Amenaza y cumbre
Siguen oyéndose los ecos, retumbando como si existiesen aún picos, el paraje impregnado de gélida muerte contra el que rebotar. Como cuando me quedo a solas y a la noche le quedan tantas horas, más de las que cualquier lágrima sónica aguardaría. Miedo a levantar los párpados entonces. Miedo a susurrarme una sola palabra entonces; hablar conmigo y para mí mismo... Si me atreviese quizá algo se rompería, cabría alguna posibilidad de avalancha. Tanto mayor el anhelo de oxígeno tanto más encadenado a este estrecho horror de segundos ardiendo, gritando, chillando como cerdos ante matadero; como volcánica furia jugando a hacer pompas sulfúreas de la carne-Tierra. Sube el volumen; no, así no; no es suficiente. Más alto, más alto. ¡Más! Pretendo quedarme sordo, esclerosar mis silencios con vacío. ¿Dejará así de azotar el viento esta contraventana? ¿Cesarán los recuerdos su batida? Y luego, después, inmediatamente la ceguera; la indolente inanición; asir la navaja y mondarme la piel de arriba abajo, músculo adentro, tendón adentro, hasta lo blanco enrojecido por lo que fue vida, ya coágulo. Modos de decir muerte; formas de decir todo esto ha terminado. Si no fuese más difícil que escribirlo cuando escribirlo es encima tan difícil, tan sajante, como la jota de mi nombre, que es toda cuchilla para conmigo, también para todos los que me he cruzado. Atrás, todos atrás, huid de ese eco rotundo y sobrenatural que se las ingenia para pervivir todo y esta ausencia de aire: soy yo... Podría estallar en cualquier momento.
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woswito -