INFIERNO EN LAS NUBES
Esta tarde me he puesto a ver "Infierno en el Pacífico" como si fuese la primera vez, porque la había visto hace muchos años, muy pequeño, cuando no entiendes nada de nada y mucho menos comprendes qué demonios les hace tanta gracia a los mayores que están en el salón viendo la peli contigo, y todo se construye en tu memoria a partir de retales coloristas e inconexos.
Yo sólo tenía en mente a Lee Marvin y Toshiro Mifune, solos en una isla desierta, haciéndose las más grandes perrerías, jugando al gato y al ratón, a ver quién era el más listo... y lo cierto es que, como no podía ser menos, me he encontrado con bastante más, reconciliándome muy mucho con el buen cine en el proceso.
Todo me ha parecido genial, de principio a fin, desde los dos magníficos protagonistas, hasta las paradisíacas localizaciones, pasando por las bellísimas escenas del cambiante y caprichoso océano, así como por los silencios y las miradas sobre las que se construye toda la narración; un auténtico placer para los sentidos.
Y ahora, una vez vista, me pongo a pensar... Supón que eres un dios, o el Dios, tanto da, y estás harto de ver cómo los hombres que creaste del barro se quitan la vida unos a otros inmisericordemente. Tal vez corren los primeros años de la década de 1940, o tal vez no, tal vez es ayer mismo en un colegio ruso y la sangre te salpica roja y agridulce desde la pantalla de televisión, allí arriba, desde donde narices todo lo observas. Da igual, el caso es que decides que estás aburrido, que vas a experimentar, que necesitas saber en qué la cagaste con esto del Hombre para que la cosa haya ido tan rematadamente mal. Y va y te da por convertir a dos de ellos en Robinsones Crusoes abandonándolos a su suerte en una isla desierta. Japonés el uno, yanki el otro, sus naciones enfrentadas, sus caracteres opuestos, y sus lenguas tan distintas que cualquier tipo de entendimiento se antoja imposible. Piensas, bueno, si no se matan así es que tal vez hay algún tipo de esperanza, secretamente lo piensas, sí, porque sabes que están condenados a entenderse, que alejados de la masa, de la turba maleable y advenediza, individualizados, los hombres ganan enteros, o eso es lo que te gustaría creer y tal vez te equivocas, porque lo que hacen a las primeras de cambio es intentar asesinarse el uno al otro. Empiezas a desconfiar, te resignas, haces que no que no con la cabeza.
Pero hay un momento clave, Mifune tiene a Marvin a su merced, desmayado en el suelo, y no lo mata, no puede, o no quiere, quizá porque necesita de la presencia del "otro" para alzarse sobre ella, para castigarla y torturarla e imponer su autoridad, o quizá porque sabe que la soledad es insoportable, la carretera que lleva directamente a la locura, y tener ahí al "otro", aunque sea un enemigo, aunque represente el infierno en la tierra, puede ser la diferencia entre su vida o su muerte. Y de ahí al compañerismo, a la convivencia, a la amistad, hay sólo un paso, y ambos lo dan, y tú empiezas a pensar que hiciste las cosas bien, que el error no está en los hombres, que la ecuación falla, sin duda, pero en otro sitio.
Después de una escapada suicida hacia la nada tu experimento llega de nuevo a la civilización, por ende también la barbarie; vuelven la guerra, la muerte y la destrucción, o al menos las huellas que quedaron de todo ello, pero la amistad sigue, se acrecienta al calor de la hoguera y el alcohol, son dos almas gemelas que se necesitan y se comprenden a pesar de todo el gran universo que las separa, y tú dices bien, bien, la cosa marcha, creo que debería empezar a planterame el buscar las taras en otro lugar... Y justo en ese momento unas fotos todo lo cambian, unos rostros sin vida, de niños, de jóvenes soldados, de mujeres, todos muertos, insepultos, víctimas del odio y de la sinrazón, la humanidad de nuevo se instala en las almas de esos dos hombres a los que la viva naturaleza, el océano, la necesidad de aliento, habían conseguido limpiar, y todo se va al garete. Porque a Marvin se le ocurre preguntar "¿Por qué no crees en Dios?" y como única respuesta están esas fotos, y toda la destrucción que los rodea, y todas las vidas que se han segado y las que quedan por segar, hasta el infinito, y la mano de Dios no aparece en ninguna de ellas... o al revés... tal vez está en todas... justo ahí, traviesa y aburrida, jugando a los dados...
¡¿Cómo se atreven?! ¡Yo soy su padre! ¡Yo los creé!... y ahora me echan las culpas de todas sus miserias y defectos, todos sus execrables vicios... No puedes concebirlo, te resulta inaceptable, les das la vida y ellos se la quitan y encima luego te cargan con "los muertos"... ¡Desagradecidos!... Pero ahora la duda está ahí, en ti, en tus entrañas divinas, ahí mismo, justo al lado de esos rostros sin vida enterrados en la arena desde 1945, de esos rostros sin vida tirados en el suelo desde ayer... esas mismas miradas vacías que tú has consentido desde el principio de los tiempos, cuando se te ocurrió iluminar tus dedos con el brillo de la humanidad... Y la duda crece, y la rabia crece, y la impotencia crece aún más, porque te das cuenta de que acabas de caer en contradicción, ¡y eres Dios!... o se supone que eres Dios, y eso no cabe en tus cualidades, tú eres Ubicuo, Omnipotente, Infalible... y toda la demás mierda que ya conoces... ¿Cómo pueden estar entonces esas caras muertas desafiándote desde su silencio?...
Rabia, RABIA, ¡RABIA!... callaos, CALLAOS , ¡CALLAOS!... "¿Por qué no crees en Dios?"... una y otra vez esa pregunta restallando en tus oídos... y es insoportable... y eres Dios, y no lo puedes hacer callar... y él sigue preguntando, preguntando, y los rostros sin vida te siguen mirando, observándote acusadores... pero, ¡un momento!... sí que eres Dios, sí que puedes hacerlo callar, sí que puedes hacer desaparecer esas miradas y borrar tu mala conciencia de un plumazo... será tan solo un instante, y después de nuevo paz...
Y entonces la bomba cae sobre la isla, los dos amigos mueren, las miradas muertas cesan, el remordimiento desaparece... Y todo se envuelve de absurdo mientras aparece el "The End" final...
Y todo se siente más duro, y más frío, y más lejos...
© JIP
Yo sólo tenía en mente a Lee Marvin y Toshiro Mifune, solos en una isla desierta, haciéndose las más grandes perrerías, jugando al gato y al ratón, a ver quién era el más listo... y lo cierto es que, como no podía ser menos, me he encontrado con bastante más, reconciliándome muy mucho con el buen cine en el proceso.
Todo me ha parecido genial, de principio a fin, desde los dos magníficos protagonistas, hasta las paradisíacas localizaciones, pasando por las bellísimas escenas del cambiante y caprichoso océano, así como por los silencios y las miradas sobre las que se construye toda la narración; un auténtico placer para los sentidos.
Y ahora, una vez vista, me pongo a pensar... Supón que eres un dios, o el Dios, tanto da, y estás harto de ver cómo los hombres que creaste del barro se quitan la vida unos a otros inmisericordemente. Tal vez corren los primeros años de la década de 1940, o tal vez no, tal vez es ayer mismo en un colegio ruso y la sangre te salpica roja y agridulce desde la pantalla de televisión, allí arriba, desde donde narices todo lo observas. Da igual, el caso es que decides que estás aburrido, que vas a experimentar, que necesitas saber en qué la cagaste con esto del Hombre para que la cosa haya ido tan rematadamente mal. Y va y te da por convertir a dos de ellos en Robinsones Crusoes abandonándolos a su suerte en una isla desierta. Japonés el uno, yanki el otro, sus naciones enfrentadas, sus caracteres opuestos, y sus lenguas tan distintas que cualquier tipo de entendimiento se antoja imposible. Piensas, bueno, si no se matan así es que tal vez hay algún tipo de esperanza, secretamente lo piensas, sí, porque sabes que están condenados a entenderse, que alejados de la masa, de la turba maleable y advenediza, individualizados, los hombres ganan enteros, o eso es lo que te gustaría creer y tal vez te equivocas, porque lo que hacen a las primeras de cambio es intentar asesinarse el uno al otro. Empiezas a desconfiar, te resignas, haces que no que no con la cabeza.
Pero hay un momento clave, Mifune tiene a Marvin a su merced, desmayado en el suelo, y no lo mata, no puede, o no quiere, quizá porque necesita de la presencia del "otro" para alzarse sobre ella, para castigarla y torturarla e imponer su autoridad, o quizá porque sabe que la soledad es insoportable, la carretera que lleva directamente a la locura, y tener ahí al "otro", aunque sea un enemigo, aunque represente el infierno en la tierra, puede ser la diferencia entre su vida o su muerte. Y de ahí al compañerismo, a la convivencia, a la amistad, hay sólo un paso, y ambos lo dan, y tú empiezas a pensar que hiciste las cosas bien, que el error no está en los hombres, que la ecuación falla, sin duda, pero en otro sitio.
Después de una escapada suicida hacia la nada tu experimento llega de nuevo a la civilización, por ende también la barbarie; vuelven la guerra, la muerte y la destrucción, o al menos las huellas que quedaron de todo ello, pero la amistad sigue, se acrecienta al calor de la hoguera y el alcohol, son dos almas gemelas que se necesitan y se comprenden a pesar de todo el gran universo que las separa, y tú dices bien, bien, la cosa marcha, creo que debería empezar a planterame el buscar las taras en otro lugar... Y justo en ese momento unas fotos todo lo cambian, unos rostros sin vida, de niños, de jóvenes soldados, de mujeres, todos muertos, insepultos, víctimas del odio y de la sinrazón, la humanidad de nuevo se instala en las almas de esos dos hombres a los que la viva naturaleza, el océano, la necesidad de aliento, habían conseguido limpiar, y todo se va al garete. Porque a Marvin se le ocurre preguntar "¿Por qué no crees en Dios?" y como única respuesta están esas fotos, y toda la destrucción que los rodea, y todas las vidas que se han segado y las que quedan por segar, hasta el infinito, y la mano de Dios no aparece en ninguna de ellas... o al revés... tal vez está en todas... justo ahí, traviesa y aburrida, jugando a los dados...
¡¿Cómo se atreven?! ¡Yo soy su padre! ¡Yo los creé!... y ahora me echan las culpas de todas sus miserias y defectos, todos sus execrables vicios... No puedes concebirlo, te resulta inaceptable, les das la vida y ellos se la quitan y encima luego te cargan con "los muertos"... ¡Desagradecidos!... Pero ahora la duda está ahí, en ti, en tus entrañas divinas, ahí mismo, justo al lado de esos rostros sin vida enterrados en la arena desde 1945, de esos rostros sin vida tirados en el suelo desde ayer... esas mismas miradas vacías que tú has consentido desde el principio de los tiempos, cuando se te ocurrió iluminar tus dedos con el brillo de la humanidad... Y la duda crece, y la rabia crece, y la impotencia crece aún más, porque te das cuenta de que acabas de caer en contradicción, ¡y eres Dios!... o se supone que eres Dios, y eso no cabe en tus cualidades, tú eres Ubicuo, Omnipotente, Infalible... y toda la demás mierda que ya conoces... ¿Cómo pueden estar entonces esas caras muertas desafiándote desde su silencio?...
Rabia, RABIA, ¡RABIA!... callaos, CALLAOS , ¡CALLAOS!... "¿Por qué no crees en Dios?"... una y otra vez esa pregunta restallando en tus oídos... y es insoportable... y eres Dios, y no lo puedes hacer callar... y él sigue preguntando, preguntando, y los rostros sin vida te siguen mirando, observándote acusadores... pero, ¡un momento!... sí que eres Dios, sí que puedes hacerlo callar, sí que puedes hacer desaparecer esas miradas y borrar tu mala conciencia de un plumazo... será tan solo un instante, y después de nuevo paz...
Y entonces la bomba cae sobre la isla, los dos amigos mueren, las miradas muertas cesan, el remordimiento desaparece... Y todo se envuelve de absurdo mientras aparece el "The End" final...
Y todo se siente más duro, y más frío, y más lejos...
© JIP
7 comentarios
JIP -
un saludo
qbertnemesis -
troyana -
JIP -
Pero igual que me siento partícipe de la magia inexplicable también lo soy de la tragedia y el absurdo que hay, y mucho, en esta vida, quizá por aquello de que, como ser humano, no puedo hacer otra cosa que alimentarme de mis contradicciones para seguir adelante...
Un placer debatir contigo... :)
troyana -
JIP -
Dijo Sartre que no había nada en la naturaleza del mundo y del ser que pudiese justificar ningún valor en particular, así que, tu vida, la mía, la de cualquiera, con todo lo bueno y lo malo que arrastran, con todo el brillo y la luz que podrían llegar a contener, dependen en última instancia, de poco más que la caprichosa voluntad del azar...
troyana -