Le petit déjeuner
Despierto de un sueño demente a la par que lucrativo, en él, cada vez que desfilaba una tipa jamona ante mis ojos libidinosos, o bien albergaba en mis adentros perineales un pensamineto húmedo y casi tumescente, va y me salían los tres jackpots en la tragaperras de la duermevela, que acto seguido procedía a soltarme mil sonoras pesetas, en monedas de a cien de las de antes, cuando había rubias. Me froto los ojos empegotados de legañas y me paso la diestra mano por la cabezorra, de atrás adelante, de alante patrás, como calibrando la resaca, gesto que no sirve para una mierda pero que es en sí mismo asaz peliculero a la par que chorras, y que únicamente se aprovecha en su ciento por ciento de inutilidad cuando lo alto de tu mollera culmina en frondosa cabellera de pelardos. Al final no me queda otra, tomar consciencia y mando de la situación: "¡Coño!, pero si sigo aquí...": la puta vida esta.
Desayuno café solo con almendras. Lo del café sólo observa su justificación en que el culillo de leche que me quedaba en el tetrabrick de la vaca rijosa está agrio, grumoso, como lefa frita de calor sobre el salpicadero de un simca 1000 abandonado en lo peor del desierto de almería, justo allí donde casi la casca el bueno de Eastwood, que de bueno nada, que era tan cabrón como el resto; la suerte que tuvo el tipo es que pasaba del metro ochenta. Lo de las almendras, en cambio, no tiene conexión alguna con que no me saliera de las pelotas comprar galletas ni madalenas ni tostadas con la mermelada ya untada de fábrica, lo último en chifladura alimentaria. Simplemente me gustan las jodidas, malditas, calóricas almendras. Así que las desayuno. Y punto.
Salgo. Bajo las escaleras. Una maruja haciendo la escalera, es decir, fregando la entrada del edificio, y cuando digo "maruja" lo que en realidad pretendo es precisamente esto: ahorrarme el tener que describir que es una analfabeta de pueblo, orillados los 50, escarola horrífera y teñida coronando su testa, cara de bolso, alma negra de mazapán carbonizado tras treinta o más años de trabajo cabrón y servil. Le piso el suelo recién fregado al pasar, qué remedio, pero ella no levanta la cabeza, sigue a lo suyo.
Pero mierda, me he dejado el móvil arriba, vaya por dios. ¿Debería subir? Nunca me llama nadie, es cierto, pero quién sabe. Miro la calle, hoy pintan bastos en el cielo... Doy media vuelta y subo: vuelvo a pisar lo fregado. Sin comentarios por sus partes.
Ya estoy de vuelta, móvil en el bolsillo. Nuevamente en la entrada y de nuevo mis huellas en el suelo húmedo. La chacha no chista mueca. De inmediato pasa la fregona sobre mis zapatos recién impresos por segunda vez en su barniz de lejía.
Pero, uy, me he dejado el cargador del teléfono y lo llevo con apenas un hilillo de batería. Debería recargarlo en el curro, por si aquello de que va y alguien se le rompe una tripa y del cielo llueven chuzos de puta -sí, leyeron bien, de puta, de PUTA y no de punta,- y hasta, quién sabe, va y recibo una triste llamada...
Voy por él. Pasos que dejan huella los míos, todo un carácter mi menda. A la ida nada pero a la vuelta, quiero decir a la bajada, ya con el cargador en la bolsa, la mujerona me mira no sé bien si con odio o con asco, o con algo intermedio, monstruoso e informe, cruce contra natura de ambos, cuyo apelativo nominal me habría de entretener en buscar cualquier día de estos en el María Moliner.
Me piro, me piro, ya llego tarde veinte minutos, pero, uy... ay... ¡rediós!... que me entra, que me entra... que de pronto me estoy cagando almendras afuera, como puños de Mazinger, lo que se dice a base de bien. Me he puesto que rompo aguas y me viene de cabeza el truño grandón y retortijero.
Subo corriendo antes de que se me escape pierna abajo "la criatura" y, claro, vuelvo a pisarle a la pobre desgraciada el suelo bañado inundado en desinfectante barato..., pero bueno, pienso mientras asciendo escalones a ritmo de tres por zancada, mejor eso que dejarle allí plantado todo un señor Mojón, Rodin en potencia, ¿no?, todo él escultura perecedera, monolito apestador.
Lo hago. Me refiero a cagar. En mi casa. Mi inodoro. Luego tiro de la cadena. Floooossshhhhh... En el curro me crujen fijo, pero qué voy a hacerle si me viene de improviso el momento "olbrán". Bajo otra vez, todo descanso y cara de ancha felicidad, tan grande ha sido el muerto que me he sacado de encima. Me dejé vacío, talmente sin mierda en las tripas, que diría el Monterito Glez. Ufff. Como éste ya se van viendo pocos...
Vuelvo a pisar: "¡¡¡¡Pero hay que ver que está el mundo lleno de hijos de la gran putaaaa, ehhhhhh!!!!... ¡¡Y no se acaban, no, no se acaban!!", pero claro, esto lo escribo yo así de bien y sin faltas porque soy un tío con educación y estudios y me falta sólo una desde hace tres años para ser licenciado, que la tía bestiaja me lo suelta más o menos de esta guisa: "Pero ay que vé questá er mundo yeno dihjo de la gran putaaaaaaa, eeeeeeee!!!!... y nosacabanno... nosacabannnn!!".
"Cuánta razón tiene usted, señora mía, no sabe usted cuánta", le respondo, pronunciado lo cual tengo a bien desaparecer por el resto del día. Y en verdad que razón no le faltaba a la bendita.
17 comentarios
Javier -
La ficción y la realidad dentro de la chuffla condición son excluyentes a la par que se complementan, no sabe uno muy bien qué creer y qué tirar por el sumidero. Iba a escribir algo sobre ese partícular, no crea, qué pena que tengamos ya los hadrones encima y no me dé tiempo... snif.
Gracias, Danzante, por las lecturas de los otros artículos que mencionas, en especial el del amigo Brolin, que, inmodestia aparte, pienso me quedó bastante gracioso.
¿Último saludo?
Danzante -
Por cierto, estoy de acuerdo con su visión sobre la literatura actual, la que destila con clase en un post viejuno sobre "Nocilla Dream".
P. D. Y fantástica la historia del pobre Brolin...
Danzante -
Su texto tiene su punto, aunque no me creo que la sufrida señora tardase tanto en vociferarle, jajaja. En mi portal, alguien amenazó gravemente a otro ente desconocido que se dedicaba a desordenar los felpudos vecinales (los situados, exclusivamente, delante de las puertas).
Me gusta la mención a Montero Glez. Hace un par de semanas, acudió a un programa de Sánchez Dragó, y se pasó toda la emisión criticando "Nocilla Dream".
Javier -
Celebro su voz, folken, en esta mi intalentosa morada.
Saludos.
Folken -
Digo, yo es que de cafés no entiendo mucho.
Es que las almendras que teníamos en el bar tenían sal, entonces si se las ponía uno al café daban arcadas.
Me acuerdo porque lo probé una vez, aunque no me pidieron café con almendras. Me dijeron que lo cortase, pero yo no sabía cortarlo, y creía que con la sal al menos cortaría la digestión.
Y eso.
Javier -
Un abrazo fuerte.
Samuel -
Javier -
Le agradezco el punto y el enlace, ahora es usted quien anda en posesión del servicio...
Yellow Rey, supongo que al final fuiste a ver Hellboy 2, deduzco que te debió paracer algo menos aburrida que a este menda, puesto que a estas alturas de día -mientras escribes ese comentario- aún no andabas sobado de puro tedio.
La profilaxis donde es de ley y necesaria, lo justo para no tener que responder en la vida a un "papá, me estoy meando..."
Saludos.
el_rey_de_amarillo -
Joan -
Un punto a su favor.
Saludos
Javier -
Samu, no intentes disimular como un bushiano ataque preventivo lo que es pura y llanamente gula, cabrón. A los que te conocemos no nos la cuelas, tío.
Saludos!
Samuel -
CEci -
Por si te interesa, en el Qué leer de este mes hay un reportaje de Ballard a propósito de la publicación de "Milagros de vida". No lo he leído aún y los reportajes del Qué leer no son para tirar cohetes, pero avisado quedas.
Un saludo
Javier -
La Zurda Creación esta del Universo, que sólo cabe achacar al ceñiprieto ojal del Mismísimo, pronto acabará, dicen, el día 10 del presente, más concretamente, en silencioso y total colapso por agujerazo negroide en mitad de nuestra napias. Es en este sentido todo un consuelo pensar que dejo tres cuartas partes de la hipoteca por pagar, y bien que se jodan los hideputas...
La mujer de la limpieza de mi curro escucha COPE y piensa lúbricamente en Jiméñez Los Antos, pues se compra todos sus tochanos. ¿Acaso se tratare de inspiración infusa?
Válgame!
child in time -
Hombre Ampolloso -
¿Y qué puede hacer un tipo cabal en tal tesitura y visto lo visto, sino ser un hijoputa redomado y ceñiprieto? ¡Nada! Salvo, tal vez, emborracharse, vomitar en el descansillo y despertar a la mañana siguiente sintiendo la húmeda y maloliente caricia de la fregona por la jeta.
Así que café con almendras...
Salú!
cuvric -
Lo cual no quita que usted le tocara la chepa indiscriminadamente, con faz burlesca y bufona. O sea: se ganó los exabruptos.