diciembre, dieciocho, cero-cuatro
Diez de la mañana, en la estación, esperando un tren. Faltan quince minutos aún, así que me da tiempo. No he desayunado, algo en el estómago no estaría de más. Antes en las estaciones había cafeterías y había quioscos, ahora sólo hay franquicias. Por todas partes. "Un café con leche". Me atiende un tío, rondando los cuarenta, ningún chaval. "Sí, ¿con un cruasán?" No. "¿Con una caña tal vez?" No. "Sólo el café con leche, gracias". Aquello es como un Pan's, o como un Bocata, o como un Macdonals, tanto da, porque todos son iguales; tentenpiés para rebaños...
Quiero decir que tu mañana empieza bien, estás en la estación, vas a ver a tu amor, y decides tomarte un café mientras esperas que llegue, pero siempre tiene que haber alguien que se encargue de repatearte los higadillos. No es tan difícil. Un café, con leche, nada más. Si aquello fuese una cafetería como dios manda me habrían puesto el café y adiós muy buenas. Pero no, tienen sus grandes carteles, con todos sus productos, del primero al último, todo detallado, también con todos sus precios, siempre abusivos... y grandes fotos mentirosas, grandes ofertas mentirosas, la felicidad de tu estómago en mentiras multicolores... y también, cómo no, tienen sus dos empleados uniformizados de payaso, intentando colarte un jodido donut a toda costa. Me pregunto cuántos primos caen al día en la trampa del donut, lo aceptan, dicen sí, de acuerdo, pónmelo, por no hacer el feo, por puta timidez, maldita cobardía. Miseria de mundo. Y ellos, los camareros, seguro que cobran una mierda y aun así lo hacen, te intentan vender la moto, metértela hasta el fondo en cada café. A ellos ni les va ni les viene ¿Acaso cobran comisión por cada bollo, cada cruasán? No lo creo. Pero sus jefes, sus encargados, son todos unos cabrones, como en casi todas partes, están podridos, sí, apestan. Yo no podría, vender así mi alma al diablo cada vez que tuviera que servir un maldito café. Pero claro, yo soy un asocial, y por eso trabajo con coches, máquinas insensibles, inórganicas, porque el mundo de los vivos y su gente me agotan.
Bueno, el café ya está, pero no me lo sirve el mismo de antes, lo hace una mujer, treintena, gastada, antes de tiempo, muy triste. "¿Su café... quiere alguna pasta?" Lo que yo digo, todo está podrido, hasta los cimientos, y no hay donde escapar. Le digo que no, que gracias, que sólo el café, ¡joder!, bueno, lo del joder no lo digo porque uno es asocial pero tiene educación, pero lo pienso, mecagüentodo, me habéis jodido la mañana, ya lo vuelvo a ver todo negro... así que cojo mi café con leche, sin cruasán, sin donut, sin alma...
Podría haber ido a una de esas mesas a tomármelo, sentarme allí, beberlo, y esperar. Ya cada vez faltaba menos. Pero no, me habían tocado las narices, repateado miserablemente. Así que me quedé allí, de pie, a un lado del mostrador, estorbando a los clientes por venir, consumiendo perezosamente mi café con leche sin donut y sin alma. En realidad quería ese desafío, lo necesitaba, ver si tenían huevos, cualquiera de los dos, de decirme que por qué no me iba a una mesa y dejaba ya de tocar las pelotas... o de ofrecerme por enésima vez una jodida pasta... Mi educación también tiene sus límites.
Pero no. Nadie dice nada. Me miran mal, eso sí, pero no dicen nada. Porque todo está dormido, y podrido, y jodido, cada día más... y a veces tienes la impresión de que todos los trenes tardan siempre demasiado en llegar...
© JIP
Quiero decir que tu mañana empieza bien, estás en la estación, vas a ver a tu amor, y decides tomarte un café mientras esperas que llegue, pero siempre tiene que haber alguien que se encargue de repatearte los higadillos. No es tan difícil. Un café, con leche, nada más. Si aquello fuese una cafetería como dios manda me habrían puesto el café y adiós muy buenas. Pero no, tienen sus grandes carteles, con todos sus productos, del primero al último, todo detallado, también con todos sus precios, siempre abusivos... y grandes fotos mentirosas, grandes ofertas mentirosas, la felicidad de tu estómago en mentiras multicolores... y también, cómo no, tienen sus dos empleados uniformizados de payaso, intentando colarte un jodido donut a toda costa. Me pregunto cuántos primos caen al día en la trampa del donut, lo aceptan, dicen sí, de acuerdo, pónmelo, por no hacer el feo, por puta timidez, maldita cobardía. Miseria de mundo. Y ellos, los camareros, seguro que cobran una mierda y aun así lo hacen, te intentan vender la moto, metértela hasta el fondo en cada café. A ellos ni les va ni les viene ¿Acaso cobran comisión por cada bollo, cada cruasán? No lo creo. Pero sus jefes, sus encargados, son todos unos cabrones, como en casi todas partes, están podridos, sí, apestan. Yo no podría, vender así mi alma al diablo cada vez que tuviera que servir un maldito café. Pero claro, yo soy un asocial, y por eso trabajo con coches, máquinas insensibles, inórganicas, porque el mundo de los vivos y su gente me agotan.
Bueno, el café ya está, pero no me lo sirve el mismo de antes, lo hace una mujer, treintena, gastada, antes de tiempo, muy triste. "¿Su café... quiere alguna pasta?" Lo que yo digo, todo está podrido, hasta los cimientos, y no hay donde escapar. Le digo que no, que gracias, que sólo el café, ¡joder!, bueno, lo del joder no lo digo porque uno es asocial pero tiene educación, pero lo pienso, mecagüentodo, me habéis jodido la mañana, ya lo vuelvo a ver todo negro... así que cojo mi café con leche, sin cruasán, sin donut, sin alma...
Podría haber ido a una de esas mesas a tomármelo, sentarme allí, beberlo, y esperar. Ya cada vez faltaba menos. Pero no, me habían tocado las narices, repateado miserablemente. Así que me quedé allí, de pie, a un lado del mostrador, estorbando a los clientes por venir, consumiendo perezosamente mi café con leche sin donut y sin alma. En realidad quería ese desafío, lo necesitaba, ver si tenían huevos, cualquiera de los dos, de decirme que por qué no me iba a una mesa y dejaba ya de tocar las pelotas... o de ofrecerme por enésima vez una jodida pasta... Mi educación también tiene sus límites.
Pero no. Nadie dice nada. Me miran mal, eso sí, pero no dicen nada. Porque todo está dormido, y podrido, y jodido, cada día más... y a veces tienes la impresión de que todos los trenes tardan siempre demasiado en llegar...
© JIP
7 comentarios
JIP -
saludines.
corsaria -
Tengo un amigo que tiene una curiosa costumbre. Compra un dulce en una pasteleria y luego va a un bar/cafeteria de esos franquiciados. Cuando le ofrecen alguna pasta.. dice no. Saca su dulce y medio socarrón, mirando a quien le atiende:
-Le importa que me coma este dulce?.
La primera vez que lo vi, casi me muero de la risa.
Saludinos. :)
JIP -
saludín.
JeSy -
Saludos ;)
JIP -
PaRaP, creo que todos alguna vez hemos pasado por eso, yo también, por supuesto, pero bueno, nunca es tarde para... ¿o si?
un saludo a los dos.
PaRaP -
Siempre he sido un chico delgado, y no sé porqué le dije que me pusiera dos mas. Al final no me las comí y las llevé a casa.
Me sentí tan estúpido, tan manipulado, que creo que nunca más me ha pasado. Ahora el verbo 'querer' lo tengo más claro: 'quiero esto'. 'No quieres esto otro?'. No.
saludos
Charito -
un besito