El petate medio lleno
Intentas serenarte, pero es imposible, te das cuenta; otro de tantos pasos en falso. Un mal movimiento y estás fuera. A partir de ahí ya todo el rato a remolque. Eres peor. Nadie lo ponía en duda. Ninguno de ellos apostó por ti. Pero algunos a pesar de todo pusieron esperanzas en tu sorpresa. Que hicieras saltar la banca. Aunque les hicieras perder dinero, pero el gustazo ya nadie se lo arrebataba, verlo humillado así, agachando la cabeza, innoble y servil. De todos modos eso poco importa. La cagaste. Ahora eres un juguete en sus manos, una pelota, de arriba abajo, de acá para allá, te hace pasar por el aro. Donde quiere y como quiere. Ahí tuviste tu oportunidad. A partir de mañana abrirán sus puertas los mercados. Nadie preguntará. Cualquier brazo es bueno para acarrear el pescado. Llegaste a tu techo -el suelo de tantos- y ahora te toca bajar. Bajarás. Pero te quedan estos vagos minutos, la agonía del presente previo a la caída. El derrumbe. El hundimiento. Recuerdas medio noqueado los días en que soñabas cortar las nubes, hacerlas añicos con tus brazos. Acuarelas nervudas y sobresalientes. Naciste tarde, tu tiempo quedó demasiado atrás. Éstas no son maneras. Lo supiste desde siempre, lo intuíste a cada instante, oliéndolo en el aire, en la tierra, en las cenizas húmedas, amputadas. No podría llegarse muy lejos con todo aquello, cierto, pero con todo lo intentaste. No hubo otra. Siempre fue eso o morir. Y de morir siempre se está a tiempo. Fabricado en materiales de segunda pero con un algo dentro. Inextricable. Materias primas extrañas, poco comunes, delirantes. Los días de fósforo y lodo terminaron. La Tierra clama, reclama colérica su ración de comida. Ya no vertemos la sangre como antes. Nos hemos vuelto egoístas. Se está quedando en los huesos, la está dejando en los huesos nuestra anemia institucionalizada. Sólo queda la enfermedad. Última salvaguarda. Bacteria. Bacteria. Bacteria... Poco a poco los pasos se vuelven quimeras, pesadas las piernas, echadas las almas a perder, queda únicamente el instinto de los segundos. Uno más. Otro más. Y otro. Así. Como los animales que nada saben de la cascada que se les viene encima. Hasta aquí el estertor. Después la nada. Sufrimiento relativo. Padecimiento cero. La barrera que nos enquista en la supervivencia, afán de locos. Cuando lo de Las Ardenas todavía no existías. Sólo materia oscura, preternatural, intrauterina. Abisal y vaporosa. Aquella mañana no hubo aviones. Aquella mañana tampoco hubo aves. Andaban surcado de obuses el cielo. LLegó Mctee y se acercó a Salinger. Por aquél entonces Salinger no era nadie. Sólo carne de cañón, como todos; los pies congelados, el estómago aterido, el culo apretado de miedo y, eso sí, en la mochila ya un puñado de buenos cuentos... "Menudo montón de mierda nos está cayendo encima, ¿eh?...jajaja...", y Salinger: "Agáchate, loco de las pelotas", y McTee: "ja,ja,ja...", y Salinger: "¡Quieres callarte, hijo de perra!", y McTee: "jajaja...", y Salinger: "¡Cállate mecagüenlaputa, nos van a volar los huevos a los dos por tu culpaaa!", y McTee: "¡JA, JA, JA...!", y Salinger: "¡Piradooo! ¡Sal de mi puta trinchera puto pirado de mierdaaa!", y McTee: "¡¡¡JUA, JUA, JUAAAAAA...!!!", y Salinger: "¡Mierda! ¡¡Mierda!!, ¡¡¡MIERDAAAAA!!!", y acto seguido salió de allí pitando, mochila al hombro, escabulléndose lo justo para salvar el pellejo. Segundos después gracias a tanta algarabía los boches afinaron puntería y le pusieron al McTee un obús por corona. Así. Reventar en mil pedazos y dejar de reír fue todo uno, el desgraciado. Y Salinger allí, acojonado, los ojos blancos y petrificados, lo que se dice como platos, sin acabar de poder encajar labio inferior con superior... ¿Es o no es como para partirse la caja?... Cuando se bajaron los humos y se hizo el silencio, el a la postre autor de El guardián entre el centeno se acercó a los restos de lo que fuera su pozo de tirador, ahora salpimentado aquí y allí y más allá de requemados jirones del rijoso McTee. Su petate, empero, había volado por los aires intacto... "Fijo que este hijo de perra tenía algo de papel...", y se puso a hurgar... No en vano Salinger se había quedado sin y aquella misma tarde, mientras aguardaba la noche y olía en el aire la carne quemada, había tenido una idea de lo más enorme y genial... Y bueno, todo esto no sé a cuento de qué viene, supongo que cuento y a cuenta de haber visto entre zapping y zapping un trocito de El desafío de las Águilas, con el Burton y el Eastwood haciendo el bestiajo, bueno, qué decir; me he puesto algo cachondo... En fin. Ya termina. Aquí. Punto, set y partido.
7 comentarios
Javi -
Saludos.
child in time -
child in time -
Un saludo a todos.
katakrek -
Es solo eso, apariencia.
Jesús Alonso -
Javi -
Parece que nos hemos quedado solos por aquí... aunque tal vez sea sólo eso, "apariencia"...
Un saludo.
child in time -