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tannhauser

A medias infierno

Mientras soñaba en líneas abrasivas en vuelo rasante sobre el equinoccio, bombardeos picando sobre un skyline febril y aminorado, supe que aquella noche no pasaba en balde, sería un renacimiento, un parto de luces y alarmas encendidas. El teléfono había sonado por quinta vez, tampoco entonces lo cogí, sabía que sólo una escala de grises degradados e impunes podría haberme empujado a dejar la cama y encaminarme hacia allá, pero tenía sed de astros y agua dulce, tan líquida como un racimo de fresas encumbrado a un altar de sacrificio, y no estaba dispuesto a dejarme apagar de aquella manera. No al menos sin vender cara mi servidumbre; llevarme alguna de sus sombras por delante en el intento... Luego dormí, y entre medias el sueño. Más tarde desperté convulso, me dolían el estómago y la cabeza, el uno por vacío y la otra por demasiado llena, de imágenes, texturas oxidadas, savia surrealista con la fecha pasada, en estado de descomposición. Me hice un café bien largo, bien cargado, vaso a mitad. La otra mitad infierno. Dos aspirinas; una, dos, sin agua, sin pensar. Sólo odio y resaca de los días. Un cierto resabio a muerte antigua en los posos. ¿Desde cuándo llevamos muriendo de esta manera? Una pregunta que colapsa todo mi panorama de actuación con su sencillo resplandor destacando sobre las laderas desforestadas de mi pensamiento. Amaneceres en rojo e interrogante... pocas maneras mejores de comenzar un día que no haya de desembocar en migraña o desastre. Enciendo un cigarro y me rasco la barba excesiva, que pica, molesta por puro aburrimiento, laxitud. Las volutas de humo trazan en el aire arabescos noctámbulos y esquizoides, me preparan para horas de absurdo apostado tras la ventana acribillada. Todos los buenos francotiradores, los que llegaron a viejos, callaron sus batallas, estudiaron en esa escuela. Tienen su, digamos, "franco estilo"... Y vuelve a sonar, no se van a dar por vencidos y a mí ya no me quedan colores ni ácidos con los que llevarme adentro nada de todo esto. Lo cojo: "Buenos días, ¿hablo con el señor J.?"... Acto seguido cuelgo y tiro del cable del aparato hasta inutilizarlo; es esta una derrota que no pienso compartir con nadie: "no me la vais a joder..." Apago el cigarrillo en la mesa, donde los demás, y entro en la cocina: me sentará bien otro infierno mitad aire y mitad cafeína...

3 comentarios

Ana Pérez Cañamares -

Ay, Javi, qué bien descrito, porque me ha entrado un agobio...

Woswis -

El hombre que nació muriendo...
Si ver la muerte en cada rincón oscuro fue el precio que pagaste al diablo por tu habilidad con las palabras, valió la pena.

Aura -

Hace un rato estaba viendo "Remando al viento" y al leer tu texto me ha recordado la película, sobre todo la frase: ¿Desde cuando llevamos muriendo...?". Ellos también se enfrentaban al mismo enemigo armado, el que pinta el cielo de color sangre. El del espejo y las pesadillas.

Y que difícil es explicar esas visiones.