Una Librería con Encanto
Es una calle comercial y de tránsito pero su entrada pequeña, casí mínima, franqueada por comercios que inundan las aceras y abruman al paseante con los más variopintos expositores y estanterías bajas, a reventar de postales, gafas de sol, bolsos y prensa extranjera. Una entrada pequeña, como digo, sin puertas, al aire, sin barreras, anónima y al tiempo seductora, azuzante, porque no tiene ningún rótulo o cartel anunciando en grandes letras: "Ey, pasad, aquí vendemos libros", ni falta que le hace por lo visto. Desde su interior umbrío unas lámpars ambarinas, como luciérnagas, llaman al espíritu curioso en general y al espíritu lector en particular, cual si las luces sirenas y tú un Ulises falto del más simple conato de voluntad: algo hay ahí dentro que te llama, tienes que entrar... Y así lo haces. Así lo hice.
Una vez dentro ya estás como en otro mundo, quizá porque no he visto todo el mundo que me hubiese gustado puedo decir que no he pisado jamás librería como esta, aunque resulta difícil imaginar que sean multitud las ni remotamente parecidas. Se trata de un rincón especial. Y digo rincón porque el local es chiquito, apenas más ancho al fondo de la nave de lo que lo es en su estrecha entrada; pero es que quizá de ser mayor la cosa perdería atmósfera, magia. A izquierda y derecha, alfombrando las paredes de arriba abajo, robustos estantes de hierro añejo guardan los libros; al fondo un pequeño cuarto guarda la literatura infantil en forma de lindo cuarto para niños; y a la derecha un mostrador casi modernista encierra en "L" a la cajera y orgullosa propietaria. Detrás suyo una preciosa mesa redonda presidida por la robusta "Ilíada" de Gredos, puesta en pie, reinando sobre una multitud de otros y menudos objetos que ahora mismo no recuerdo.
Dos estanterías bajas en mitad del lugar lo dividen en dos estrechos pasillos por los que los visitantes han de dejarse amable paso a cada momento. A lo largo de tu paseo avizor por los anaqueles puedes encontrarte tanto con pequeños clásicos en bolsillo dentro de cajones triangulares de madera, o en el portaequipajes de una antigua bicicleta de juguete; junto a la maqueta de un barco, donde no muy lejos, como es de rigor, descansan algunos de los libros de Pérez-Reverte, también un sextante; más allá un maniquí engalanado de pañuelo y collar; frascones de perfume; flores... También de tanto en cuando te topas con algún que otro volumen grande del que cuelga una targeta ocre con una escueta opinión de la librera acerca de la obra, escrita de su puño y letra, cabe añadir, de caligrafía envidiable. De fondo, ni muy alta ni muy baja, lo justo, como tiene que ser, música clásica acariciándote el oído.
El local es pequeño pero intenta tocar todos los géneros, a fin al cabo el negocio es vender libros y sería estúpido cerrarse puertas. Eso hace que el fondo de títulos no pueda ser muy amplio, aunque lo importante no sea eso, que sea lo otro, es decir, sentirte tan cómodo allí, paseando a gusto entre libros, que no quieras salir de aquella deliciosa atmósfera, y que para cuando quieras -o no te quede más remedio que- hacerlo, al menos lo hagas con un libro entre las manos porque no has podido resistirte a la tentación de aportar tu granito de arena a la conservación de tanta elegancia.
Dice la propietaria que los 11 de cada mes regala bombones a los clientes para celebrar que ha podido pagar el alquiler. Le pregunto que cuántos meses lleva regalando bombones y me responde que seis, sonriente, mientras me envuelve el libro para regalo. Le felicito por su librería, que me encanta, que en verdad cualquier apasionado de los libros debe sentirse aquí en la gloria, le digo, a lo que ella responde que gracias, que aunque no era precisamente así el proyecto de librería que siempre había soñado el resultado final ha acabado, en cierto modo, superando sus espectativas, quizá no tanto en lo que respecta a magnitud como a estilo. Aunque éstas no son exactamente sus palabras es lo que de ellas se desprende: una mujer que lleva toda su vida leyendo y comprando libros, y que por fin se siente al otro lado, orgullosa dueña y señora de un rincón a rebosar de encanto y buen gusto.
Es una lástima que yo no forme parte de la cada vez mayor y floreciente comunidad de propietarios de móviles de última generación, obsesos por tirarle fotos a lo que sea se les eche ojo por delante, porque de lo contrario ahora tendría un testimonio gráfico con el que sostener mis torpes palabras. De modo que aquellos que podáis y os sintáis con ganas tendréis que comprobar lo acertado o no de lo que digo "in situ", visitando la librería.
Ella se llama Isabel de Bellart, y podréis visitar su pequeño gran rincón de libros en el Puerto de Cambrils (provincia de Tarragona), Calle Consolat de Mar, nº 20. Si vais cualquier día 11 y compráis un libro ella os regalará un bombón; si coméis muchos de sus bombones contribuiréis, no sólo a que el gran sueño de la lectura y la literatura siga vivo en estos terribles tiempos del bit que nos ha tocado vivir, sino también a que el particular sueño de una amante lectora continúe siendo una realidad, ante todo, disfrutable.
7 comentarios
EL JARDINERO... LIFE -
He deambulado por su claustro. Me he nutrido de su sabiduria. Mil sueños y mil historias me han abrazado con amor.
Belleza respira, tiene don, vida diria yo!
Dejadme pues que os diga que tan bello y mágico lugar es la madriguera de una maravillosa hada de manos mágicas y corazón sabio.
Y si... yo tambien he sucumbido a sus dulces bombones.
GRACIAS Isabel por crear un espacio sagrado para los necesitados.
Pura Vida a todos.
Life.
Javier -
Isabel -
se haga familiar a sus sentidos, siempre sentirá lo inmenso con profunda emoción.
Goethe
Javier -
Ojalá mantengas ese amor por los libros toda tu vida. La librería de Isabel es una rara avis, sobre todo si tenemos en cuenta lo lejos que se encuentra de cualquier gran ciudad de este país, donde de ordinario nos topamos con las grandes y raras librerías.
Si leyó o no leyó lo que escribí sobre su librería, la verdad, no lo sé, lo más probable es que no. Pero es un detalle que en uno u otro sentido no cambia nada.
Un saludo y vuelve cuando quieras.
María -
Yo también he estado y... volveré a ir.
Isabel me acogió con mucho gusto. Ese día, conocí a una persona amable, dulce ... única.
Su "pequeño gran rincón de libros" como dices es preciosísimo.
Claro que es imposible salir de esta librería sin haber comprado por lo menos un libro... Cuando fui ahí, salí con tres y volví algunos días más tarde para comprar otros...
Yo también espero que haya leído este relato y que se sienta orgullosa. Lo merece.
Siento no manejar bastante bien el español para decir todo lo que quisiera expresar...
Un beso lejano...
María
pandora -
y como tu dices, es imposible salir de la librería sin haber comprado, por lo menos, un libro, aunque haciendo honor a la verdad, cada vez que me acerco por allí, salgo con cuatro o cinco, es que en casa somos dos que devoramos libros!!!!!
un beso desde mi caja.
pandora.
No sé -