Blogia
tannhauser

Cine y Metralla

Spaghetti Flash Dance

Mucho más que su del todo obsesión por destapar menudas y del todo apetecibles tetitas para acto seguido rajarlas de medio a medio, inclusive el pezón; más que sus escenas de interior, feúchas e inacogedoras como un retrete de extrarradio; más aún que sus zombis descompuestos y llenos de tiernos y vibrátiles gusarapos; o sus detectives ojerosos y machucados del hígado, del buenazo de Fulci lo que mola es su total carencia de simpatía por la inocencia en general y el ser humano en particular. No importa lo guapo o ingenioso, lo grácil, lo esbelto..., si eres el bueno de la película con Lucio pillarás. A Lucio habrá que agradecerle siempre que hasta a los canarios les fuese vedada una muerte natural.

Hijoputismo sin Cuartel 

Y eso que jamás lo dirías, viéndolo actuar en la pantalla, que esa pinta de bonachón encierra semejante espíritu cabronazo y malnacido, sobre todo si lo ves en su cameo en Murder Rock, que sale además sin las sempiternas gafas de pasta y parece aún más cándido e inofensivo, más como ginecólogo chistoso en una de Bud Spencer y Terence Hill.

"Ya te dije que lo hice sólo por dinero, nena..."

Pese a todo Murder Rock, también conocible como el sueño húmedo de aquella noche de verano, cuando aluciné que le cortaba las tetas a Jennifer Beals, es uno de los puntos más bajos de su carrera, una infumable exploitation sin casi pies y ninguna cabeza cuyo videado sólo recomendaría a aquellos frikópatas que todavía no han alcanzado la treintena, a quienes les quedan aún más días en el debe que en el haber, y que podrían por tanto -sólo tal vez- permitirse el lujo de dilapidar algo de su tiempo en tamaña desnatada basura, polo negativo de una de las grandes gestas del director romano dentro del celuloide perverso -y pervertido-, New York Ripper, auténtico cenit del sadismo gratuito y nefando. 

Con este Fulci te ríes poco y mal y no te escalofrías nada de nada. Apenas dos o tres planos de despelote, un asesinato demasiado chic -ensartamiento de teta mediante alfiler sombrerero-, así como varios contoneos pélbicos más bien poco briosos, nada pueden contra una banda sonora machacona y repetitiva y un ciclostilado esquema argumental, más baqueteado que las anginas de Jenna Jameson. En su descargo, que el meollo del asunto, las envidias y aspiraciones de los futuros danzantes y bailongos, como ya hemos comprobado en nuestras propias carnes merced a la puta tele, es un contexto que produce más asco que otra cosa y de ahí, supondremos, la falta de pulso del maestro, al que quiero imaginar consultando la hora después de cada toma.

Aunque precisamente por eso, porque los triunfitos y los fameros son tan profundamente asesinables echas en falta al auténtico Fulci y lo que éste hubiera hecho con sus higadillos. Cada uno a lo que fue lo suyo, coño, que para giallos con denominación de origen ya teníamos al puto Argento...

Ejemplo Práctico de Acupuntura Fulciana

John Rambo: Esperma de Plomo, Mirada de Merluzo

Para el engelson, alma guapa y descacharrante

que en ocasiones come pipas...

 

Cuando John Rambo introdujo en nuestro imaginario lúdico y postpopular aquello famoso del "¡no siento las piernas!", al bueno de Richard Crenna, que era un alma recta y bienpensante, ni se le pasó por las mientes que su pupilo se estuviese refiriendo a las tres, las tres piernas; incapaces, insensibles, vamos, para el arrastre. Es un dato a no despreciar ni soslayar, so pena de no pasar por la casilla de salida. Toda la saga Rambo es un enorme y glicerínico fresco acerca de la incapacidad eréctil del héroe atormentado; el mortificante recuerdo del último polvo echado allende las puertas y los años del Dien Bien Phu.

Tú te lo perdiste, !cabrito!

Tras el humetoso -de nuevo interracial- y prometedor acercamiento a los bajorrelieves inguinales de la pequeñuda y del todo apetecible -por aquel entonces- Julia Nickson en "Rambo II", que finalmente se quedó en agua de sanguijuelas vista su inuficiencia cavernosa, John Rambo opta por la huída hacia delante en pos de una siempre necesaria catársis y un celibato espirituoso que lo alejase del humillante estigma de su falta de reprís, esta vez luciendo sus poderóginos bíceps, ya a las alturas de "Rambo III", en la lejana tierra de Afganistán, cuna, como sabemos, de legendarios hombres de paz, donde además, para más seguridad, la fuente de mayor tensión sexual podría provenir del avistamiento furtivo de un ojal de yak. Ni que decir tiene que la vía de escape de nuestro héroe de guerra a semejante carga de lúbrica frustración y requesón retenido es matar, matar, matar. Y matar.

‹‹John... necesito ese yak con "cierta" urgencia, sabes...››

‹‹No se preocupe, Coronel, utilizaremos la táctica del teto...››

Los lustros, sin embrago, no pasan en balde; las carnes, antes prietas y esteroideas, se caen bajo el tiránico yugo de la gravedad, se evaporan los abdominales chocolaterosos, las miradas se amerluzan -más, si cabe- y la pólvora continua igual de mojada. Siguen sin dejar sentirse las piernas. Las tres, sobre todo la del medio; no hay fuego en la caldera. Encontramos finalmente a nuestro héroe en Tailandia currándose el plan de jubilación -y autoflagelándose de paso- mediante la caza junglera de toda índole de serpientes venenosos y demás tóxica reptilia. Por aquello de que un hombre no es un HOMBRE si no es hombre completo, esto es, eréctil, es decir, dueño y señor del control de todas "sus extensiones". Y como el pobre John fue desposeído de su natural "exstensión eréctil y retráctil" en los Vietnames, vamos, que no arriaría una bandera ni con la grúa del puerto, encontramos del todo natural y comprensible que busque suplir este vacío membril a través de "artificiales extensiones" de su hombría, del todo fálicas y exógenas, como puedan serlo una cobra o una "pitón" -ya tiene guasa la cosa.

Rambo Vs. Cobra ¿Quién dijo que ya no había ideas? 

En este segmanto fílmico del mito Ramboniano nos apercibimos de que Stallone ya no es John Rambo, es el monstruo de Frankenstein, no en vano se pasa toda la película dándoselas de clon de Robert DeNiro en la tontada aquélla del Kenneth Brannagh, pero con mata de pelo made in Head & Shoulders Old Style. Esta parte es sin lugar a dudas la mejor del películo este, casi me atrevería a decir que la mejor de toda la estirpe First BlooderaRambo, es decir, Frankenstein está como una puta regadera. Padece insanas pesadillas de sangre y matanza así como vergonzantes flaschbacks idiocios, directamente expoliados de las anteriores entregas de la saga, con el solo objetivo de alargar el a todas luces escaso metraje y evidenciando con ello que el eximio presupuesto se acabó al segundo lupanar tailandesino. ¿Cabe mayor sinceridad cinematográfica, caballeros?

Sin Comentarios...

Pero sucede que arriban a puerto los medicastros misioneros con cara de malaria y más feos que pegarle a un padre -ya que los actores de primer orden, ninguno quería trabajar de gratis o sólo a cambio de una mamaílla con denominación de origen del sudeste asiático-, y nos joden el divertimento. Les acompaña una rubia tierna y un poco pasada de fecha pero catable, nada que una bolsa de papel no pueda obviar. Nuestro Rambone, otrora semental italiano -quién te ha visto y quién te ve, muchacho-, se pone bruto en presencia de esta madurita zagala, ya que a pesar de saberse muerto de cintura para abajo siempre ha ansiado tener una compañera, su particular "novia de frankenstein", y aunque ésta semeje tener los pelardos rubios en lugar de mechas canas en el monte venusino, qué más da, ¡carajo!, a estas alturas de impotencia ni normal lo mismo valdrá la jamelga para un roto que para un descosido.

Estooo... Rambo es el de la derecha...

Entramos en la fase crítica para poder asimilar en esencia y apriorísticamente la simbología intrínseca de la epopeya "Acorralada"... El monstruo quiere pero no puede, y ella le echa miradas golosas y efervescentes para que la saque a pasear en barca. Esto, consciente de su artrosis varonil, lo frustra y lo pone de muy mala hostia, de modo que su reacción instintiva es hacérselo pagar muy caro al primer ingenuo que pasa por el lugar, para el caso, una masa informe y uniformada de militares birmanos, malos malosos de verdad, perpetradores, a la sazón, de la orgía de sangre más gratuita, tremebunda y hemoglobínicobestiaja que me han tirado a la cara en mi puta vida. Consecuentemente, merecen morir. Una muerte proporcional a su falta. John Frankenstein Rambone lo sabe. Él será el encargado de proporcionársela mediante la segunda orgía de sangre más gratuita, tremebunda y hemogoblínicobarbarisca que me han tirado a los belfos en mi puta vida.

A nuestro héroe sin par -ni polla- le ha sido negado durante décadas el higiénico privilegio de mojar el churrote, ya ni siquiera puede lucir palmito y enamorar a las nenas aunque sea de puertas afuera -asesores con estudios elementales y un conserje le recomendaron no quitarse, ¡por Dios, ni loco!, la camiseta-... ¿Conque qué le queda? Lo que ha hecho siempre. Aquello que mejor sabe hacer. Para lo que lo entrenaron. Para lo que nació: matar, matar, matar. Y matar.

La del pulpo... By John Rambo

A cambio de no poder inseminar al bello sexo con su miembro descabezado, John Rambo fecunda de muerte los cuerpos de estos birmanos malignos con su esperma de plomo. Es para verlo. Menudo espectáculo grandipirotécnicolocuente. Agarrado a la ametralladora como se agarra uno la zambomba en los últimos y vitales y eyaculantes momentos. Músculos resbaloides en tensión, grito en boca torcida, gesto paroxístico. Éxtasis del correrse del copón. El arma, eminentemente fálica y dura, sustituye en su imaginario enfermo a las blandurrias serpientes, metamorfoseándose en La Extensión óptima de su falo incapaz y flacciducho, desbrozando al paso de su plomiza eyaculatoria la carne enemiga con inversa energía seminal; esto es, fertilizándola a través de la muerte. Y de paso, como impagable bonus track, giño metacinematográfico a sus ramboides fans irredentos, superando el Body Counter oficial de "Hot Shots 2," y erigiéndose con el oficioso y condecoroso título de "peli-con-más-muerte-machuca-gore-destripa-eviscera-implosiona-obsceno-salpica-ketchup-desmembramientos" en pantalla de la Historia del Kinematógrafo.

Coitus Estrozantus

Como colofón orgiástico y poético-ajusticiador a tan loable plusmarca, la Criatura Rambone apuntilla el clímax fílmico escojonciorebanando al Big Boss de las satánicas hordas birmanesas de milicos, no por sádico asesino de inocentes campestrurcios aldeanos que ni pinchaban ni cortaban ni cobraron como extras, sino por maricón. Tal como suena. Por envidia cochina; que teniendo como tienes, sucio cabrón de ojos truquiñuelos y chinosos, una herramienta en su sitio y como lo manda Dios, la utilices tan desviadamente, y yo mientras tanto, legendario semental espagueti, ni machacármela pueda con la Private... ¡Toma, toma, toma! (facazo/penetración/desventración). El Bien puro y casto siempre ha de triunfar sobre el malignoso birmano, y homosexual...

John Rambo, siempre vigilante de que no se produzcan atascos

a la salida de los armarios...

Hasta ahora hemos asistido atónitos y epatados a tan grande demostración didáctica y emprírica de los valores que han hecho de OrtoAmérica y el Primer Mundo la reserva espiritual del Cosmos y ardemos en deseos de que el desenlace a semejante canto al sacrificio individual en pos del bien de la mancomunidad de vecinos globales nos haga dormir seguros y tranquilos y felisucos.

¿Sí? ¿Hasta aquí bien? Pues agárrense los machos porque va al final y en el último momento nos joden el pitillo postcoito. Algún cretino de las narices le debió hablar del eterno retorno nietzscheano a Sly: "que esta mierda vende, tío"... y de repente al capullo de Silvester se le iluminó la mollera. Ahí lo tenemos en los últimos minutos de proyección, de vuelta a casa, "Home, Sweet Home",  la granja familiar, dispuesto a acabar sus días sembrando maíz y criando cochinos. Después de toda una vida entregada a la locura y la masacre y la añoranza del apareamiento, John Rambo, que ya ha dejado de ser Frankenstein y de ser Rambone y de ser legendario, finiquita su saga como la empezó, a pie por una carretera secundaria, chaquetón y petate del ejército al hombro, impecables, como recién salidos del horno, de lo que deducimos que no hay quien serigrafíe tejidos como los Ejércitos de los Estados Unidos de OrtoAmérica.

Hoy m'apetece pescaíto frito...

Tras haber aprendido que mandar a la mierda el mundo no tiene por qué ser siempre la primera opción; después de asumir que ya mató cuanto bicho viviente estaba en su mano escogorciar; luego de aceptar que el destino no guarda para él ninguna "novia" pintando canas en el pubis; que su capitán garfio no ha de volver a bailar; Rambo, nuestro siempre entrañable y ya cansado John Rambo, deja atrás su único talento, asesinar diabólicas almas uniformadas, y enfila el sendero que conduce a una vida en la sombra de los últimos días: tan puta y normal.

Hay que joderse con los guionistas, su primer disparo siempre directo a la Poesía...

Y media pasadas y el Dennehy sin aparecer...

30 días de Oscuridad: siendo generoso, me sobran 29...

No he parado de oír por ahí que lo mejor de "30 días de oscuridad" es la idea de la que parte, una última vuelta de tuerca al género vampírico -¿para cuándo un Quijote de los vampiros, que remate de una vez el mito y deje descansar en paz y de una vez por todas a esta pobre y maltratada raza de Tinieblas?-. Con todo, parace que le mérito de esa idea no es de la película, es del cómic que toma como base. Después de haber visto la película y sin haberme asomado a dicho cómic sólo puedo decir que si éste empieza como aquélla ya puede esperar sentado, no pienso perder mi tiempo con él como sí hice, en cambio, con su adaptación cinematográfica. No cometeré dos veces el mismor error.

Porque el que estés trabajando con un argumento fantástico nunca debe ser óbice para ser gratuito, es decir, que si tu premisa de partida es que de pronto se les encendió la bombilla a un grupo de draculines, que han dado con el gran filón hemoglobínico en los pueblos septentrionales de Alaska, donde se viven meses enteros de oscuridad -uno se pregunta si es que no hay vampiros con dos dedos de frente en Canadá, Rusia, Finlandia...-, y deciden irse para allá a catar qué tal saben las yugulares a temperaturas bajo cero, primero, antes que nada, si es que pretendes que te tome mínimamente en serio, me tienes que explicar cómo se las apañan esos vampiros iluminados para llegar hasta allí -lo siento, el plano del barco en lontananza no me basta-; y sobre todo, cómo tienen pensado salir de allí. De lo contrario pensaré que me estás queriendo meter a los chupasangre en ese recóndito lugar con un "porque sí" y punto. Y toda tu credibilidad se hará pedazos, como de hecho acaba sucediendo.

Billy Corgan responde a sus críticos...

Porque el señor David Slade sólo tenía una visión: quería hacer toda una película únicamente por y para una escena: la orgía de sangre en mitad de la nieve; vampiros gritones vestidos con trajes de fiesta fin de año aniquilando a los inocentes publerinos en mitad de las calles nevadas, a base de mordisco cabrero en la carótida. Qué bonito el plano desde las alturas, ¿no?, con las calles blancas salpicadas aquí y allá de rojos regueros... Ahí empieza y acaba "30 días de oscuridad". No sigan buscando, porque no hay más.

Y así, a partir de esa secuencia, que no debe coincidir ni con la mitad de la película, el señor Slade se topa de bruces con el problemón de que le queda aún un buen cacho de metraje que afrontar con una situación narrativa -y argumentalmente- insostenible: un grupo de supervivientes encerrados un altillo; un ejército de poderosos y hambrientos vampiros afuera, nunca sabemos dónde, esperando a que salgan; y 29 largos días de oscuridad por delante, que el pobre de Slade nunca sabrá cómo demonios llenar.

¡Jaaaaaaaaaaarrrllll!...

En efecto, los grititos enervantes de estos vampiros suenan como la cafetera de mi abuela...

Llegados a este punto inverosímil uno se cuestiona muchas cosas. A saber. ¿Cómo puede ser que una tribu de vampiros conscientes, con su lenguaje y su más que evolucionada jerarquía social -nada que ver, por ejemplo, con aquellos vampiros pseudo-zombis infográficos de la infecta "Soy Leyenda"-, es decir, con una capacidad de raciocionio y organización suficintes como para fletarse un crucero hasta Alaska, no sean luego capaces de prever que si acaban con todos los habitantes del pueblo en la primera noche se van a pasar las próximas 29 aburridísimos y muertos de hambre? ¿Acaso no hubiese sido mucho más inquietante y pavoroso, hubiese desprendido más pulso y tensión, que los vampiros, una vez llegados al pueblo, acabasen con sus habitantes poco a poco, a lo largo de los días sucesivos, hasta que la situación condujese para unos y otros -vivos y no-muertos- hacia un enfrentamiento y un clímax definitivos? Desde luego las reservas de sangre les hubiesen durado mucho más a estos vampiros de Armani... Pero, ¡ah, no!, el señor Slade quería su orgía de sangre en pantalla, no podía pasarse sin ella. Me da igual si la dichosa orgía está en el cómic o no. Me da igual que en el cómic funcione o no. Que una cosa funcione en viñeta o letra impresa no implica que lo vaya a hacer en pantalla.

Otro interrogante de cierta urgencia es el de cómo carajo es posible que unos vampiros tan, digamos, "inteligentes", lo suficiente al menos como para planear irse de vaciones todos juntitos a los polos a hacer "turismo de sangre", demuestren ser después tan rematadamente estúpidos. Los supervivientes se encierran en un trastero y lo mejor que se les ocurre a sus noctámbulos depredadores para cazarlos es tenderles emboscadas con señuelos humanos...  Con todo un mes por delante, acaso no habría sido mucho más fácil y rápido hacer un casa por casa hasta dar con ellos... O sencillamente quemar el pueblo hasta hacerlos salir... Pero entonces se me acaba la película, ¡jopeta!... Guionistas made in hollywoodland, menuda panda, menudo privilegiado cerebro, y encima después van y se declaran en huelga...

¿Un vampiro o el tiburón de Spielberg?... Pregunta de examen.

Claro que si llegas hasta esta conclusión puedes llegar más lejos, hasta plantearte la validez del argumento de partida, ese que se supone que es tan bueno. Siendo como es esta raza de vampiros tan ingeniosa, ¿cómo demonios no se planteó hasta nuestros días la idea de irse a las regiones septentrionales en plan picnic? Uno pódría contestarse: bueno, sabes... es que el viaje hasta allí es complicado, demasiadas cuestiones que resolver, logísticas, técnicas, bufff, sí, ya, ya sabemos que Drácula se curró él solito un viaje Transilvania-Londres, ida y vuelta, hace más de cien años, perooo, perooo, uf, los viajes transcontinentales  de hoy en día, ya se sabe, con la globalización y todo eso se han complicado una barbaridad, sabe usted... uf, uf... Si, claro, hombre, lo que tú digas... Quizá se te hubieses preocupado mínimamente en mostrarme cómo llegaron hasta donde llegaron tal vez estaría dispuesto a creerte algo, pero como me los metiste con calzador y por el morro donde te dio la real gana, te jodes; paga el alto precio de tu incapacidad argumental.

Total, que uno llega a la conclusión de que es preferible mantener durante un mes entero una situación increíble de puro inverosímil a hacer las cosas como hay que hacerlas, aunque sea a costa de un poco de sangre salpicando al espectador. Absurdo lo cojas por donde lo cojas. Los vampiros, dueños de un poder físico aplastador, escondidos nunca se nos muestra dónde y haciendo no sabemos qué, en espera de que sean los humanos quienes salgan de su madriguera. Espero que los responsables de esta entrañable metedura de pata vampírica no piensen que este esquema puede interpretarse como otra inteligente vuelta de tuerca, porque más bien se acaba antojando como una enorme y apestosa boñiga narrativa.

-¿A qué estamos esperando, Josh?

-Esperando órdenes, guapa... El guionista ha ido a cagar...

¿Dónde se esconden los vampiros? ¿En qué emplean su tiempo libre mientras los supervivientes humanos no se deciden a salir de sus escondrijos? Entretenidos tienen que estar -aparte de algo sordos- para que Josh Hartnett ande a gritos y hachazos con uno de sus convecinos -ahora convertido al credo chupasagre- en mitad de la calle y ellos como si oyeran llover... Tal vez no hubiese sido una baza tan descartable mostrarnos qué hacían mientras tanto para darle un algo más de credibilidad al asunto... No sabe, no contesta... Quién sabe, a lo mejor andaban de timba...

Y así vamos aproximándonos al fin, pasan los días sin más pena que gloria, como el que espera el autobús. Persecuciones por aquí, grititos sobrenaturales por allá, un par o tres de muertos por ambos bandos, el discursito con moralina de rigor sobre la inviolabilidad de la institución de la familia, y nos plantamos en un final que vuelve a ser -y van...- de lo más absurdo que me han tirado a la cara... Cómo será la cosa que tras hora y media de aburrimiento, 30 oscurísimos días de hastío supino y la menor sombra de pavor o canguelo en el cuerpo, tú mismo estás deseando que acabe de una vez esta tortura.

Estamos en el día 30. Faltan apenas unas horas para que amanezca y los vampiros siguen en el pueblo -(?!)-. Sí, tal como suena. ¿Por qué? Porque todavía no han conseguido acabar con todos sus habitantes -siempre fueron un poco zoquetes, la verdad-. Al parecer les preocupa mucho mucho que éstos puedan irle al resto del mundo con el cuento de que los vampiros existen en realidad, después de la cantidad de años que les ha costado a ellos convencernos de que no son más que superstición barata. Y me digo yo... ¿Cuál era su plan de escapada?, si es que alguna vez lo tuvieron, claro; dentro de nada va a salir el sol y ellos siguen ahí, plantados en mitad de la calle como estudiantes ingenuos el mayo del 68... ¿Acaso pensaban volverse en su barquichuelo por dónde habían venido? ¿Por carretera? ¿Por correo certificado?... Como la respuesta fuese en barco, más vale que las lunas del puente de mando estuviesen tintadas...

¿Er último pal dotor Van Jelsin?

En fin, que de donde no hay no se puede sacar; a estos chupasangres Gucci se les ocurre al fin -¡Bravo!- prenderle candela al pueblucho y, uf, ¡tachán!, a ojos de nuestros protagonistas la situación se les presenta insostenible, entre otras cosas, porque al guionista, que debe ser un incapaz mucho cuidado, le sale de las narices que así sea... Ves a los amos de la oscuridad campar a sus anchas por la calle en traje de noche, a menos 0 grados, y a la mujer de Hartnett, vestida de invierno, debajo de un coche, muriéndose de frío, y entonces vas y te partes el culo de risa cuando recuerdas la frase lapidaria -y estúpida- aquñella, media hora atrás: "Tenemos dos cosas a favor; conocemos el pueblo -hasta ahí bien- y conocemos el frío -?!-; vivimos aquí porque nadie más puede hacerlo (SIC!!!)".

De modo que llega el momento del gran duelo final, tipico y tópico y del que tantos estamos hasta los mismísimos huevos. Pero antes, un momento, unos minutos más de moralina para este consejillo subliminal: Hartnett decide que la mejor forma de salvar a su mujer, esto es, salvaguardar la familia -que recordemos, es lo más sagrado que existe en este y en cualesquiera otros Universos-, es convertirse en vampiro, es decir, condenarse a sí mismo, es decir, autoaniquilarse como miembro de su propia familia. ¿Alguien lo entiende? Es igual..., porque aquí lo importante es enseñar cómo el tipo se mete sangre de vampiro en las venas mediante una jeringuilla, es decir: "niñooos, no sus droguéis que pillaréis el SIDAAA...". Madre mía. Y yo que creía que ya había dejado la escuela.

-Sí, Josh, nosotros conocemos el frío... ¡¡¡Pero ellos están muertos, gilipollas!!!

Finalmente el duelo final no es tal, es decir, duelo no mucho, pero sí todo lo final que cabría esperar, porque a las primeras de cambio un Hartnett que está que se sale -por el chute jeríngueo que se acaba de meter- se ventila al jefe vampiro mediante todo un fistfuking oral -¡Dios Mío, qué valentía, señor Slade, un alarde así en una película Mainstream y comercial..., me tiene francamente desconcertado-. Ahora el resto de vampiros están asustados, no saben qué hacer, son un poco como Zaplana y Acebes sin su aznárica correa... Empieza a amanecer, los han jodido, ¡y ahora qué!... Deciden tomar las de Villadiego. Pero, ¿adónde van?, ¿cómo dientre se marchan de allí si ya es casi de día?... ¡Y a mí qué me cuentas tío!, ¿qué más da? Miraaa..., a cambio de una exlicación verosímil te regalo esta secuancia final de amor y amilbarada ñoñez, ¡además interracial!, entre una humana y un vampiro buenazo -que no se comería a nadie ni aunque estuvuese vivo-, porque hay que ver lo mucho que se quieren a pesar de que un mes atrás no se podían ni ver. Qué bonito es el amor. ¡Ah!, y mira qué requetechulo me ha queado el plano de él convirtiéndose en ceniza al contacto con la luz solar, mientra ella lo abraza, lo acuna, lo duerme... ¡A que Mola mazo!

Lo peor, con todo, no es esta película, ni es la última perrería de Will Smith, ni todas las cabronadas que les han hecho hasta hoy, como tampoco las que les quedan por hacer. Lo peor es que aquí a un servidor siempre le ha atraído la potente y mítica figura del vampiro, y ya es mucho decir que a base de ver la de hijoputadas mongoloides que directores y guionistas están perpetrando con ellos casi desee que no se vuelva a escribir ni una puta novela, ni un puto cómic, ni una puta película más sobre ellos, mis maltratados vampiros. 

 

No llores jodía, que vosotros al menos teníais al Rodríguez de la Fuente...

Si tú eres Leyenda, yo soy historia...

Una palabras del propio Matheson me vienen como anillo al dedo para empezar: "aun el dolor más profundo se mitiga, la desesperación más intensa cede. La maldición del verdugo: el preso se acostumbra a sus cadenas (...) ¡Con qué rapidez se acepta lo increíble si se ve con frecuencia!". Creo que resumen bastante bien por qué me he alejado conscientemente del cine, encerrándome en la literatura: me había acostumbrado a que el 90% del cine que se hace -el 99% si hablamos de cine fantástico- fuese una completa basura; bastarda y comercial a más no poder, voluntariamente manufacturada para el paladar de espectadores rednecks y descerebrados. Pero el hecho de que deje de sorprenderte que en el precio de la entrada entre también tu consentimiento para que se te caguen encima no implica que tengas que dejar que te llenen de mierda por defecto. Antes o después acabas escarmentando y, sencillamente, cortas la comunicación. Hace años que la industria se dio cuenta de que un cine fantástico pueril y de amplio espectro sería el único capaz de arrastrar público a las salas y eso levantó acta de defunción para  muchos, entre los que por supuesto me cuento.

"Soy un Timo"

Un día vino alguien y me dijo: ey, tú, ¿sabes que están haciendo otra peli de "Soy leyenda"?; bueno, respondí; ¿y a que no sabes quién hará de Neville?; sorpréndeme, dije...; Will Smith; ¡pfffffff!..., no me jodas; lo que oyes, tío...; ¿y de Cortman?; ¡¿Cortman?!... quién cojones es ése...; y después se marchó pensando que debía estar loco y yo seguí a lo mío. Todavía resonaban en mi cabeza los rumores de aquella adaptación, por suerte frustrada, con Swarzenneger y Ridley Scott; hasta que no lo viese no lo creería; cabía esperar el milagro...

El Fantasma de las Navidades Pasadas

En fin, que el tipo sabía quién era Neville pero no recordaba a Cortman..., qué diablos, puede que ni siquiera hubiese leído la novela, a lo mejor sólo había visto a un crístico e interracial Charlton Heston dejándose crucificar por monjes albinos antiglobalización... El caso es que la pregunta sobre Cortman no es todo lo friki que parece a simple vista. Porque sin Cortman no hay "Soy Leyenda" que valga. Él tiene la mejor frase de toda la novela; la mejor escena. Cortman vampiro, cada puta noche, ante la casa del último hombre vivo sobre la Tierra, gritándole, invitándole a formar parte del nuevo orden: "¡Sal, Neville!" Hay que ser un guionista muy incompetente o un director muy cegato para no aprovechar semejante escena...

Charlton Heston Vs. Los Jesuitas con Psoriasis

Pero, como decía, entrar hoy día en un cine es regalarles la ocasión de llenarte hasta la calva de mierda. Por asumido que lo tengas, que te darán por saco sí o sí, sólo eres un débil pedazo de carne humana, así que terminas dándoles la oportunidad... Y en efecto, no hubo lugar para Ben Cortman, como tampoco lo hubo para su terrorífica letanía: "¡Neville, Neville!... ¡Sal, Neville!", porque en realidad en momento alguno hubo intención de trasladar la "leyenda" de Matheson a la pantalla, antes al contrario, desde el principio tuvieron claro que lo que querían era convertir en "legendaria" esta tomadura de pelo, auténtica donde las hubiere, como no recuerdo otra desde, por lo menos, "El Sexto Sentido" de Mr. M. Night "tramposo" Shyamalan.

‹‹¡Sal, Neville!››

En cierto modo el cine yanki, la industria cinematográfica yanki, era la menos indicada para contar una historia en la que el bueno adviene monstruo y los malos pasan a conformar el canon de normalidad. Sabemos que en Hollywoodland, y por extención en el mundo entero, desde que derribaron el par de torreones, no hay escalas de grises; el malo es malo, muy malo; y el bueno es bueno; buenísimo. Y punto. Hasta me escama que el libro de Matheson no haya sido poco menos que prohibido por la administración Bush, teniendo en cuenta lo que subyace a sus líneas... ¡Ah!, no..., espera, que los hay por allí que todavía no saben leer entre líneas...

Richard Matheson

Bueno bueno, ingenuos lo justo, está claro que leen entre líneas, por eso mismo acto seguido las manipulan a su antojo, no hay quien los iguale en eso, qué duda cabe. Porque al fin y al cabo lo de menos son esos pequeños detalles, a saber; que el Neville de Matheson es un ario del montón, fumador y borrachín, sin formación científica alguna, que se pasa la mitad de la novela más salido que el pico una plancha; mientras Will Smith ni fuma ni bebe, ni por supuesto se la machaca, y encima es un virólogo de la hostia, cachorras de gimnasio, intachable oficial del Ejército, amante esposo y mejor padre. Un tipo made in USA al 200%. Qué importa si Neville era un tipo reservado y silencioso que escuchaba música clásica, si Smith puede ser un charlatán bocazas fanático de "Shreck" y de Bob Marley. Que te cambien vampiros conscientes por superzombis hidrofóbicos a lo Resident Evil, tanto da; puedes tragarte mal que bien toda esa bazofia...

‹‹Y el SIDA porque no me he puesto en serio, que si no...››

Pero por lo que ya no pasas, si es que tienes dos dedos de frente, es por la triple ración fast food de etnocentrismo yanki, por otro lado, nada subliminal -porque además es que ya ni se molestan en ser sutiles-. La idea central de Matheson es que la vida se abre camino, sea como sea, y los débiles se quedan en el camino. Llega el momento en que la humanidad sucumbe ante el advenimiento de una nueva raza, primitiva y brutal, pero superior, pues no en vano consigue sobrevivir a la epidemia. El tiempo de los hombres toca a su fin y comienza el de los vampiros, o como el propio Matheson los denomina al final de su libro, "los hombre oscuros"; vampiros mutantes, capaces de introspección y una vaga organización social. En este nuevo orden, Robert Neville, el último hombre vivo, que durante tantos años les dio caza, exterminándolos, es una amenaza a erradicar; un auténtico y peligroso "Conde Drácula" para la recién nacida sociedad: "Ellos le veían como un monstruo terrible y desconocido, de una malignidad más odiosa aún que la de la plaga. Un espectro invisible que como prueba de su existecia sembraba el suelo con los cadáveres desangrados de sus seres queridos (...) Neville observó a los nuevos habitantes de la tierra. No era uno de ellos. Semejante a los vampiros, era un anatema y un terror oscuro que debían eliminar y destruir (...) Un nuevo terror nacido de la muerte, una nueva superstición que invade la fortaleza del tiempo. Soy leyenda". En cambio, para la Nueva América parida el 11-S, la Humanidad es el supremo escalafón de la cadena trófica, puesta en dicha altura por mediación divina, y cualquier atentado contra los hombres es, en consecuencia, no sólo una horrorosa tragedia, también una contravención del orden establecido, que es -y debe ser- unívoco e intransferible. La Humanidad no puede morir, no debe morir, ergo la nueva sociedad de vampiros no puede ni debe progresar. Los vampiros -y quien dice vampiro dice todo individuo que nada contra la corriente de lo normal- están enfermos, y en consecuencia hay que curarlos, es necesario y esencial reestablecer el equilibrio; y ahí es donde entra en juego Robert Neville-Will Smith, el Salvador, el Nuevo Cristo Negro, guiado sin saberlo por la Divina Providencia, que ha de salvar a la Humanidad del Apocalipsis con su inmolación y, a la postre, "devenir leyenda" a ojos de la Nueva Humanidad que, merced a la abnegación y el sacrificio del Mesías Afroamericano, resurgirá de las cenizas en las que jamás debió convertirse...

Ne(gr)oCristo y el Apóstol San Perro

Pestífero lo cojas por donde lo cojas... Richard Matheson quiso que Robert Neville fuese primero Van Helsing para acabar convirtiéndose en Conde Drácula, y finalmente en nada. La industria yanki ha querido que Will Smith sea mártir ejemplar contra las hordas bárbaras -y terroristas- para acabar adviniendo Mesías de una Nueva y Mejor, Política y Moralmente Recta Humanidad. En el entretanto, aquellos que amamos el buen cine fantástico, inteligente y turbador, "Somos Historia"

Bukowski dejó este poema dedicado al cine, que tanto le aburría, y que por supuesto secundo:

"millones de dólares gastados para crear

algo que es peor que la vida real de

la mayoría de los seres vivos; nunca deberíamos sacar

entradas para el infierno"

DE CÓMO "ROJO" ME DEJÓ "FRÍO"... O POR QUÉ NO ME GUSTÓ "HELLBOY" (THE MOVIE)

Para los despistadillos e incautos diré que "Rojo" es el apelativo con el que amigos y conocidos llaman a "Hellboy", vocativo éste, cromático y llamativo donde los haya, que en inglés –"Red"- debe quedar la mar de bien en pantalla -que se le pregunten si no a la Señorita Scarlaaata-, pero que, traducido literalmente al español -"¡Ey, qué pasa, Rojo!"-, no sólo queda como un pegote insufrible a soportar durante todo el metraje, sino que, sacado de contexto y rememorando viejas heridas bien nuestras, podría dar lugar a algún que otro desagradable malentendido - ¿Es Hellboy comunista?, y, en tal caso, ¿vota a Izquierda Unida?-. En fin...

Pero vamos al lío, que es lo que interesa, y éste no es otro que abundar sobre por qué Red, o sea Rojo, o sea Hellboy, el Chico Avernal que me acaba de dar por bautizarlo en castellana parla, es un film que me dejó más bien frío, que es como decir que no me gustó nada en absoluto, pero no helado del todo, ¡ojo!… si no a qué iba a estar yo escribiendo todo esto…

 



Podría esgrimir no pocos motivos por los que esta me parece una película fallida y muy mediocre, tirando incluso hacia el suspenso, y no tendría para ello más que referirme, uno por uno, a los males ya endémicos que azotan al cine fantástico moderno, a saber, guiones flojos o directamente inexistentes, argumentos insostenibles y desequilibrados, situaciones vergonzantemente inverosímiles, diálogos estúpidos cuando no directamente lobotomizantes, personajes endebles e inconsistentes de puro planos, preponderancia total de unos efectos especiales hiperbólicos cuya magnificencia sólo pretende ocultar la total carestía de una historia cabal que narrar, ritmo endiablado y videoclipero, o, lo que es lo mismo, atropello, decibelios, epilepsia, ¡aaarggghhh!... arritmia fílmica terminal, en suma… De todo esto hay un poco –o un mucho, según caracteres- en el "Hellboy" de Guillermo del Toro, pero no voy a concretar nada de ello, entre otras cosas, porque me agotaría cantidad y la vida es muy corta...

 

El Trío Calavera...



Me conformaré, empero, con esgrimir un argumento en su contra, si acaso mucho más poderoso que todos los anteriores, que no es otro que el ¡ABURRIMIENTO!, tal que así, con mayúsculas y entre signos de admiración, con un cabreo de la hostia, vamos. Sólo con esto puedo justificar por qué no me gusta esta película y quedarme tan pancho, sin buscar ningún otro tipo de explicación, ya que no existe, pienso, peor pecado en un film de este tipo, de esos que ahora se da en llamar "de evasión", que acabar pidiendo la hora mucho antes de los títulos de crédito. No vale la pena engañarse, aquí de Ingmar Bergman’s nada de nada; uno puede aguantar cierta pesadez, cierta morosidad en la narración, incluso algo de tedio en la pantalla, si la historia que te están contando tiene algo de mínimamente trascendente a nivel significativo, si te hace reflexionar de alguna forma sobre cualquiera de las Grandes Cuestiones, pero en la película de Guillermo del Toro no hay ni sombra de todo eso. Es tremendamente simple –que no sencilla-, plana –que no clara-, y justita, justita –que no concisa-. Ni siquiera el mismísimo Hellboy, que es un tipo raro de la hostia, mitad hombre, mitad demonio preternatural, y que lo desconoce todo de su origen, muestra la más mínima inquietud metafísica y/o existencial para con su propia naturaleza o su papel en este mundo –o cualesquiera otros- de tan llano que está perfilado su carácter.

Así las cosas, si el invento no te entra por los ojos porque vuelve a ser un "más de lo mismo"; infografía desaforada y gratuita, pirotecnia grandilocuente e inexpresiva, acción embarullada e ininteligible, argumentos estultoides…; y mucho menos te cabe en la cabeza porque en realidad tomas conciencia de que no te está contando nada, que todo es un puro y vacío artificio, ¿qué queda?... mirar el reloj una y otra vez, impaciente, hastiado, pidiendo la hora… lo que decía, ¡ABURRIMIENTO!

Lo peor de todo, quizá, es todo lo malo que toda esa mediocridad y todo ese aburrimiento confirman, a saber, que el hipotético talento del director mejicano –que tanto apuntaba en esa maravilla vampírica llamada "Cronos"- se haya evacuado por el retrete, perdiéndose definitivamente para el buen cine de género. Después de aquella herejía fílmica que atendía al título de "Blade II" este "Hellboy" bien puede tomarse como la venta completa y final de su personalidad cinematográfica a la gigante maquinaria hollywoodiense de quebrar el Séptimo Arte, pasando de este modo a formar parte de la nómina de directores-marioneta de la industria. Y tanto es así que, sin ir más lejos, apenas veo diferencia alguna –en la malo, claro- entre su "Hellboy" y “La Liga de los Hombres Extraordinarios” de Stephen Norrington, "Underworld" de Len Wiseman, "Van Helsing" de Stephen Sommers, y otras tantas cuyo nombre y paternidad prefiero obviar. Todas fotocopias de un mismo patrón… y, si mi apuran, hasta la del matachupasangres high-tech me gustó más, lo que es muuuucho decir...

 



A esta bajada de pantalones ante esos que ponen la pasta, cada vez más frecuente, cada vez, también, más sangrante, se deben achacar sin duda las peores taras del film; esa enésimo-tópica historia de amor entre bella y bestia, y que se antoja sosa, tonta, y menos creíble que una charla de Jiménez del Oso; ese nuevo compañero con el que desarrollar una relación amor-odio-celos al más puro -y nauseabundo- estilo Buddy Movie; el maniqueo y cansino enfrentamiento entre las fuerzas del Bien -¡qué buenos somos, chicos!- y las fuerzas del Mal -¡hay que ver qué malas, las muy jodidas!-, y que termina, ¡cómo no!, con la victoria de las fuerzas de la Luz en un Happy End típico, tópico y torpón -que para eso somos yankis y dominamos el mundo y pagamos impuestos, oyes-. Lo del final se antoja particularmente insufrible, puesto que, como es costumbre, cuando ya los malos malosos han llevado la partida al final humillando a los buenos buenazos, ganando con todas las de la ley, y ya se abren las puertas del infierno anunciando la destrucción de toda la Humanidad… justo entonces, el héroe, que estaba acabado y en las últimas, recurre a sus más hondos y buenos sentimientos, usualmente aderezados con pizcas de amor –por la chica- y ansias de venganza –por el padre asesinado-, para resurgir de sus cenizas y aplazar el Apocalipsis para mejor ocasión –la secuela, supongo- con una facilidad pasmosa –y sospechosa… ¡qué fácil resultó todo al final!-. Es lo que vende… o al menos lo que dicen que vende los estudios de mercado…

 



Lo que más duele, no obstante, es la película que, entre todos, echaron a perder. Teniendo en cuenta el tono oscuro, macabro, tenebrista y preternatural que emanan los mejores cómics de Mignola sobre el personaje, el resultado volcado sobre la pantalla no puede ser más decepcionante. Del Toro optó por un espíritu demasiado "normal" y "ortodoxo" para retratar un personaje y un universo que pedían a gritos adjetivos como barroco, retorcido, horrorífico, angustiante, salvaje... y lo que consiguió no fue otra cosa que trivializar lo sobrenatural, banalizar la sombra y entibiar la asfixia, rematándolo todo, además, con una vena de humor facilón, pretendidamente desenfadado, que provoca que el film redunde en su ridículo y acentúe su vacío. No cabe duda de que este tipo de adaptación -que no hubiera desentonado tanto en un comic Marvel, pero que me repatea verdaderamente los higadillos en uno como el Hellboy de Mignola- vino dictada hasta cierto punto por productores y demás caterva ejecutiva, deseosos de un dinero fácil y, en consecuencia, una película fácil también, para la buena digestión del Gran Público, sin cosas raras. Mas el hecho de que un ¿cineasta? como Del Toro se pliegue a estas servidumbres y luego venda el producto –sí, producto- como una traslación a la pantalla sincera y fiel, nacida de su amor por el personaje en viñetas, no puede ser tomado sino como una prueba más de esa carencia de personalidad –incluso integridad- cinematográfica a la que antes aludía.

El Hellboy de Mignola, definitivamente desaprovechado



En resumen, que como película en general, y fantástica en particular, no llega, ni de lejos, a unos mínimos de calidad aceptables. Como adaptación del cómic del cual parte, se queda muy en la superficie, de paso desperdiciando definitivamente para el cine un personaje y unos materiales magníficos. Y, finalmente, como puro entretenimiento, sin más, como espectáculo "de evasión" aburre soberanamente –veo más adecuada la etiqueta de "escapista", más que nada por las ganas que te entran de salir despavorido de la sala a la hora de proyección-. Así que, visto lo visto, este tío fortachón y musculoso, con rabo largo y cuernos cortos, comunista o no, no me pone nada, nada, la verdad… Si al menos fuese hincha del Osasuna...

© JIP

Boy, Hell Boy...