Represalia
No deja de tener su mucha gracia, no creas, que me eches en cara que obvio responder lo que no me interesa y cambio de tercio cuando se me antoja, que me he convertido en un especialista del soslayo y el desvío, cuando tú misma has demostrado una y otra vez que hay pocas cosas que se te den mejor que el slalom... De hecho te reto a que encuentres a cualquier sujeto con menos de 20 que no se haga el loco en cuanto se siente encima la primera lluvia de flechas... A lo mejor pensabas que te las estabas teniendo con un alfeñique mocoso de tres al cuarto. Aquí, el que más o el que menos, todos hemos vivido ya lo nuestro, cargamos a la espalda nuestro buen fajo de mierda, de modo que a cuento de qué dárselas de caballero andante, de princesita ultrajada; bastante hacemos con mantener pie a tierra día tras día...
Y lo seguiré haciendo, me estoy refiriendo a lo de las evasivas, por supuesto, esquivarte y todo eso, al menos mientras pueda, que no siempre se tercia; hay veces que no queda otra, como ahora, aquí, que salirte por frente, al encuentro.... Y tú también lo harás, qué duda cabe. También el resto, faltaba más. Desde cuándo tirar piedras sobre el tejado propio ha sido moda fuera de películas y novelas. A estas alturas romanticismos los justos, que ya hasta el primer bebé probeta debe estar padeciendo sus buenas úlceras. Esto es la realidad... Aunque eso creo que ya lo sabías.
Hubo un momento en que me desconcertaste, ¿sabes?... Qué carajo, claro que lo sabes. Lo sabes de sobras. Me hablaste de invitarme al café que me debías, que quedaríamos no se dónde, pero a medio camino de ambos. Recuerdo que me pregunté: ¿Y ahora a qué diablos estamos jugando?... Como cuando a Tyrell lo despertó Sebastian de madrugada para darle el jaque mate: "Los dulces lo mantienen despierto, ¿eh?"... Pero no, el mate era de Batty, que esperaba en el ascensor mientras tramaba cómo explicarle a su padre que no iba a tener más remedio que hundirle los ojos en sus cuencas, "¿comprende usted?, padre... porque las cosas se hacen bien desde un principio o de lo contrario mejor haberse quedado en casa dándole a los crucigramas"... Supongo que por eso obvié toda respuesta. Me negué a entrar una vez más al trapo en tu juego. Además, ¿has tenido en cuenta lo aburridísimo que podría resultar tomar café con un fantasma?
Luego volviste, todo como siempre, las casas sin barrer. Y pensar que fuiste tú la de la frase aquella famosa: "No se muere de amor"... Joder, qué grande, qué hermosa, ciclópea que no te la acabas... mecagüenlaputa, casi me la cuelas y todo... Pero no, ¿y sabes por qué? Porque no hay aquí más muerta de amor que tú. No, perdón... Si acaso muerto de amor estaré yo; tú estás directamente zombi. Te sigo corto, sí, pero a la zaga. ¿Por qué estás aquí si no? Aquí desde el principio. Aquí todavía. Después del montón de mierda que dices te he tirado encima. Dresde e Hiroshima juntas y más allá... ¡La repanocha, vamos!... Yo te diré por qué. Porque eres una muerta de amor hasta las cachas y mi falso reflejo es el único destello que mantiene con vida la única parte de ti que se niega a seguir muerta... No, no pongas caras raras ni retrocedas para releer; sabes que me explico. Meridiano. A la perfección.
Y la carta que escribiste lo demuestra, tú misma lo reconoces, que utilizaste los nombres de mi historia pero el destinatario de tu escuela era muy otro, el de siempre, ese que no soy yo pero al que te recuerdo. Lo cierto es que me cansa que tres días me hables de tú y al cuarto te suba la fiebre, esa marabunta de amor que te tiene carcomida hasta el tuétano, y me vuelvas a vestir con ropa y ojos que no me pertenecen. ¿Por qué no te haces un favor? Vive la vida mientras puedas, mañana todo esto podría acabar de improviso y todos estos años te habrás dedicado a vagar por las estancias del castillo aferrada a tu sábana de todos menos Santa. De todo menos digna. Porque al fin y al cabo lo único que lo hace digno eres tú misma. Hace tiempo que él dejó de valer la pena, y lo sabes, aunque no lo quieras reconocer. Tal vez es peor; quizá lo reconoces y te da igual. Te aferras a él como las moscas a la mierda. Porque es tu "mierda". O piensas que es la única "mierda" que te queda; la última mierda con la que recuerdas haber sido feliz... Pero mira bien en derredor, está todo bien repleto de boñigas; el mundo entero no es otra cosa que un inmenso y esferoide zurullo... (Joder, diez días fuera de aquí y ya ves, estoy que me salgo, sembrao es poco.)
Tú lo haces subir, pujar, merecer, en tu recuerdo de aquellos días, tan distintos de éstos que ahora vives, sufres, padeces. Días de amor rebocado y Antártida.
Y a todo esto tal vez te preguntes: ¿Por qué? Por qué ahora, por qué esto, por qué aquí... Bueno, no deja de ser una bomba más y tú has demostrado estar ya más que blindada. Más dura que el alcoyano y sin inhibidores de frecuencia. De la primera a la última todas te las tragas. Qué macabro, ¿no? Y qué hijoputa. Pues sí, la verdad, para qué engañarse: si tú puedes hacer literatura conmigo yo puedo hacerla contigo, y en eso además sabes que te llevo ventaja...
Esta vida está llena de hijos de la gran puta, así que dime, ¿por qué iba yo a ser menos?
3 comentarios
M.A Berrakus -
A ver si nos vemos más, copón.
Jesús -
Woswis -
Aunque, dada la buena tinta que gastas, casi es un honor ser blanco de tus iras!
Saludos!