Nada que hacer
Una de esas noches en la que todo te parece mucho más absurdo que de costumbre, la vida en esta tierra y las personas que la habitan -o creen que la habitan- te parecen más que nunca ese juego de espurio ilusionismo, urdido desde no sabes dónde, que sospechas desde hace tanto. Ni te extraña que tantos se marchen para el otro barrio en estas fechas, tan señaladas.
Te levantas y dices: y ahora qué; y no sabes bien por dónde empezar a responderte. Podrías leer algo, sí, pero al poco te dices que para qué, de modo que no lees. Lo mismo te pasa con ver una película, que desistes enseguida porque también se te antoja un sinsentido. De salir a dar una vuelta ni pensarlo, con el frío que hace, y a estas horas, y siendo festivo además, que todo está cerrado y como si domingo en esta ciudad muerta en la que me ha tocado en suerte agonizar.
Agonizar. Un verbo fascinante. La novela de Faulkner, "Mientras Agonizo". Título bestial. Genial. Ambas cosas. No la he leído todavía, tal vez nunca lo haga, y aunque finalmente lo haga tal vez me parezca una mierda, pero sólo el título ya la justifica, porque lo contiene todo; al menos todo lo que yo necesito ahora mismo: el verbo; "agonizar"; y el "mientras tanto", que bien podría alargarse hasta la eternidad, o hasta que la espiche; para este caso valen lo mismo.
¿Qué puede hacer uno mientras agoniza? Leer no, está claro, pasear tampoco, ni aliarse con el cine... Ni tantas otras cosas. Así que aquí estoy, sin saber muy bien qué digo y dándole sorbos al aire porque ni siquiera hay lugar para un café con leche. El estómago se queja, da la tabarra: "¿Dónde está mi cena?, maldito cabrón". Porque el estómago sí sabe, no le vengas con toda la sarta de memeces y puñetas que enturbian los ojos del corazón de la mente. Sabe lo que quiere y lo pide, va a por ello, directo si le dejan. Es sencillo, que no simple, y desde luego lo menos absurdo con lo que he tenido la oportunidad de toparme en mi absurda anatomía. Después de eso, en orden decreciente, vienen los genitales, otros que tampoco se pierden en vaguedades..., pero tampoco ahora me veo con humor como para empezar a machacármela, la verdad.
Apatía, abulia, hastío, incipientes sombras de necrosis en el ganglio de la esperanza; la bilis de vacaciones y el estómago vacío. Creo que me limitaré a sentarme en el sofá un rato y esperar, a ver qué pasa...