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tannhauser

UN PAR DE CAFÉS

Un bar cualquiera en la nocturnidad de una ciudad tranquila, de esas pequeñas que no quisieron todavía renunciar a su condición de pueblo, y dentro de él todas las mesas llenas de gente; chicas, chicos… gente. Y en una de ellas –las mesas-, un par de sombras silenciosas, cabizbajas, confeccionando secretamente pequeños y particulares vacíos. Una con un amor recién roto, la otra temiendo el suyo prontamente ceder. Esta y no otra me parece la mejor forma de describirlos a los dos, pintar sus rostros, dibujar su temblor de espíritu. Podría además añadir algo, que ninguno de los dos tiene los ojos claros, y que sólo a uno, el más bajo, le gusta en realidad el café.

Mientras alrededor los demás, esos todos que no son sombras, ríen, charlan, se divierten, ellos siguen callados, muy callados, haciendo con la mirada prácticas de tiro sobre su postración. Él le dijo a él que su amor había acabado, que ella lo terminó. Él le contestó que lo sentía. También que tenía miedo, porque el suyo –su amor- lo sentía zozobrar, próximo al abismo, jugando equilibrista, demencial, a la ruleta rusa con el tambor entero cargado de balas. Sin posibilidad de escape, vamos… chaval…

Él ríe. Él ríe también. Coraje de vencidos en el último anochecer. De nuevo silencio.

¿Otro café? dice el que se quedó sin sueño. Otro café responde él, aquel que presiente su sueño caer.

La camarera dice que lo siente, que es tarde, que apagó la cafetera y que por esta noche no habrá ya más café…

Mierda, dice el uno. Bueno, en realidad a mí no me gusta el café… Es el más alto el que habla. Y por qué siempre lo estás tomando le pregunta él…

Qué mejor negro que el suyo –el del café-, en el que disolver estos temores que tengo de sentirme destrozado, con el corazón deshecho y el alma toda ahogada en lágrimas… Qué mejor amargura que la suya –la del café-, sobre la que aprender ese insoslayable camino del morder el polvo…

Silencio de nuevo. Nuevas prácticas de tiro, cada vez más aceradas, sobre un transcurrir desazonado…

Quizá el problema somos nosotros, no crees… Locos, inconscientes, por vivir la vida en ese extremo terrible del vivir para amar, del amar demasiado…

Locos por amar a ultranza... tú crees…

Quizá…

Mierda… Se acabó el café, dice él... -¿o ha sido Él...?

© JIP

4 comentarios

jose -

Javi, comparto esa emoción de cuestionarse qué de tu vida (o de la vida) es ficción y qué no lo es... , es como si así devolvieras a ésta algo de aquello que ella misma no para de darte..., apariencia, ilusión, evidencia, realidad...
quizá, (y sin quizá) eso nos sirva para habituarnos más a la naturaleza de nuestra vida...

un saludo

troyana -

Javi,he supuesto que el pasaje del café era autobiográfico, si es el caso,aquí tienes otro blog donde apoyarte.Y troyano.En cualquier caso, me ha gustado.Saludos solidarios..

JIP -

De Timoteo nada, jeje, Javi a secas para los que queráis tutearme...

En cuanto al café, como el amor, por supuesto que me gusta, pero a veces está bien eso de falsearse uno a sí mismo y convertirse en ficción...

En el juego de averiguar después qué es verdad y qué ficción, hay más magia de la que parece... tanto para los demás -a aquellos que interese, claro-, como sobre todo para uno mismo...

un saludo, Jose

Jose -

me gusta, timoteo, si es que ese es tu nombre (que no creo), como me gusta también el café, caliente como el infierno y negro como el diablo, como decía un poeta francés del que no recuerdo su nombre, pero ni falta que me hace ahora

pondré el enlace a tu blog en los míos cuando tenga un momento de respiro (últimamente es que no respiro, es decir, puede que esté muerto...)

un saludo:

Jose

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