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tannhauser

Schreck

Nada que hacer

Una de esas noches en la que todo te parece mucho más absurdo que de costumbre, la vida en esta tierra y las personas que la habitan -o creen que la habitan- te parecen más que nunca ese juego de espurio ilusionismo, urdido desde no sabes dónde, que sospechas desde hace tanto. Ni te extraña que tantos se marchen para el otro barrio en estas fechas, tan señaladas.

Te levantas y dices: y ahora qué; y no sabes bien por dónde empezar a responderte. Podrías leer algo, sí, pero al poco te dices que para qué, de modo que no lees. Lo mismo te pasa con ver una película, que desistes enseguida porque también se te antoja un sinsentido. De salir a dar una vuelta ni pensarlo, con el frío que hace, y a estas horas, y siendo festivo además, que todo está cerrado y como si domingo en esta ciudad muerta en la que me ha tocado en suerte agonizar.

Agonizar. Un verbo fascinante. La novela de Faulkner, "Mientras Agonizo". Título bestial. Genial. Ambas cosas. No la he leído todavía, tal vez nunca lo haga, y aunque finalmente lo haga tal vez me parezca una mierda, pero sólo el título ya la justifica, porque lo contiene todo; al menos todo lo que yo necesito ahora mismo: el verbo; "agonizar"; y el "mientras tanto", que bien podría alargarse hasta la eternidad, o hasta que la espiche; para este caso valen lo mismo.

¿Qué puede hacer uno mientras agoniza? Leer no, está claro, pasear tampoco, ni aliarse con el cine... Ni tantas otras cosas. Así que aquí estoy, sin saber muy bien qué digo y dándole sorbos al aire porque ni siquiera hay lugar para un café con leche. El estómago se queja, da la tabarra: "¿Dónde está mi cena?, maldito cabrón". Porque el estómago sabe, no le vengas con toda la sarta de memeces y puñetas que enturbian los ojos del corazón de la mente. Sabe lo que quiere y lo pide, va a por ello, directo si le dejan. Es sencillo, que no simple, y desde luego lo menos absurdo con lo que he tenido la oportunidad de toparme en mi absurda anatomía. Después de eso, en orden decreciente, vienen los genitales, otros que tampoco se pierden en vaguedades..., pero tampoco ahora me veo con humor como para empezar a machacármela, la verdad.

Apatía, abulia, hastío, incipientes sombras de necrosis en el ganglio de la esperanza; la bilis de vacaciones y el estómago vacío. Creo que me limitaré a sentarme en el sofá un rato y esperar, a ver qué pasa...

 

Feliz Navidad, Mr. Walser

 

Coincidiendo con sus primeras crisis nerviosas y periodos alucinatorios, que empezaron sobre 1925,  Robert Walser cambió literatura por microescritura y sustituyó la pluma por el lápiz, quién sabe si en un intento, desesperado y exorcizador, de ocultarse a sí mismo de ese loco en que se estaba transformando. Le valía cualquier papel que no fuese precisamente eso, el castrante "folio en blanco"; periódicos, recibos, nóminas, calendarios... Walser abandonó la escritura para convertirse en prolijo garrapateador de márgenes; en cierto modo, un blogger muy avant la léttre.

 

Después de tres años de espera -a razón de volumen por año- Siruela ha dado por concluida estas navidades la edición en castellano de los microgramas completos de Walser; los 526 papeles microcaligrafiados que Carl Seelig, a la sazón su editor y amigo, recibió del sanatorio mental de Herisau -en el que Walser se pasó interno los últimos años de su vida- después de que nueve meses después de la muerte del escritor una enfermera diese con ellos dentro de una vieja caja de zapatos. 526 hojas que han tardado cerca de 20 años en ser descifrados.

 

Qué terrible y a la par magnífica cocina literaria; toda esa escritura intempestiva, apiñada y brutal sobre un papel que no fue destinado para tal fin, y encima escrita a lápiz, tan distinto de la pluma ortodoxa:

"La gente culta de verdad es esa que, en lo que a cultura se refiere, deja siempre un poco que desear. Eso da una imagen de inocencia. Los sobelotodo son gente sospechosa. Quien haya tenido, por ejemplo, en la mano páginas de Beardsley, mala cosa. Un hombre hecho y derecho tiene el deber de no haberse preocupado aún de muchas cosas"

"De vez en cuando le decía alguna lindeza. En una ocasión le pedí con un gesto de la cara, con un gesto que jamás podrá olvidar, que se bebiera, digo, comiera una salsicha frita que yo pagaría, poco antes de que ella la cortara suavemente y con cuidado. Así lo hizo y se comió, digo, se bebió un buen vaso para acompañar. De hecho, no se bebió tanto el vaso como lo que nadaba y se contenía en él despidiendo un brillo rojizo, el vino"

"Era casi fea de tan bella, casi masculina de tan femenina y más bien tirando a gruesa de tan esbelta como era, y creo que se marchó a una cita, pero ese con quien se había citado venía precisamente de otra cita. Si no pudiéramos engañar, nos vendríamos abajo. ¿Engañamos por pura malicia? No. Son todas tan dulces, y conozco a una que no hace más que engañarme siempre, y por eso tengo que engañarla yo también"

"Renunciar nos hace libres. Todo aquel que tiene algo es esclavo de sus bienes. Si lo dejas escapar, no te sentirás obligado. Al que no ato a mí no necesito prestarle atención. Lo que yo llamo mío me llama a mí suyo. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. De nosotros depende si somos pobres o ricos. Una ganancia puede conllevar pérdidas y una pérdida ir asociada a una ganancia. Si no se pusiera el sol, ¿cómo iba a salir de nuevo? Para levantarse es preciso haberse hundido. Extraña manera de juzgar la que tienen las personas. Que no teman por los felices y no envidien a los que lloran"

"Pero no pienso caer en la seriedad. La profundidad del pensamiento no debería hacer correr la voz de que me he convertido en su víctima"

Si este Walser loco  y gris fue capaz de escribir párrafos como estos en los márgenes estrechos de unas órdenes de pago o en las hojas de un calendario, qué palabras no habría caligrafiado, vaporoso y fantasma, en los espacios en blanco de su propio certificado de defunción, tras ver su cuerpo caído muerto en la nieve el 25 de diciembre de 1956...

 

Neural



Empiezo a preocuparme: de nuevo un sueño esta noche, o una pesadilla, ¿cuál es la diferencia? Licenciados abstenerse, porque si la respuesta es que los sueños son películas neurales con elefantes rosa y nubes de tormenta de algodón de azúcar, bien, podéis ahorraros la parrafada conmigo, para eso ya le encargo a Bradbury que me escriba un anuncio de compresas.

La cuestión es que durante gran parte de la noche, removiéndome intranquilo y en algún momento hasta sabiéndome con los riñones al aire, tanteando la pulmonía, y mientras, en mi cabeza, dentro de “The Night of the Living Dead”, de Romero; hasta era en blanco y negro el asunto; el sueño, la pesadilla, quiero decir. Estaba el negro y todo, sólo que no era tan valiente como en la peli, me mandaba a mí a buscar ayuda, el tío mierdas, y yo, gilipollas, voy y salgo… En fin. Los sueños sobre muertos vivientes siempre acaban como tienen que acabar, es decir, sin salida, porque ellos son mayoría; te acaban atrapando antes o después. Leí no sé dónde que en no sé qué año de no sé qué siglo, se calcula que a este ritmo de penetraciones sin condón que llevamos –si un meteorito con forma de conejo no se nos lleva antes por delante–, ha de llegar el día en que sean más los vivos que son que los vivos que fueron, esto es, la suma total de muertos desde que el hombre es hombre, es decir, que es Sapiens, o mejor dicho, se lo cree –Sapiens–, porque hay que ver qué cantidad de descerebrado suelto por ahí. Es salir a la calle, un par de miradas, y ya echas la mano al cinto comprobando fastidiado que, ay, te has vuelto a dejar la Mágnum 44 en casa… Dirty Harry querido, muchos te echamos de menos.

Ahora unos pinchazos fuertes en la cabeza, inusitados y preocupantes. Numerosos y molestos a lo largo y ancho de mi hemisferio izquierdo cerebril. Quizá dolor reflejo de la pesadilla, de cuando me atraparon y se me empezaron a zampar, comenzando por los sesos, que para ellos son el caviar de la ultratumba. Después pasan al hígado, su particular jamón pata negra… A ver si al final va a pasar como en “Phenomenon”, el truño aquel del Travolta, ¿os acordáis? –si os acordáis, hacéroslo mirar– en el que toda su metamorfosis en SuperHombre –nada nietzscheano, por otra parte– se debía a un tumor cerebral que acabaría a la postre con sus días –¡y menos mal!, también con la película–. Pero yo sólo tengo los pinchazos en la chola, ningún poder digno de recensión por el momento, aunque tal vez un tumor cerebral sólo te otorga poderes cuando eres cienciólogo...

También me molestan la costilla volante derecha, la rodilla izquierda y el pie siniestro, en ese orden. Cosas del hacerse viejo, la mala vida. Y de quedarme por las noches frito en el sofá, por qué negarlo –al menos en lo que respecta al costillamen y el espaldamen, anquilosado y pidiendo la hora–. Me quedo dormido con el libro entre las manos, o viendo una película, la estufa en marcha, combatiendo a duras penas este invierno, no todo lo apocalíptico que cabría desear. Luego me despierto a las seis, a las cinco de la madrugada, hecho una mierda, me duele todo, me cago en dios; ese rollo: “Tendría que irme a la cama”, me digo; pero debo decírmelo con más bien poca convicción porque nunca me hago caso.

Empiezo a verme un poco como los borrachos que han durado lo suficiente como para poder contarse batallitas: “Ya no aguanto como antes, ahora sólo bebo… vino”. Sí, también como Lugosi, por qué no: reventado y pisoteado hasta el día final. Él con los pinchazos en las venas y yo en la calvorota. Recuerdo una conversación que tuve con cierta persona. Durante seis meses estuve medicándome, para la depresión, no he tenido sueños más bonitos en mi vida, dijo. Drogas, pensé. Las pastillas, dijo. Las drogas, pensé. Lo que volvería a dar por volver a tener aquellos sueños, dijo. Yo también quiero de esa mierda, pensé... Si escuchas más que hablas, en el entretanto puedes darle al botón de centrifugar de la mente.

Y además el cuento; me he quedado atascado, atrapado, sin salida, como con los zombis, se me está comiendo. Soy una carótida obstruida. Un impulso neural y ballardiano estampado contra el vaginal muro del bloqueo.

Connect

Bien, alguien me confesó no haber comprendido a cuento de qué vino lo de Bus Stop: conectado a dónde, a qué, me dijo, y quizá se olvidó lo más importante: “desde dónde de tu particular geografía”. No te preocupes, como ves la pregunta más difícil ya la pongo yo… Todo y que es difícil de explicar, lo sé. ¿Internet?, sí, bueno, tal vez podría ser eso, puede, de hecho, pero no tiene por qué ser sólo eso, es decir, sólo ahí. En fin, es como decir que ahí está la gente, ¿no?, ahí afuera, siempre conectada a algo, enganchada a la realidad, atrapada en cierto modo, y cabría pensar que si eso es así es porque desde luego interesa. Interesa a alguien. O a algo. ¿Dios? Bien, tal vez, supongámoslo, abramos esa vía… aunque supongo que él/eso/ello tiene también sus enchufes, muy escondidos, bien es verdad, pero debe tenerlos; una entidad superior lo tiene también cogido por los cojones, esclavizado en algún lugar. Y así sucesiva y escalonadamente hasta la náusea…

Pero es eso, quiero decir, lo de estar conectado, o mejor dicho, de repente, no estarlo, salir, salirte de ti mismo y de la realidad, saberte out, como decía, pero sin ser consciente de ello más que vagamente, como en nieblas de sueño. Basta que te desconectes un segundo para que algo se accione a tus espaldas, tome medidas, venga a buscarte, tire de tu cable y te retorne a toda esta ilusión ajena e inextricable.

O algo así, tampoco hagáis mucho caso.

 

Bus Stop

No pensaba en nada, estaba completemante out, con la mirada perdida en algún punto... Sencillamente tenía esa facultad. Estaba esperando el autobús y no había nadie allí excepto un viejo leyendo el diario. Algo extraño, ¿no? Entonces alzó la cabeza, se giró hacia mí, muy despacio, y dijo: "¿Cómo es que no estás conectado, niñooo?", y volvió a sumergirse en su lectura, irreal y vaporoso.

¡Rediez!... Desperté de golpe. Enfoqué de nuevo: la calle, el viejo, su diario, el autobús, llegando; nada de especial...

Esto me ha recordado "la historia del autobús", no ésta, sino otra que escribí y tengo por ahí pendiente desde hace no sé cuánto, en una carpeta de textos olvidados..., otro de mis incontables "debería".

Pero, ahora que caigo... ¿Y vosotros?... ¿Por qué narices no estáis conectados, niñooos?...

 

Words

Sí, sí, es cierto, sería algo así como un "llano en llamas", ¿no?, o tal vez una nueva "Región", a la que no sólo "volverás", sino de la que te será imposible salir, ni siquiera con los pies por delante. Hay quien vive con las palabras, se sirve de ellas como se sirve de un cazo viejo para calentar la leche en las frías mañanas de una larga ciudad; pero los hay también, y muchos, que viven por las palabras, en un constante viajar en su torno satélites, desde ellas y hacia ellas, y en mitad gracias a ellas, bendiciéndolas con un arrullo de cuerda vocal o bien unas trazaduras rápidas en papel quieto. Es el vértigo de la palabra.
¿Cómo escribió Kundera en su "insoportable levedad"?:

"El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados".


Y es verdad, una vez marcado no puedes escapar, ni aun sepulto, como yo ahora -como entonces-, aquí, que me dejé arrastrar a las tinieblas para no caer más, sustraerme de una vez a la sed abismática que me estaba consumiendo, y aun todavía, a pesar de la sangre, sigo cayendo en su redes.
Es como una piel desnuda y rezumante de sexo limpio y terrible, como unos labios húmedos acunándose en el deseo, de arriba abajo, pidiéndote más y más, al oído, empapando tus lanzas en el almizcle lúbrico: imposible escapar a su hechizo feérico. Imposible escapar a la palabra mientras haya vida, esa particular forma de aliento: aire caliente en tanto deseo...

Puppeteers

 

Te quieren fuera y te quieren a punto, te quieren marginado y productivo. Quieren tu miedo, quieren tu pánico, quieren tu perpetuo temor. Quieren tu cartera, quieren tu sudor, tu nombre en las listas de los dormidos, tu nombre fuera de las listas del paro, del seguro, de los pensantes; maledicentes, cínicos, aventuradores. Te quieren obcecado, te quieren hundido pero solícito, soñante pero engañado. Te quieren ahí, pero fuera, con casa pero sin alma, con letras y plazos y coche enecientos caballos pero sin espíritu veloz sobrevolando puertas. Te quieren en la habitación sin salida. Al borde de la cuerda, al borde de la cuchilla, al borde de la caja de somníferos. Te quieren a un paso de las armas, a un tan pequeño salto de la rabia. Te quieren rebaño, te quieren piara, te quieren pocilga maloliente previa al matadero. Te quieren cansado, te quieren reventado, te quieren a justo un escalón de la locura, pero siempre a uno y sólo a uno, ni en ella ni ajeno a ella: justo a un puñetero y último segundo de la sinrazón. Nada quieren saber de tu intrínseca música, de tu íntima verdad. Sólo tu número, tu código de barras, dígito de control, límite de tarjeta, nómina: original y fotocopia. Te quieren en bruto, negro y hecho un asco tras 10 horas de mina o 12 de encofrado; esclavo diamante. Te quieren en neto; limpio, resplandeciente, oliendo bien; en las bodas, en los supermercados, en los concesionarios, en los estadios, en las urnas, en las manifestaciones, en las farsas tras los atentados, hecatombes y genocidios; esclavo producto manufacturado. Te quieren postrado y te quieren refinado. Como un azucarillo blanco tirado al café negro de la rapiña. Quieren que seas feliz, que lo pases bien, encarecidamente felicísimo y con muchos hijos, muchos perros, muchos gatos, muchos respetables monovolúmenes y 4X4, y que ninguna guerra los haga pedazos. Ninguna peste los llene de bubones. Ningún cáncer/sífilis/sidazo les haga gastar un solo céntimo en un vacuo intento de cura, una estúpida esperanza de quizás vivir. Pero al tiempo la quieren. La aman. La desean lubricentes y salidos. Tu enfermedad. Tu agonía. Tu muerte. Que los maricones se enculen todos a oscuras y sin condón, que entre ellos se infecten y se borren de una vez de la faz de la tierra. Que las putas inunden las esquinas de herpes, ladillas y pus blenorrágica, y las arcas de los laboratorios de sucios denarios. Que los mariditos y las mujeritas follen lo justo y sin barreras, como manda el supuesto dios, y que llenen el mundo de vástagos y bastardos que engrosen a la larga las filas de los ejércitos de soldados, huestes de consumidores, divisiones de zombis sin voluntad. Y que luego ella lo engañe a él mientras él también la encuerna a ella; y los niños mirando, y las abuelas cuchicheando, y las familias susurrando, y no sé cuántas manos, en la sombra, frotándose untuosas. Hasta que ella lo deje y él la mate. A golpes. A hostias bien dadas. A puñaladas. ¿Y en el entretanto?: los interrogantes bien lejos. Las ilusiones bien lejos. Las pupilas brillantes eso mismo, no ya lejos: ¡apagadas! Sin color. Sin sabor. Sin dolor. Ellos miran por vuestro bien, cuidan de vosotros. Velan por vuestra ataraxia. Que no sufráis, no lloréis, no temáis, no penséis, no viváis, no luchéis, no lo hagáis… sobre todo eso, que no lo hagáis, lo que sea, que no, por favor, que ni se os ocurra tener iniciativa propia. Que no advengáis esteparios, unilaterales, unívocos, conscientes, derribadores... que no sepáis de la sangre en vuestra sangre… Eso quieren. Eso os quieren… Del “te” al “os”, empezando por “uno” y acabando con “todos”…

 

Copado y rebanado

Bien, en lo que a escritura respecta hace ya semanas que el vaso no llega a ni medio vacío, eso salta a la vista. Pocas ideas. Malas ideas. Ganas, las justas. Y además hoy tengo uno de ésos dolores de cabeza: un migrañazo verdaderamente rebanador.

A pesar de todo, un día extraño el de ayer. La cabeza a revantar de demasiado pensamiento. Quizá por eso hoy me duele tanto la pijotera: demasiado pensamiento y poco cerebro para gestionarlo; acaba uno copado. ¿Cómo fue aquello que me preguntaste ayer, Paula?... "Qué crees que hay después de la Muerte" ¿Y qué podía contestar yo? Lo que casi siempre: nada, es decir, silencio, contesté con silencio... El mundo es para los vivos y lo de después queda para la muerte. Y entre medio nosotros, los morituri, es decir, preguntas seguidas de silencio...

Así que como ni hay mucho que decir ni tengo la cabeza como para decirlo si es que hubiere, me conformaré con dejar hablar a un añejo Schreck sobre lo de después, y mientras él toma la palabra yo me marcho a la cama, a ver si condigo dormir algo... confío que no eternamente.

Un abrazo.

 

_______

God?

 

Ya estoy aquí. Un día más.
Nada nuevo bajo el sol. Y ahora que le echo un vistazo a la noche, nada tampoco bajo la luna.
Un día más en definitiva. Sumado y restado, a tu vida y a tu muerte. Ya va quedando menos...
Sea como fuere, tienes que cuadrar caja antes de las doce te salgan o no las cuentas. No hay escapatoria; el día siguiente no va a concederte un respiro.
A mí hace tiempo que no me salen, aunque eso es normal, los números siempre lo tuvieron fácil conmigo, me han podido toda la vida, los abusones, y bien que se han ensañado con mi pobre cerebrito amatemático. La Divina Providencia no fue generosa con mis circunvoluciones. Me lanzó al arroyo armado con tal solo un puñado de pobres metáforas.
Estoy seguro, cuando sea que se acaben mis días, estaré allí, en pleno Juicio Final, y vendrá Dios, todo niebla y máscara cobarde y como naúsea de inexistir, y me hará la pregunta: Raíz cuadrada de 3700... Y en ese instante habré pisado mierda, como de costumbre, como toda mi puñetera vida, ¡y aún después de mis puñeteros días!
"Raíz de 3700 no, pero... pero... mireusté... si quiere le suelto unos versicos aquí mismo..."
’Tu barro en mi Carne,
mi Dolor en tu cruz;
mis hilos de acero,
como guadaña en cuello;
los tuyos de luz
tal que susurro en el cielo...
marioneta bajo Marioneta
aire sobre Aire...’
Y acto seguido me mandará al Infierno de una Divina patada en mi insolente culo.
Porque no os engañéis, de eso es lo que están llenos los Fuegos Eternos; poetas, filósofos, cínicos, cuestionadores de toda ralea; gente que dijo ¡Ey! tú... "No existes"... o "Has muerto"... o "No te creas que te creo"... o directamente, "¡Pedazo de Cabrón!".
Los jacuzzis del Paraíso, en cambio, están a rebosar de matemáticos e ingenieros. ¡Ah!, y también de presentadores de televisión, ésos camellos... Esos sí que saben lo que es luchar en vida por La Causa...
En fin, que se me va la olla...
¡¡¡Aceite de Oliva!!! Es verdad. ¡Qué gran invento! Rico rico de verdad. Acabo de cenarme una buena ensaladota y le he metido un buen meneo a la botella de aceite de oliva, un puñaete de sal, y listos: a jalar...
Le pueden dar mucho por saco a Dios y a sus jacuzzis llenos de acomodaticias calculadoras respirantes... Yo tengo el aceite de oliva.
Quiero decir que yo estoy aquí, ¿no?... ¿Dónde estás tú?
Quiero decir, ¿acaso te has dignado vez alguna a bajar aquí y probar este maldito aceite de oliva virgen extra? ¿Saber como sabe? Todo y lo que sabes -o se supone que sabes-. Sí, calla calla. Silencio. Eso sí se te da bien...
De modo que sí, aquí estoy, un día más. Aquí me tienes, cada segundo más cerca, más al alcance, porque no me salen las putas cuentas, y porque me están ganando para sí la atonía y la vileza. Me tienes, me tienes. Lo sabes. Lo sé...
Pero aquí estoy de momento, bajo un sol y una luna que no ofrecen nada nuevo, cierto es, pero quedándome el aceite de oliva y el vinacho malo.
Y las mujeres de bonita sonrisa, lejanas, es verdad, pero tan condenadamente bonitas.
Y también me quedan las malditas metáforas.
¿Y qué te queda a ti?
Venga, ya puedes empezar a sumar...
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Firmado por Shreck tiempo ha...

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No sé si son los años, que empiezan ya a lastrar como lápidas, o los sueños terribles, que me arrasan el descanso. O quizá este estar muerto pero no muerto, tan sin pulso pero a la vez tan despierto, tan en espera de sangre nueva y fresca que me renueve y calorifique la tiesa entraña, el cuerpo frío. Tal vez sea eso, se deba a eso, este agotamiento, este vacío: necesidad perpetua en los ojos de cerrazón y oscuridad, dormirme los días sí, pero también entero lo nocturno y sombrío. Como decía el verso: “¡Dormir, dormir! ¡Toda una eternidad estar dormido”… Creo que necesito una dosis. Una transfusión urgente de los grandes maestros, su savia, su roja savia en forma de plasma de pensamiento, inyectármelo en vena, toda su sangre para adentro. ¿Cómo recargaba pilas Álex, el protagonista de La Naranja Mecánica, cuando se encontraba vacío? Escuchaba al Gran Ludwig Van… Necesitaría algo así, sí, sin duda, sorberle el seso nuevamente a mis grandes “Van”: Bukowski, Céline, Cioran… Miller y Beckett… Eso le daría brío a mis dedos: sed feroz de dedos sobre este teclado.

 

 

 

 

 

Hay un poema del viejo Hank, el gordo Hank, el grande Hank… el gran Charles Van... Se llama “Arrinconado”:

 

bueno, ellos ya decían que llegaría

esto: viejo, perdido el talento, titubeando con

las palabras.

 

escuchando pisadas

sordas, me vuelvo,

miro detrás de mí...

 

aún no, perro viejo,

demasiado pronto.

 

ahora ellos están sentados hablando de

mí: "sí, le ha ocurrido, está

acabado... es una pena".

 

"nunca fue gran cosa,

¿verdad?"

 

"bueno... no, pero ahora...?"

 

ahora

están celebrando mi defunción

en tabernas que yo ya no

frecuento

 

ahora

yo bebo solo

dentro de esta máquina

defectuosa

 

mientras las sombras cobran

formas

peleo en lenta

retirada

 

ahora la promesa que fui

mengua

mengua

 

ahora enciendo otros cigarrillos

me sirvo otras

copas

 

ha sido una hermosa

pelea

 

y aún

lo es.

 

Todos los vivientes somos vampiros pero sólo los escritores transcurrimos arrinconados, con el mono, en el estado permanente de carencia que media entre viaje y viaje, colocón y transfusión y atracón de palabras. Todos los vivientes hincan el diente en este o aquel cuello, esa o cualesquiera otras ajenas carótidas, pero sólo los escritores subsistimos arrinconados, persiguiéndonos cola y alma, mordiéndonoslas, matándonos día a día bajo los propios escorpiones aguijonazos...

 

Sorbiéndonos la sangre...

Mondándonos la víscera...

Urgándonos la mierda...

 

Es una hermosa

pelea

y siempre lo ha

de ser.

 

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Fdo: Schreck

¿Bailas?

¿Como era aquello que decía Nicholson, sonrisa en ristre, ojos de loco, justo antes de cargarse a los padres de Keaton?... "¿Has bailado alguna vez con la Muerte a la Luz de la Luna?"...

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 "ISPAHAN"

 

Estaba preparando la cena tan tranquilo cuando sentí un terrible pinchazo en la cabeza. Fue entonces que una voz que no era mía susurró a mi alma... Ispahan...

 

 "Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

- ¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

- Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

 

No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan".

 

Jean Cocteau, El Gesto de la Muerte

 

 

 

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Lo firmó Schreck, días atrás, cuando soñar era más grato...

Teeth

 

TEETH

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Es como haberse salvado de un naufragio y desde la seguridad del bote contemplar cómo la nave desaparece lentamente; se ha puesto en pie, implorando, quizá clemencia, tal vez un final más rápido, al cielo, quién sabe a quién o a qué, mientras la popa, el torso antes flotante, va siendo devorado poco a poco por los dientes afilados y en espuma del océano. Casi puedes presentir toda la soledad y la negrura que se le viene encima para siempre, todo ese insondable silencio de sima abisal y de placton. Y mientras es a ti a quien tu espalda contempla...
Es como verse recorriendo unas paralelas sin destino y de repente toparse con la vía muerta, saberte en medio de ninguna parte y no ver en lontananza más que un horizonte insensible, asumir que puesto que no cogiste desvío alguno en alguna parte el viaje era ya un aborto antes de cualquier comienzo: ¡pero eres tú el vivo y la vía la muerta! Puedes caminar, remar, nadar, correr, no necesitas saber de barcos ni de trenes pues eres tu propio vehículo, ¿no?... Pero la trampa mortal está en el "adónde", ese allá que es tan sobrio y severo como los horizontes y tan discreto como todo lo que no existe.
Como observar el deshielo mientras te licuas, recíproco...
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 Fdo: Schreck

Schreck también soñaba...

"MOTO"

 
Me encontraba con alguien que se suponía era mi amigo, un compañero de aventuras, aunque más bien penurias viendo el panorama. Alrededor todo eran calles mezcla de favela insalubre, muralla derruida y zoco moruno. Agua estancada por todas partes: como encontrarse a los pies de un castillo de gloria y pasado largamente olvidados, ya sólo habitado por harapientos y tiña. Todo venía precedido de una acción que ya no recuerdo, el caso es que todo parecía muy dificil, me refiero a sobrevivir y todo eso, y de repente unos motoristas sombríos surgieron de la nada cruzando algo que daré en llamar puente levadizo: primero uno, dos, tres... y así hasta siete... Entonces la madre de él, que no sé qué pintaba allí ni cuándo ni cómo demonios había hecho acto de presencia, transformó su rostro en una máscara de pánico indecible.
Yo no entendía nada, era absurdo, del todo, porque iba echo un auténtico asco, como todos, y como todos sentía en el cuerpo la mordedura de la miseria y en los huesos el frío calándome hasta el fondo del infierno, pero en cambio todo era nuevo, no sabía nada de nada, de lo que pasaba y de lo que era en aquel lugar, de sus normas intrínsecas, ¡pero para sufrir las de Caín como todos el resto de miserables sí que era bueno!
Hijo y madre se miraron, intercambiaron sus mutuos rictus de pánico: "Si ahora hay un séptimo ya sabéis" ¡¿Un séptimo?! ¡¿Un séptimo qué?! ¡¡¡¿Sabéis?!!! ¡No, por Dios, yo no sabía nada de nada!; ni repajolera idea, pero ya tenía bastante con andar descalzo por el cieno helado como para encima ponerme a jugar a los acertijos. Aunque de todo esto no dije ni grité nada, estaba demasiado exhausto y asustado. Antes de que me diese tiempo a pensar más barbaridades comenzó a escucharse ése rumor: motores acercándose...
Y los motoristas terribles empezaron a cruzar de nuevo, 1... 2... 3... 4... 5... 6... ... ¡Dios!, no iba nunca a acabar todo aquello, a cesar aquel ruido horroroso... y allí estuvo, de repente... ¡el Séptimo!... frío y agudo y negro como un filo sajando de muerte un cuello suplicante... Era la señal del apocalipsis, o algo peor, porque todos empezaron a escapar en todas direcciones. La madre nos gritó que corriéramos y es lo que hicimos, él delante y detrás yo, por no sé dónde carajo, porque a aquellas alturas de pesadilla ya no tenía los ojos como para andar mirando por dónde pisaba tan mayúsculo era mi escalofrío.
Nos metimos en una casa, la puerta estaba abierta, daba a un gran salón inundado en tonos sepia y ocres varios. Una heterogénea mezcla de pistas de excalestric, peonzas y fichas de dominó rellenaban el suelo alfombrado. Pasamos de puntillas, poco a poco: al parecer una alfombra es siempre una alfombra, por más que te estés cagando en los pantalones de miedo o harapento seas. Pero di un paso en falso y golpeé una ficha que calló empujando a la siguiente, que cayó a su vez y a su vez empujó a la siguiente, que también cayó sobre otra, y así sucesiva e imparable y angustiantemente... ¡Alguna especie de juego satánico y mortal se había puesto en marcha sobre mis pobres espaldas y desde luego tenía todos los números para encajar toda la mierda!... ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... Quería seguir corriendo, escapar, pero no podía, mi mirada estaba encadenada a las fichas y su caída, su recorrido serpenteante a través de la alfombra. ¡Mi entero y maldito destino corría endiablado con aquellas puñeteras fichas!
Pero no. La cadena se detuvo al segundo y no pasó nada. "Lo siento, amigo, no has conseguido tu premio"... ¿Mi premio? ¿De qué demonios hablaba aquel viejo? (Sí, de repente había un viejo de rostro torvo en una esquina en la que segundos antes no había nadie, pero bueno, así son los sueños, ¿no?) Miré el recorrido final de las fichas: la última de ellas caída al suelo, dos fichas más allá de la cual había una moneda de euro. Después continuaba la hilera de fichas de nuevo, todas de pie.
¡¿Una moneda de euro?! ¡Cabrones e hilarantes Dioses! Quiero decir que menuda tomadura de pelo, ¿verdad?, porque hasta entonces todo me había llevado a pensar que habitaba un mundo de todo menos europeo...
Y entonces desperté... con poca sed de sangre, todo es decirlo...
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Soñado por Schreck algún mediodía atrás...

Lycras

La amargura es una carrera en la media de tu alma...

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"SNACKS"

 

Qué difícil escapar del pasado, aun cuando se sea joven, que es andar cuatro pasos en esto de la vida y ya está uno tan pegado a sí mismo que le es imposible desasirse, trasponer la propia idiosincrasia.


Está la película esa de Charlton Heston en la que había mucha gente, y todos comían galletitas hechas de humanos, ¡y aun así no paraba de sobrar más y más gente por todas partes!... "Soylent Green" se llamaban las dichosas galletitas y también la película, pero aquí la titularon "Cuando el Destino nos Alcance"; nada que ver con el film, como de costumbre, ¡¿pero y lo bien que quedaba el titulito de marras, oyes?!


En fin, a lo que iba, que está muy bien, el título sentencioso y lo demás, su poesía intrínseca, pero luego nada de nada, que el destino nunca te alcanza, y mucho menos te espera, porque siempre te va por delante, como a tres o cuatro vidas más allá de tu vida, o de tus sueños, dejándose ver lo justo como para que lo persigas, pero siempre guardando las distancias: así hasta que se cansa de correr, hacerte de galgo, y entonces le pasa el relevo a la Parca y, bueno..., una vez llegados a este punto poco más que hacer salvo, quizá, dejarte convertir en nutritiva galleta verde.


Porque lo que siempre te alcanza es el pasado, te agarra y ya no te suelta, se enamora de ti hasta el tuétano, hasta la víscera, y te dice: "Tú aquí quietecito conmigo, cariño, que eres sangre de mi sangre y sé qué pie calzas y de dónde cojeas... ¡conque a portarse bien!".


Así las cosas no me extraña que los haya que beban para olvidar, o transcurran la vida duermientes ante la tele, o con los ojos extenuados frente a los videojuegos, o cosas peores... ¡lo que no darían de su bolsillo, incluso de su propia sangre, por dejar de ser ellos mismos alguna vez!, aunque fuese tan sólo por minutos...


¿Sí o sí?

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Fdo: Schreck

Schreck

Bien, retomando el hilo: la vida es un constante rompecabezas mientras no te fundas, se te apague la luz en las pupilas o el tacto en la yema de los dedos... ¿Y quién fue Schreck? Buena pregunta. Si dijese que fue simplemente un vampiro, me quedaría a un buen trecho de camino, estaría a media verdad. Lo mismo pasaría si dijese que se trató de un muerto, porque en realidad ni una cosa ni otra la estuvo del todo, ni vivo ni muerto, que fue un no-muerto, aunque más cerca se encontraba en alma y sentimientos, bien es verdad, del no existir. Si dijese que fui yo pero sólo a medias, sólo lo más cadáver y de vuelta de mí mismo y los demás, acertaría mejor que con todo lo otro.

Schreck fue lo que quedó de mí una vez acabaron conmigo, me acertaron bien y cabrón el estacazo de gracia en todo lo hondo, tras lo cual se me fue herida abajo todo el alma y toda la sangre, quedándome solo y solamente con un vacío y un hambre predadores: vacío y oquedad de un vivir sin vivir, esto es, la no-muerte; y hambre furibunda de succionar palabras. 

Y ese fue Schreck, yo mismo, meses atrás, cuando ni hubo muerte ni había vida, que me quedé en tierra de nadie, inerme  y desbastado, atrapado en plena línea de sombra, tan distinto de hoy, de esta mismo ahora, por ejemplo, que tengo la sangre que la regalo a espuertas, que me rebosa y me rebasa ingobernable. Mas ahí sigue, aquí sigue, dentro y como en larva, latente y lactante, aguardando su momento, como todo el resto de cabezas que amamanto, tanto las que conseguí destapar como las que todavía reservo para mejor ocasión. Un hervidero de alienadas circunvoluciones ovilladas y espectantes.

¿Podría volver a ser él? ¿Resucitarlo? ¿Traerlo de nuevo a la no-vida justo ahora que segrego más almas y júbilos de los que puedo agotar?

Sería digno de ver, y mucho más digno será de leer si es que al final lo consigo. Por empeño de mi parte no ha de quedar...

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 "NAKED"

En cierto modo no sé por qué estoy aquí; me prometí que lo dejaría todo, atrás y a medias, abandonado, para, al menos, intentar ser algo, otra cosa, no sé qué, pero algo distinto de lo que había conseguido hacer de mí hasta hace tan poco. Pero sigo aquí, y haciendo esto, escribiendo en busca de sangre... ¿Por qué?

Silencio...

Hay que estar un poco loco y bastante muerto para volver a probar semejante singladura: sentirse ajeno al aire y las nubes. Debería estar frente a la máquina en blanco o el papel escrito por otros, creando o aprendiendo, pero no esto, de nuevo caído al último escalón de mis probables, agonizando, como Faulkner en más de uno y dos mil de sus días; seguramente.

No quiero soltarme de nuevo: me retengo, no quiero correr el riesgo de volver a derrarme en todo este suelo irreal, aunque podría, sé que podría: sería tan fácil dejarme llevar otra vez por las palabras...

Me pregunto qué tendrán, Ellas y vuestra Sangre, que tanto me llaman... como sirena... como muerte... como oscuridad seduciendo velas...

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Derramado por Schreck hace algún tiempo, en algún lugar...