Puppeteers
Te quieren fuera y te quieren a punto, te quieren marginado y productivo. Quieren tu miedo, quieren tu pánico, quieren tu perpetuo temor. Quieren tu cartera, quieren tu sudor, tu nombre en las listas de los dormidos, tu nombre fuera de las listas del paro, del seguro, de los pensantes; maledicentes, cínicos, aventuradores. Te quieren obcecado, te quieren hundido pero solícito, soñante pero engañado. Te quieren ahí, pero fuera, con casa pero sin alma, con letras y plazos y coche enecientos caballos pero sin espíritu veloz sobrevolando puertas. Te quieren en la habitación sin salida. Al borde de la cuerda, al borde de la cuchilla, al borde de la caja de somníferos. Te quieren a un paso de las armas, a un tan pequeño salto de la rabia. Te quieren rebaño, te quieren piara, te quieren pocilga maloliente previa al matadero. Te quieren cansado, te quieren reventado, te quieren a justo un escalón de la locura, pero siempre a uno y sólo a uno, ni en ella ni ajeno a ella: justo a un puñetero y último segundo de la sinrazón. Nada quieren saber de tu intrínseca música, de tu íntima verdad. Sólo tu número, tu código de barras, dígito de control, límite de tarjeta, nómina: original y fotocopia. Te quieren en bruto, negro y hecho un asco tras 10 horas de mina o 12 de encofrado; esclavo diamante. Te quieren en neto; limpio, resplandeciente, oliendo bien; en las bodas, en los supermercados, en los concesionarios, en los estadios, en las urnas, en las manifestaciones, en las farsas tras los atentados, hecatombes y genocidios; esclavo producto manufacturado. Te quieren postrado y te quieren refinado. Como un azucarillo blanco tirado al café negro de la rapiña. Quieren que seas feliz, que lo pases bien, encarecidamente felicísimo y con muchos hijos, muchos perros, muchos gatos, muchos respetables monovolúmenes y 4X4, y que ninguna guerra los haga pedazos. Ninguna peste los llene de bubones. Ningún cáncer/sífilis/sidazo les haga gastar un solo céntimo en un vacuo intento de cura, una estúpida esperanza de quizás vivir. Pero al tiempo la quieren. La aman. La desean lubricentes y salidos. Tu enfermedad. Tu agonía. Tu muerte. Que los maricones se enculen todos a oscuras y sin condón, que entre ellos se infecten y se borren de una vez de la faz de la tierra. Que las putas inunden las esquinas de herpes, ladillas y pus blenorrágica, y las arcas de los laboratorios de sucios denarios. Que los mariditos y las mujeritas follen lo justo y sin barreras, como manda el supuesto dios, y que llenen el mundo de vástagos y bastardos que engrosen a la larga las filas de los ejércitos de soldados, huestes de consumidores, divisiones de zombis sin voluntad. Y que luego ella lo engañe a él mientras él también la encuerna a ella; y los niños mirando, y las abuelas cuchicheando, y las familias susurrando, y no sé cuántas manos, en la sombra, frotándose untuosas. Hasta que ella lo deje y él la mate. A golpes. A hostias bien dadas. A puñaladas. ¿Y en el entretanto?: los interrogantes bien lejos. Las ilusiones bien lejos. Las pupilas brillantes eso mismo, no ya lejos: ¡apagadas! Sin color. Sin sabor. Sin dolor. Ellos miran por vuestro bien, cuidan de vosotros. Velan por vuestra ataraxia. Que no sufráis, no lloréis, no temáis, no penséis, no viváis, no luchéis, no lo hagáis… sobre todo eso, que no lo hagáis, lo que sea, que no, por favor, que ni se os ocurra tener iniciativa propia. Que no advengáis esteparios, unilaterales, unívocos, conscientes, derribadores... que no sepáis de la sangre en vuestra sangre… Eso quieren. Eso os quieren… Del “te” al “os”, empezando por “uno” y acabando con “todos”…
6 comentarios
Javi -
Un saludo.
Javi -
Un saludo.
isabel -
imagina -
Saludos
Javi -
Un abrazo, Bango.
J. P. Bango -
Sí. Pero te quieren...
Ese es el quid de todo. No son nada sin ti.
Sin todos.
Un saludo, Javi.