Maestro de Esgrima
Hay días que te pasan tan por encima, tan como una plancha o una apisonadora, que llegas a la noche del todo zombi y estupidizado. De modo que si ahora soy capaz de sincronizar mal que bien mis pensamientos con mis dedos sobre el teclado se debe única y exclusivamente a que la ducha y el té ardiente han conseguido retornarme un lo justo, tal que así, a este supuesto mundo de vivos.
En realidad no hay mucho que decir. Después del curro estuvimos en un café, charlando, tomando algo. Bueno, lo justo sería decir que charlar, lo que se dice charlar, charlaron ellos, los tres, porque yo, el cuarto en discordia, no iba mucho más allá de un comparsa adormilado y almidonado. Más tieso que la mojama. Ya no sabía cómo diablos mantenerme a rueda de la conversación. Sencillamente no estaba allí. Total e irremediablemente noqueado...
Poco después Carles y yo nos despedíamos en Plaza Prim; Luis ya se nos había quedado en la Mercadal. Carles dijo: "Bueno... un día menos...", y automáticamente me dije; "Joder, cierto... ¡un día menos!..." Aunque, claro está, él se refería a que faltaba un día menos para el fin de semana y yo en cambio pensé enseguida que el día que caía era de la cuenta atrás hacia la sepultura. Modos de agonía desde lo duro y frío de la lona...
"Algún día escaparé de aquí... y confío que no con los pies por delante". Eso le dije. A lo que él respondió con algo así como "A ver si lo vemos todos". Supongo que todo esto que traigo aquí, lo que escribo y derramo, e incluso lo que esputo, como lo de ayer sin ir más lejos, no se parece en absoluto a ésa lima ignota que ha de doblegar los barrotes de mi prisión, pero pienso que es mejor que ir tachando semanas en forma de ralladuras en las paredes húmedas.
El caso es que hoy mismo también, horas antes de caer víctima del coma, a Walser le leí lo siguiente: "Mira que perder tanto tiempo escribiendo. Lástima por el volumen perdido. Habrías podido convertirte en algo realmente volátil. Has perdido la oportunidad de tornarte fábula. ¿No quería el destino que fueras el más afortunado de los hombres? ¿Y ahora qué? Me quedo sin palabras, y se me cae el pelo en cuanto pienso en lo que estoy escribiendo. Dios, en algo hay que emplear el tiempo."
Obviando el detalle de que lo del cabello precipitado es una asignatra que tengo más que superada desde hace años, ¿qué mejor consigna seguir que la que me propone desde la tumba este insigne lunático? Seguir aquí, escribiendo en mi tiempo, escribiendo mi tiempo: mi más digna forma hoy por hoy de levantarme de la lona antes de que el árbitro termine la cuenta atrás... alzar la guardia... continuar la pelea...
Hasta mañana...
2 comentarios
laveron -
laura
azuldeblasto -
Saludos.