo, tranquilo, impasible, como si la cosa no fuese con él, como una enorme cucaracha que se atreve a cruzar un paso de peatones a plena luz del día, mientras el personal lo observa estupefacto.
Seguramente hay infinitud de cosas en el mundo peores que un friki de Matrix, pero ahora mismo no se me ocurre ninguna. Quizá se deba a que no tengo un virus en forma de negro calamar a transistores royéndome el cerebro. Quizá es que no me gustan las cucarachas.
En cierto modo el friki de Matrix es consecuente con el objeto de su enfermiza admiración, porque es como si la mente entera se le hubiese cortocircuitado, precipitado a un bucle sin fin, y sólo fuese ya capaz de funcionar en términos binarios; códigos de barras verdes cayendo de arriba abajo desde sus retinas en infinita permutación. Cualquier cosa semejante al juicio crítico, el sentido estético, una mínima capacidad de discernimiento, parece habérsele borrado del disco duro por completo. Quién sabe quizá hasta se autoformateó él mismo. Sólo así se explica que sean capaces de tragarse una y otra vez todo el cúmulo de basura e idiocia que Matrix representa, sin pestañear, hipnotizados, como Malcom McDowell en sus pases privados de sexo y ultraviolencia, pero sin la novena de Beethoven ni las naúseas ni nada por el estilo... si acaso unos dulces caramelitos en forma de píldora roja. No importa la cantidad de sandeces, incongruencias, patadas a los huevos de la lógica, les echen encima porque, cual piara de cerdos, ellos arrasan con todo siguen mirando embrujados, con ese rostro indescriptible, a medio camino entre la alucinación lobotímica y la experiencia extática, pidiendo más, más más bazofia por favor
Existe una florida variedad de frikis de Matrix, a cual más pintoresca.
Está aquel para el que lo único a tener en cuenta son la acumulación y la grandilocuencia de los efectos visuales, el matrixero infográfico que se dice. Términos como guión, trama, ritmo, verosimilitud, profundidad de personajes, le son, no sólo ajenos, sino totalmente prescindibles. Lo suyo son las maquetitas, los rayos láser, las texturas imposibles y tipos disfrazados luchando contra la nada, haciendo el estúpido ante lindas pantallas azules. Suelen tener sus estanterías repletas de atracos a mano armada en forma de muñecos plásticos, y del techo de su habitación cuelga una perfecta reproducción a escala 1/35 de la Nebicaneser, la purria esa que se desliza entre la escoria y que, bien mirado, no parece otra cosa que un mejillón gigante recubierto de neumáticos radiactivos
También está el típico discípulo frustrado de Bruce Lee, el matrixero karateka. Se compra todas las revistas de artes marciales del mercado y se sabe de cabo a rabo "Operación Dragón". Sus deidades fílmicas son, amén del malogrado Lee, el incombustible Jackie Chan, el inefable John Woo y toda la troupe de Son Goku y Vegetta. Le pone cantidad eso de ver cómo el Reeves y el Weaving se atizan a base de bien, y cada vez que uno de los dos destroza un edificio al caerse encima recuerda nostálgico toda una infancia invertida en tebeos Marvel. Muchos de ellos son reconocibles a simple vista por sus extraños gestos y poses; algunos se mueven a pequeños saltitos mientras se pasan constantemente el pulgar por la nariz, como si la tuviesen infestada de chinches en lugar de mocos; otros se plantan de repente arqueando forzadamente las piernas, extendiendo un brazo y pasando el otro tras la nuca, para, acto seguido, desafiar al respetable con un rápido vaivén de dedos, como un Neo borracho buscando camorra; otros tantos los hay que van con los puños cruzados tras la espalda, en la posición más endiabladamente incómoda del universo, sacando pecho, metiendo panza, pidiendo a gritos una patada en la entrepierna Algunos de estos acaban tarde o temprano en urgencias, los hombros dislocados de tanto pavonearse por ahí en plan Morfeo, mientras su factura de hospital y su gilipollez congénita la pagamos todos...
Está también, cómo no, el matrixero informático. Para él la saga entera es la metáfora de la existencia, el largamente buscado sentido del Universo, y los sesudos diálogos de sus protagonistas son los crípticos versículos de la NeoBiblia, las sagradas escrituras del NeoMundo -no sé si captan el fino y sutil juego de palabras-. Puede llegar a pasarse horas y horas chateando con tantos otros infomatrixeros como él, y sus nicks son siempre los rimbombantes y trascendentaloides nombres de los personajes de estas películas. A largo plazo esto lo acabarán pagando sus futuros vástagos, quienes maldecirán a sus padres por bautizarlos con semejantes nombres mientras asisten traumatizados a la siempre cruel burla de de sus compañeros de clase, que sin duda disfrutan más renombrándolos como Meo, Morpeo, Tontinity, Míope, o Tóner (de tinta biodegradable por favor)... Suele ser un tipo que cree poder convencerte de que la trama de los films es interpretable a partir de conceptos informáticos, todo él convencido, exultante, feliz, y te suelta un rollo tal que así: "Verás, es muy simple... Neo, Servidor A... Smith, Servidor B... el Arquitecto, Sistema Central ... y bla, bla, bla, hasta el hastío... y cuando acaba tú le dices, vale, Servidor A, Servidor B y todo lo que tú quieras chaval, ¡PERO LA PELÍCULA ES UNA MIERDA!... y entonces se calla, se aleja cabizbajo haciendo un mohín, murmurando por lo bajini no sé qué sobre venganza, Microsoft y el fin del mundo
También los hay, y en gran número, que se pirran por las jugosas carnes femeninas embutidas en brillante cuero negro. La afición del matrixero salidete empezó a gestarse años atrás, en su tierna infancia, con la Pfeiffer de Catwoman, miaauuu, miauuuuu, sacando la lengua, levantando pasiones y otras cosas. Pero el colmo de sus fantasías lo llenan Carrie-Anne Moss de cuero negro y Monica Bellucci de cuero blanco y escotazo. Éstas, sus musas, decoran sus salvapantallas, sus paredes y sus carpetas estudiantiles, por no hablar de sus más líquidos sueños. A estos simpáticos oligofrénicos son a los únicos que en cierto modo podría llegar a entender.
Porque el peor de todos con diferencia es el matrixero esteta, ese que decidió hacer del cuero y del negro su nueva forma de vida. Gabardinas de ala ancha, botas altas, enjutos pantalones, camisas de lycra, y por supuesto gafas oscuras, ultramegafashion, las mejores, las más caras, a todas horas, en todas partes, y si son si patillas, de esas que se encastan en el puente nasal, mejor que mejor. Te los encuentras en cualquier sitio, en el supermercado, en la biblioteca, en el hospital acompañando a su amigo, aquel fulano que se dislocó los hombros haciéndose el Fishburne, incluso en las discos, allí que siempre está todo oscuro y atronador, donde nunca se distingue una leche, y ves que viene hacia ti cubata en mano y las gafas de sol todavía puestas, preguntándote si el muy zoquete será capaz de ver la zancadilla que estás poniendo en su camino
Tipos igualitos a este en definitiva, la cucaracha valiente, que cruza la calle disfrazado de Elegido venido a menos y entrado en kilos, pasando por completo de todas las miradas que lo acechan, lo penetran sin duda pensando que todo a su alrededor son programas informáticos, códigos cifrados, unos y ceros con apariencia humana sin duda esperando, siempre alerta, siempre a punto, siempre con la pose made in matrix en la cabeza aguardando el momento oportuno en el que partirle la cara al primer ofinista entrajado al que se le ocurra ay, pobre insensato-, pedirle la hora, por ejemplo
© JIP"
Seguramente hay infinitud de cosas en el mundo peores que un friki de Matrix, pero ahora mismo no se me ocurre ninguna. Quizá se deba a que no tengo un virus en forma de negro calamar a transistores royéndome el cerebro. Quizá es que no me gustan las cucarachas.
En cierto modo el friki de Matrix es consecuente con el objeto de su enfermiza admiración, porque es como si la mente entera se le hubiese cortocircuitado, precipitado a un bucle sin fin, y sólo fuese ya capaz de funcionar en términos binarios; códigos de barras verdes cayendo de arriba abajo desde sus retinas en infinita permutación. Cualquier cosa semejante al juicio crítico, el sentido estético, una mínima capacidad de discernimiento, parece habérsele borrado del disco duro por completo. Quién sabe quizá hasta se autoformateó él mismo. Sólo así se explica que sean capaces de tragarse una y otra vez todo el cúmulo de basura e idiocia que Matrix representa, sin pestañear, hipnotizados, como Malcom McDowell en sus pases privados de sexo y ultraviolencia, pero sin la novena de Beethoven ni las naúseas ni nada por el estilo... si acaso unos dulces caramelitos en forma de píldora roja. No importa la cantidad de sandeces, incongruencias, patadas a los huevos de la lógica, les echen encima porque, cual piara de cerdos, ellos arrasan con todo siguen mirando embrujados, con ese rostro indescriptible, a medio camino entre la alucinación lobotímica y la experiencia extática, pidiendo más, más más bazofia por favor
Existe una florida variedad de frikis de Matrix, a cual más pintoresca.
Está aquel para el que lo único a tener en cuenta son la acumulación y la grandilocuencia de los efectos visuales, el matrixero infográfico que se dice. Términos como guión, trama, ritmo, verosimilitud, profundidad de personajes, le son, no sólo ajenos, sino totalmente prescindibles. Lo suyo son las maquetitas, los rayos láser, las texturas imposibles y tipos disfrazados luchando contra la nada, haciendo el estúpido ante lindas pantallas azules. Suelen tener sus estanterías repletas de atracos a mano armada en forma de muñecos plásticos, y del techo de su habitación cuelga una perfecta reproducción a escala 1/35 de la Nebicaneser, la purria esa que se desliza entre la escoria y que, bien mirado, no parece otra cosa que un mejillón gigante recubierto de neumáticos radiactivos
También está el típico discípulo frustrado de Bruce Lee, el matrixero karateka. Se compra todas las revistas de artes marciales del mercado y se sabe de cabo a rabo "Operación Dragón". Sus deidades fílmicas son, amén del malogrado Lee, el incombustible Jackie Chan, el inefable John Woo y toda la troupe de Son Goku y Vegetta. Le pone cantidad eso de ver cómo el Reeves y el Weaving se atizan a base de bien, y cada vez que uno de los dos destroza un edificio al caerse encima recuerda nostálgico toda una infancia invertida en tebeos Marvel. Muchos de ellos son reconocibles a simple vista por sus extraños gestos y poses; algunos se mueven a pequeños saltitos mientras se pasan constantemente el pulgar por la nariz, como si la tuviesen infestada de chinches en lugar de mocos; otros se plantan de repente arqueando forzadamente las piernas, extendiendo un brazo y pasando el otro tras la nuca, para, acto seguido, desafiar al respetable con un rápido vaivén de dedos, como un Neo borracho buscando camorra; otros tantos los hay que van con los puños cruzados tras la espalda, en la posición más endiabladamente incómoda del universo, sacando pecho, metiendo panza, pidiendo a gritos una patada en la entrepierna Algunos de estos acaban tarde o temprano en urgencias, los hombros dislocados de tanto pavonearse por ahí en plan Morfeo, mientras su factura de hospital y su gilipollez congénita la pagamos todos...
Está también, cómo no, el matrixero informático. Para él la saga entera es la metáfora de la existencia, el largamente buscado sentido del Universo, y los sesudos diálogos de sus protagonistas son los crípticos versículos de la NeoBiblia, las sagradas escrituras del NeoMundo -no sé si captan el fino y sutil juego de palabras-. Puede llegar a pasarse horas y horas chateando con tantos otros infomatrixeros como él, y sus nicks son siempre los rimbombantes y trascendentaloides nombres de los personajes de estas películas. A largo plazo esto lo acabarán pagando sus futuros vástagos, quienes maldecirán a sus padres por bautizarlos con semejantes nombres mientras asisten traumatizados a la siempre cruel burla de de sus compañeros de clase, que sin duda disfrutan más renombrándolos como Meo, Morpeo, Tontinity, Míope, o Tóner (de tinta biodegradable por favor)... Suele ser un tipo que cree poder convencerte de que la trama de los films es interpretable a partir de conceptos informáticos, todo él convencido, exultante, feliz, y te suelta un rollo tal que así: "Verás, es muy simple... Neo, Servidor A... Smith, Servidor B... el Arquitecto, Sistema Central ... y bla, bla, bla, hasta el hastío... y cuando acaba tú le dices, vale, Servidor A, Servidor B y todo lo que tú quieras chaval, ¡PERO LA PELÍCULA ES UNA MIERDA!... y entonces se calla, se aleja cabizbajo haciendo un mohín, murmurando por lo bajini no sé qué sobre venganza, Microsoft y el fin del mundo
También los hay, y en gran número, que se pirran por las jugosas carnes femeninas embutidas en brillante cuero negro. La afición del matrixero salidete empezó a gestarse años atrás, en su tierna infancia, con la Pfeiffer de Catwoman, miaauuu, miauuuuu, sacando la lengua, levantando pasiones y otras cosas. Pero el colmo de sus fantasías lo llenan Carrie-Anne Moss de cuero negro y Monica Bellucci de cuero blanco y escotazo. Éstas, sus musas, decoran sus salvapantallas, sus paredes y sus carpetas estudiantiles, por no hablar de sus más líquidos sueños. A estos simpáticos oligofrénicos son a los únicos que en cierto modo podría llegar a entender.
Porque el peor de todos con diferencia es el matrixero esteta, ese que decidió hacer del cuero y del negro su nueva forma de vida. Gabardinas de ala ancha, botas altas, enjutos pantalones, camisas de lycra, y por supuesto gafas oscuras, ultramegafashion, las mejores, las más caras, a todas horas, en todas partes, y si son si patillas, de esas que se encastan en el puente nasal, mejor que mejor. Te los encuentras en cualquier sitio, en el supermercado, en la biblioteca, en el hospital acompañando a su amigo, aquel fulano que se dislocó los hombros haciéndose el Fishburne, incluso en las discos, allí que siempre está todo oscuro y atronador, donde nunca se distingue una leche, y ves que viene hacia ti cubata en mano y las gafas de sol todavía puestas, preguntándote si el muy zoquete será capaz de ver la zancadilla que estás poniendo en su camino
Tipos igualitos a este en definitiva, la cucaracha valiente, que cruza la calle disfrazado de Elegido venido a menos y entrado en kilos, pasando por completo de todas las miradas que lo acechan, lo penetran sin duda pensando que todo a su alrededor son programas informáticos, códigos cifrados, unos y ceros con apariencia humana sin duda esperando, siempre alerta, siempre a punto, siempre con la pose made in matrix en la cabeza aguardando el momento oportuno en el que partirle la cara al primer ofinista entrajado al que se le ocurra ay, pobre insensato-, pedirle la hora, por ejemplo
© JIP"
4 comentarios
JIP -
El Charlie -
JIP -
un saludo
JQ -
Vamos. Me parece.