30 días de Oscuridad: siendo generoso, me sobran 29...
No he parado de oír por ahí que lo mejor de "30 días de oscuridad" es la idea de la que parte, una última vuelta de tuerca al género vampírico -¿para cuándo un Quijote de los vampiros, que remate de una vez el mito y deje descansar en paz y de una vez por todas a esta pobre y maltratada raza de Tinieblas?-. Con todo, parace que le mérito de esa idea no es de la película, es del cómic que toma como base. Después de haber visto la película y sin haberme asomado a dicho cómic sólo puedo decir que si éste empieza como aquélla ya puede esperar sentado, no pienso perder mi tiempo con él como sí hice, en cambio, con su adaptación cinematográfica. No cometeré dos veces el mismor error.
Porque el que estés trabajando con un argumento fantástico nunca debe ser óbice para ser gratuito, es decir, que si tu premisa de partida es que de pronto se les encendió la bombilla a un grupo de draculines, que han dado con el gran filón hemoglobínico en los pueblos septentrionales de Alaska, donde se viven meses enteros de oscuridad -uno se pregunta si es que no hay vampiros con dos dedos de frente en Canadá, Rusia, Finlandia...-, y deciden irse para allá a catar qué tal saben las yugulares a temperaturas bajo cero, primero, antes que nada, si es que pretendes que te tome mínimamente en serio, me tienes que explicar cómo se las apañan esos vampiros iluminados para llegar hasta allí -lo siento, el plano del barco en lontananza no me basta-; y sobre todo, cómo tienen pensado salir de allí. De lo contrario pensaré que me estás queriendo meter a los chupasangre en ese recóndito lugar con un "porque sí" y punto. Y toda tu credibilidad se hará pedazos, como de hecho acaba sucediendo.
Billy Corgan responde a sus críticos...
Porque el señor David Slade sólo tenía una visión: quería hacer toda una película únicamente por y para una escena: la orgía de sangre en mitad de la nieve; vampiros gritones vestidos con trajes de fiesta fin de año aniquilando a los inocentes publerinos en mitad de las calles nevadas, a base de mordisco cabrero en la carótida. Qué bonito el plano desde las alturas, ¿no?, con las calles blancas salpicadas aquí y allá de rojos regueros... Ahí empieza y acaba "30 días de oscuridad". No sigan buscando, porque no hay más.
Y así, a partir de esa secuencia, que no debe coincidir ni con la mitad de la película, el señor Slade se topa de bruces con el problemón de que le queda aún un buen cacho de metraje que afrontar con una situación narrativa -y argumentalmente- insostenible: un grupo de supervivientes encerrados un altillo; un ejército de poderosos y hambrientos vampiros afuera, nunca sabemos dónde, esperando a que salgan; y 29 largos días de oscuridad por delante, que el pobre de Slade nunca sabrá cómo demonios llenar.
En efecto, los grititos enervantes de estos vampiros suenan como la cafetera de mi abuela...
Llegados a este punto inverosímil uno se cuestiona muchas cosas. A saber. ¿Cómo puede ser que una tribu de vampiros conscientes, con su lenguaje y su más que evolucionada jerarquía social -nada que ver, por ejemplo, con aquellos vampiros pseudo-zombis infográficos de la infecta "Soy Leyenda"-, es decir, con una capacidad de raciocionio y organización suficintes como para fletarse un crucero hasta Alaska, no sean luego capaces de prever que si acaban con todos los habitantes del pueblo en la primera noche se van a pasar las próximas 29 aburridísimos y muertos de hambre? ¿Acaso no hubiese sido mucho más inquietante y pavoroso, hubiese desprendido más pulso y tensión, que los vampiros, una vez llegados al pueblo, acabasen con sus habitantes poco a poco, a lo largo de los días sucesivos, hasta que la situación condujese para unos y otros -vivos y no-muertos- hacia un enfrentamiento y un clímax definitivos? Desde luego las reservas de sangre les hubiesen durado mucho más a estos vampiros de Armani... Pero, ¡ah, no!, el señor Slade quería su orgía de sangre en pantalla, no podía pasarse sin ella. Me da igual si la dichosa orgía está en el cómic o no. Me da igual que en el cómic funcione o no. Que una cosa funcione en viñeta o letra impresa no implica que lo vaya a hacer en pantalla.
Otro interrogante de cierta urgencia es el de cómo carajo es posible que unos vampiros tan, digamos, "inteligentes", lo suficiente al menos como para planear irse de vaciones todos juntitos a los polos a hacer "turismo de sangre", demuestren ser después tan rematadamente estúpidos. Los supervivientes se encierran en un trastero y lo mejor que se les ocurre a sus noctámbulos depredadores para cazarlos es tenderles emboscadas con señuelos humanos... Con todo un mes por delante, acaso no habría sido mucho más fácil y rápido hacer un casa por casa hasta dar con ellos... O sencillamente quemar el pueblo hasta hacerlos salir... Pero entonces se me acaba la película, ¡jopeta!... Guionistas made in hollywoodland, menuda panda, menudo privilegiado cerebro, y encima después van y se declaran en huelga...
¿Un vampiro o el tiburón de Spielberg?... Pregunta de examen.
Claro que si llegas hasta esta conclusión puedes llegar más lejos, hasta plantearte la validez del argumento de partida, ese que se supone que es tan bueno. Siendo como es esta raza de vampiros tan ingeniosa, ¿cómo demonios no se planteó hasta nuestros días la idea de irse a las regiones septentrionales en plan picnic? Uno pódría contestarse: bueno, sabes... es que el viaje hasta allí es complicado, demasiadas cuestiones que resolver, logísticas, técnicas, bufff, sí, ya, ya sabemos que Drácula se curró él solito un viaje Transilvania-Londres, ida y vuelta, hace más de cien años, perooo, perooo, uf, los viajes transcontinentales de hoy en día, ya se sabe, con la globalización y todo eso se han complicado una barbaridad, sabe usted... uf, uf... Si, claro, hombre, lo que tú digas... Quizá se te hubieses preocupado mínimamente en mostrarme cómo llegaron hasta donde llegaron tal vez estaría dispuesto a creerte algo, pero como me los metiste con calzador y por el morro donde te dio la real gana, te jodes; paga el alto precio de tu incapacidad argumental.
Total, que uno llega a la conclusión de que es preferible mantener durante un mes entero una situación increíble de puro inverosímil a hacer las cosas como hay que hacerlas, aunque sea a costa de un poco de sangre salpicando al espectador. Absurdo lo cojas por donde lo cojas. Los vampiros, dueños de un poder físico aplastador, escondidos nunca se nos muestra dónde y haciendo no sabemos qué, en espera de que sean los humanos quienes salgan de su madriguera. Espero que los responsables de esta entrañable metedura de pata vampírica no piensen que este esquema puede interpretarse como otra inteligente vuelta de tuerca, porque más bien se acaba antojando como una enorme y apestosa boñiga narrativa.
-¿A qué estamos esperando, Josh?
-Esperando órdenes, guapa... El guionista ha ido a cagar...
¿Dónde se esconden los vampiros? ¿En qué emplean su tiempo libre mientras los supervivientes humanos no se deciden a salir de sus escondrijos? Entretenidos tienen que estar -aparte de algo sordos- para que Josh Hartnett ande a gritos y hachazos con uno de sus convecinos -ahora convertido al credo chupasagre- en mitad de la calle y ellos como si oyeran llover... Tal vez no hubiese sido una baza tan descartable mostrarnos qué hacían mientras tanto para darle un algo más de credibilidad al asunto... No sabe, no contesta... Quién sabe, a lo mejor andaban de timba...
Y así vamos aproximándonos al fin, pasan los días sin más pena que gloria, como el que espera el autobús. Persecuciones por aquí, grititos sobrenaturales por allá, un par o tres de muertos por ambos bandos, el discursito con moralina de rigor sobre la inviolabilidad de la institución de la familia, y nos plantamos en un final que vuelve a ser -y van...- de lo más absurdo que me han tirado a la cara... Cómo será la cosa que tras hora y media de aburrimiento, 30 oscurísimos días de hastío supino y la menor sombra de pavor o canguelo en el cuerpo, tú mismo estás deseando que acabe de una vez esta tortura.
Estamos en el día 30. Faltan apenas unas horas para que amanezca y los vampiros siguen en el pueblo -(?!)-. Sí, tal como suena. ¿Por qué? Porque todavía no han conseguido acabar con todos sus habitantes -siempre fueron un poco zoquetes, la verdad-. Al parecer les preocupa mucho mucho que éstos puedan irle al resto del mundo con el cuento de que los vampiros existen en realidad, después de la cantidad de años que les ha costado a ellos convencernos de que no son más que superstición barata. Y me digo yo... ¿Cuál era su plan de escapada?, si es que alguna vez lo tuvieron, claro; dentro de nada va a salir el sol y ellos siguen ahí, plantados en mitad de la calle como estudiantes ingenuos el mayo del 68... ¿Acaso pensaban volverse en su barquichuelo por dónde habían venido? ¿Por carretera? ¿Por correo certificado?... Como la respuesta fuese en barco, más vale que las lunas del puente de mando estuviesen tintadas...
¿Er último pal dotor Van Jelsin?
En fin, que de donde no hay no se puede sacar; a estos chupasangres Gucci se les ocurre al fin -¡Bravo!- prenderle candela al pueblucho y, uf, ¡tachán!, a ojos de nuestros protagonistas la situación se les presenta insostenible, entre otras cosas, porque al guionista, que debe ser un incapaz mucho cuidado, le sale de las narices que así sea... Ves a los amos de la oscuridad campar a sus anchas por la calle en traje de noche, a menos 0 grados, y a la mujer de Hartnett, vestida de invierno, debajo de un coche, muriéndose de frío, y entonces vas y te partes el culo de risa cuando recuerdas la frase lapidaria -y estúpida- aquñella, media hora atrás: "Tenemos dos cosas a favor; conocemos el pueblo -hasta ahí bien- y conocemos el frío -?!-; vivimos aquí porque nadie más puede hacerlo (SIC!!!)".
De modo que llega el momento del gran duelo final, tipico y tópico y del que tantos estamos hasta los mismísimos huevos. Pero antes, un momento, unos minutos más de moralina para este consejillo subliminal: Hartnett decide que la mejor forma de salvar a su mujer, esto es, salvaguardar la familia -que recordemos, es lo más sagrado que existe en este y en cualesquiera otros Universos-, es convertirse en vampiro, es decir, condenarse a sí mismo, es decir, autoaniquilarse como miembro de su propia familia. ¿Alguien lo entiende? Es igual..., porque aquí lo importante es enseñar cómo el tipo se mete sangre de vampiro en las venas mediante una jeringuilla, es decir: "niñooos, no sus droguéis que pillaréis el SIDAAA...". Madre mía. Y yo que creía que ya había dejado la escuela.
-Sí, Josh, nosotros conocemos el frío... ¡¡¡Pero ellos están muertos, gilipollas!!!
Finalmente el duelo final no es tal, es decir, duelo no mucho, pero sí todo lo final que cabría esperar, porque a las primeras de cambio un Hartnett que está que se sale -por el chute jeríngueo que se acaba de meter- se ventila al jefe vampiro mediante todo un fistfuking oral -¡Dios Mío, qué valentía, señor Slade, un alarde así en una película Mainstream y comercial..., me tiene francamente desconcertado-. Ahora el resto de vampiros están asustados, no saben qué hacer, son un poco como Zaplana y Acebes sin su aznárica correa... Empieza a amanecer, los han jodido, ¡y ahora qué!... Deciden tomar las de Villadiego. Pero, ¿adónde van?, ¿cómo dientre se marchan de allí si ya es casi de día?... ¡Y a mí qué me cuentas tío!, ¿qué más da? Miraaa..., a cambio de una exlicación verosímil te regalo esta secuancia final de amor y amilbarada ñoñez, ¡además interracial!, entre una humana y un vampiro buenazo -que no se comería a nadie ni aunque estuvuese vivo-, porque hay que ver lo mucho que se quieren a pesar de que un mes atrás no se podían ni ver. Qué bonito es el amor. ¡Ah!, y mira qué requetechulo me ha queado el plano de él convirtiéndose en ceniza al contacto con la luz solar, mientra ella lo abraza, lo acuna, lo duerme... ¡A que Mola mazo!
Lo peor, con todo, no es esta película, ni es la última perrería de Will Smith, ni todas las cabronadas que les han hecho hasta hoy, como tampoco las que les quedan por hacer. Lo peor es que aquí a un servidor siempre le ha atraído la potente y mítica figura del vampiro, y ya es mucho decir que a base de ver la de hijoputadas mongoloides que directores y guionistas están perpetrando con ellos casi desee que no se vuelva a escribir ni una puta novela, ni un puto cómic, ni una puta película más sobre ellos, mis maltratados vampiros.
No llores jodía, que vosotros al menos teníais al Rodríguez de la Fuente...
4 comentarios
Javier -
Saludo y vuelva cuando quiera.
Doctor Lecter -
Ahí se arreglan muchos de los agujeros que criticas de la película. Si perdiste hora y media viendo la peli, te recomiendo dedicar una al cómic, para reconciliarte con una historia DESTROZADA por un mal guionista que se dedica a cargarse lo mejor del tebeyo.
Javi -
child in time -