diciembre, siete, cero-cuatro
Hay una imagen que me encanta, por mágica a la vez que terrible, que es la del reloj de arena desgranando el tiempo en su caída de minúsculos pedazos de tierra. Mágica por su movimiento constante, su imparabilidad, su eterno retorno fugaz; siempre distinto pero siempre, a nuestra mirada, igual. Terrible por esos segundos que pintan, esos minutos y horas y días que se van... No se me ocurre un reloj más cruel que este, como tampoco más hermoso.
Y en este, mi particular reloj de arena, intentaré dejar constancia de aquello mágico y terrible, aquello extraño y exótico, incluso lo banal, que les ocurra a mis horas. Intentaré cartografiar mis melancolías, radiografiar mis tristezas y esculpir mis alegrías. Pintar con la palabra en lo posible los destellos de mi oscuridad.
Más que nada porque un día que se pierde sin una palabra, o sin el sabor de un beso o ni tan siquiera el de su recuerdo, o incluso sin el olor de un pensamiento fuerte, uno de esos que te hacen vibrar, no es un día vivido; son sólo horas transcurridas que se pierden en lo oscuro de tu tiempo acabado para no volver jamás.
No será un diario, o al menos no espero que lo sea. Tampoco un recuento de días. Será, tal vez, un diálogo conmigo mismo, con mi mente y mis entrañas, en un afán hirviente de no dejar caer ni un grano de arena más sin pedirles cuenta a mis vidas por vivir y a mi muerte por llegar.
© JIP
Y en este, mi particular reloj de arena, intentaré dejar constancia de aquello mágico y terrible, aquello extraño y exótico, incluso lo banal, que les ocurra a mis horas. Intentaré cartografiar mis melancolías, radiografiar mis tristezas y esculpir mis alegrías. Pintar con la palabra en lo posible los destellos de mi oscuridad.
Más que nada porque un día que se pierde sin una palabra, o sin el sabor de un beso o ni tan siquiera el de su recuerdo, o incluso sin el olor de un pensamiento fuerte, uno de esos que te hacen vibrar, no es un día vivido; son sólo horas transcurridas que se pierden en lo oscuro de tu tiempo acabado para no volver jamás.
No será un diario, o al menos no espero que lo sea. Tampoco un recuento de días. Será, tal vez, un diálogo conmigo mismo, con mi mente y mis entrañas, en un afán hirviente de no dejar caer ni un grano de arena más sin pedirles cuenta a mis vidas por vivir y a mi muerte por llegar.
© JIP
5 comentarios
charito -
por qué siempre hay hacer algo con el tiempo??.
Teresa -
Sigue la Buskeda -
volveré
Un saludo
Magda -
Tienes toda la razón, no debemos permitirnos nunca dejar de pasar el día...
Muchos saludos.
troyana -
muy loable este empeño de no dejar pasar en vano los días,al menos intentar que sean vividos intensamente,incluso sin hacer oidos sordos a nuestros sentidos,viviríamos más a fondo cada instante, tal vez sólo con eso, ya tendríamos media batalla ganada con nuestro reloj de arena.
saludos desde Troya.