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Heridas de Letras

‹‹Shangai Jim›› y su último saludo en el escenario

 

 

Probablamente éste no sólo será su último libro, también es el menos ballardiano de toda su bibliografía. El de Ballard fue siempre el territorio de la ficción y este Milagros de Vida pretendía ser una biografía, el relato, esta vez sí, veraz de su vida, o al menos de los momentos que el autor creyó decisivos en su vida. Y si algo le queda a uno claro después de leer este libro, esta autobiografía que no es una autobiografía, es que Ballard no es uno de esos escritores cuya vida se antoja más interesante que sus ficciones. Todo lo contrario. Ballard siempre fue un hombre normal, de aspecto incluso, si me apuráis, del todo ordinario, que albergó, no obstante, una de las imaginaciones más inquietantes y potentes de su tiempo. O tal vez fue al revés, una imaginación portentosa y visionaria encerrada en la carne y los años de un hombre de lo más corriente.

La imagen es chocante, la leyes no escritas del tópico y de la apariencia dictaban que el creador de las obscenidades psicótico-mécanicas de Crash debía ser -o al menos semejar- una especie de perturbado autodestructivo, de ojos desorbitados y mirada huidiza, al más puro estilo Charlie Manson, pero Ballard, más allá de sus ficciones, destacó por ser una persona discreta, volcado en su vida familiar.

El mayor interés de Milagros de vida sea seguramente ese, el de mostrarnos cómo ese hombre sencillo, en muchos aspectos superficiales quizá hasta anodino, pudo sacarse del magín libros tan perturbadores como Crash o La exhinición de atrocidades, al tiempo que luchaba por sacar adelante tres hijos sin madre -fallecida muy joven- en el marco de una Inglaterra sin rumbo, en busca de su identidad perdida tras la Segunda Guerra Mundial.

Digo que no es una autobiografía y creo que digo bien, su verdadera autobiografía -con ciertas licencias dramáticas- ya la escribió Ballard en dos volúmenes excepcionales, El imperio del sol y La bondad de las mujeres -ambos recientemente reeditados después de llevar algunos años agotados-, novelas de ficción a la par que bellísimos testimonios de vida. En este sentido, pues, Milagros de vida no nos ofrece prácticamente nada que no esté ya en esos dos libros -a excepción de su enfermedad y la sobria asunción de una muerte que sabe a la vuelta de la esquina-, erigiéndose más bien en una suerte de regalo -a sus tres hijos primero, a su pequeña legión de lectores después-; ese último saludo en el escenario antes del fin, cada día más próximo.

Milagros de Vida es un muy rápido repaso a los picos de un encefalograma que se sabe justo a un paso del abismo, los hechos y escenarios clave que derivaron en que Ballard acabase siendo el Ballard que efectivamente hemos conocido. Su infancia en Shangai y los años de reclusión en el campo de prisioneros japonés de Lunghua; su paso de la infancia a la adolescencia en medio del horror de la guerra mundial tuvo una importancial capital, siendo hasta tal punto así que el propio Ballard reconoce que toda su obra de ficción posterior no fue más que un intento subconsciente por recrear aquella época y aquellos lugares, Shangai, Lunghua, las penalidades y horrores que nunca dejó de sentir como su verdadero hogar. Motivo por el cual toda su vida posterior, ya en Inglaterra, fue la de un exiliado que nunca encontró su lugar. Se trata del mismo desapego que le permitirá convertirse en un gran crítico para con la sociedad británica de la época, todavía atascada en los sueños de un imperio que se desintegraba por momentos, y atada siempre a las ridículas convenciones y lugares comunes de un modo de vida que apenas si había cambiado desde los tiempos victorianos, a pesar de dos guerras mundiales, inmersa en la Guerra Fría y la escalada nuclear.

"Me obsesionaba la conflictiva percepción que tenía de mi persona, y me animaba a pensar en mí mismo como un forastero y un inconformista de por vida. Seguramente eso me llevó a convertirme en un escritor dedicado a realizar predicciones y, si es posible, a provocar cambios. Creía que lo que Inglaterra necesitaba urgentemente era cambiar, y lo sigo creyendo".

Tambén tuvieron un peso específico notable su primera formación como estudiante universitario de medicina y su posterior experiencia como piloto militar de la RAF en Canadá, ambas esenciales para conformar la mente que años después diseñaría las pesadillas eróticomécanicas de Crash o escenarios desolados como los descritos en La sequía o Mundo de cristal. Destacan con luz propia sus vivencias en las salas de disección de cadáveres de la facultad de medicina, merced a las cuales descubrió hasta el último de los recovecos de la anatomía humana, mientras daba pábulo al pensamiento de que aquellos cuerpos sin vida, a su manera, seguían viviendo, sostenidos por el formol y las atentas miradas y aún más precisos cortes de los cirujanos del mañana.

"Los años que pasé en la sala de disección fueron importantes porque me enseñaron que, si bien la muerte es el final, la imaginación y el espíritu humano pueden triunfar sobre la propia disolución. En muchos aspectos, toda mi obra de ficción constituye la disección de una profunda patología que había presenciado en Shangai y más tarde en el mundo de posguerra, de la amenaza de la guerra nuclear al asesinato del presidente Kennedy, de la muerte de mi esposa a la violencia que sustentó la cultura del ocio de las últimas décadas de siglo. O puede que los dos años que pasé en la sala de disección fueran una forma inconsciente de mantener Shangai con vida por otros medios".

Otro suceso fundamental; la trágica muerte de su esposa, que provocará un cambo radical en el rumbo y los temas de la ficción ballardiana, alejándose de las catástrofes de ciencia ficcíón para adentrarse de lleno en la psicopatalogía de la sociedad de masas; llega el momento crucial, los años de La exhibición de atrocidades y la gran trilogía urbana: Isla de cemento, Crash y Rascacielos. Y mientras da forma a estas pesadillas de locura y aleación, Ballard se convierte en padre y madre de sus tres hijos, auténtico motor de su vida hasta hoy, esos "milagros de vida" del título, a quienes dedica las que serán sus última líneas.

En la década de los 80 Ballard alcanza fama internacional gracias al éxito de su novela sobre la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, gracias a la adpatación que de ella hizo Steven Spielberg. Jamás ha de tener tantos lectores como entonces, muchos de ellos, si no la mayoría, ni se asomarán al resto de su obra de ficción o bien saldrán de ella despavoridos, incapaces de asimilar que la misma pluma que firmó una noevela tan sutilmente bella como El Imperio del sol fuese también responsable de la mórbida y cuasi pornográfica violencia silenciosa que destilan todos los párrafos de Crash.

No obstante, más importante que cualquiera de sus éxitos, la posibilidad de volver a Shangai después de cincuenta años de ausencia se presenta como la última prueba antes de dar por concluido su periplo vital. Este reencuentro se produce en 1991, enmarcado en el rodaje de un documental sobre su obra, rodado por la BBC -al calor, ironías de la vida, de su éxito masivo con El Imperio del sol y su secuela, La Bondad de las mujeres-. Ballard regresa al hogar del que su mente nunca llegó a escapar, territorios físicos, la Shangai y el campo Lunghua actuales, que ya apenas corresponden con el mental del escritor. Pese a todo, la experiencia acaba siendo catártica.

"Shangai se había olvidado de nosotros, del mismo modo que se había olvidado de mí, y las destartaladas casas de estilo at déco de la Concesión Francesa formaban parte de un decorado abandonado que estaba siendo desmontado poco a poco (...) Diez minutos más tarde llegamos a las puertas del antiguo campo de Lunghua, el actual Instituto de Enseñanza Secundaria de Shangai (...) y todas las habitaciones se encontraban cerradas con llave salvo la antigua habitación de los Ballard, que ahora era una especie de basurero. Había un montón de desperdicios, cual recuerdos desechados, metidos en sacos entre los armazones de madera de las camas donde mi madre había leído Orgullo y prejuicio por décima vez y yo había dormido y soñado. El campo de Lunghua estaba allí, pero no estaba. Llegué al aeropuerto de Heathrow sintiéndome mentalmente herido pero renovado, como si hubera realizado el equivalente psicológico de un viaje de aventura. Me había acercado a un espejo, había aceptado que era real a su manera, y luego lo había cruzado hasta el otro lado. Los siguientes diez años se cuentan entre los más satisfactorios de mi vida". 

¿Cuántos lectores de Milagros de Vida se acercarán tras su lectura a un libro como El imperio del sol? Puede que unos pocos, es un libro tan bello como brutal, además de impecablemente escrito. ¿Y cuántos de estos se entregarían a Crash? Más que probablemente, unos muy pocos, lectores desprejuiciados y de miras tan anchas como un paraje desolado, con un altísimo componente de audacia en sus mecanismos psicológicos. Crash, a su manera, está tan impecablemente bien escrito y es tanto o más bello y brutal que el mejor de los textos ballardianos, pero requiere además un acto de fe por parte de lector, un salto al vacío, del otro lado del espejo, de imprevisibles consecuencias, al que no todos están dispuestos.

Ballard acaba aquí, pero el paisaje ballardiano no ha hecho más que comenzar...

Un Barceló que se apaga...

Cada vez que el señor Miquel Barceló tiene a bien salir a las palestras para deslumbrar al personal con sus opiniones me apercibo de cuán antagónicas son nuestras posiciones respecto a lo que es -y debería ser- la literatura de ciencia ficción. Siendo hasta tal punto así que hace ya tiempo que albergo la sospecha de que para el señor Barceló el concepto "ciencia ficción" excluye por definición el de "literatura". Su última ristra de sectáreas -y milenaristas- declaraciones respecto al actual estado "del género" no ha hecho sino reafirmarme en dicho parecer; el de que a este señor lo que le pone en realidad no es la ciencia ficción en sí, sino -única y exclusivamente- "formar parte" de ella.

"En la historia de la ciencia-ficción hay épocas de vacas gordas y de vacas flacas. Ésta es de flacas. Es algo cíclico. Pero ahora es más serio, mucho más serio, me temo". No está mal para comenzar, ya de entrada suena a batallita del abuelo y al típico y tópico estas cosas con Franco no pasaban, que es lo mismo que decir que mientras yo fui joven y formé parte de la Guardia de Hierro las cosas estuvieron en su sitio, pero ahora que el futuro está en manos de las nuevas generaciones y escapa a mi alcance, no sé, no sé..., no sé cómo va a acabar esto. En catástrofe, lo más seguro... Parece talmente como si ahora que la mayoría de autores punteros de la Edad de Oro de la ciencia ficción han desaparecido, Barceló -ya talludito a su vez- pretendiera convertirse al tiempo en albacea testamentario y espoleta retardada sobre la obra y la memoria de toda una generación de escritores y una manera de hacer ciencia ficción, un algo así como decir, bien, vosotros ya os fuisteis, camaradas, yo mismo desapareceré muy pronto, pero vuestro recuerdo estará a salvo junto a mí, os arrastraré a todos conmigo al fondo de la tumba. Un arranque pueril y senil de gratuita nostalgia justo antes del abismo. Resulta de todo punto chocante en alguien que -en teoría- ha vivido y trabajado por y para la ciencia ficción que justo a estas alturas -sus postreras- nos salga con lo de que cualquier pasado fue mejor...

 

Enemigo Mío...

Hay en su discurso, no obstante, puntos mucho peores y más preocupantes que este vosotros los jóvenes ya no sabéis hacer las cosas, sin ir más lejos uno de los motivos que, según Barceló, explica la actual crisis de la ciencia ficción escrita: "La realidad deja obsoleta pronto cualquier predicción o hace ridículos los escenarios imaginados. Por eso una buena parte del género se dedica desde hace tiempo al futuro cercano, inmediato, más controlable, como hizo Gibson con Neuromante y como ha hecho el ciberpunk. El futuro lejano interesa menos (...) Hay un cambio cultural: creo que podríamos vaticinar la muerte de la ciencia-ficción por disolución en el contexto". En palabras del propio Jacinto Antón, a la sazón redactor del artículo -y la entrevista- de marras: "En general, la especulación parece haber perdido el sentido que tenía antes. El mañana está tan cerca que se come la ciencia-ficción". Casi ni me voy a manchar en rebatir semejante memez, porque es que no hay por dónde cogerla. Solamente añadir que, si uno quiere -y ahí está la diferencia esencial-, si uno quiere, como decía, no importa lo rápido que corra tu presente, el futuro estará siempre, como mínimo, a un horizonte de distancia. Ahora bien, si lo que quieres decir en realidad es que la imaginación de los escritores de hoy en día no está a la altura, o mejor, que no escriben la ciencia ficción que a ti te gustaría que escribiesen, bien, entonces pienso que hay mejores maneras de decirlo, formas más francas de expresarlo, más honestas, menos tramposas, y que, por lo menos, no te hacen quedar como un  idiota.

Precisamente porque -tal y como concluye el mentado Jacinto Antón- las nuevas generaciones son tecnológicamente las más punteras que ha habido nunca, debería ser al revés, los escritores de ciencia ficción con posibles deberían conectar más y mejor con ellas. Aquí el problema es muy otro y el propio Barceló se mete la viga en el ojo propio: "Si nos fijamos en los autores clásicos que mejor continúan funcionando, dentro de la crisis, son los de la ciencia-ficción más cercana, los de los mundos interiores, personales, obsesivos, muchas veces mundos enajenados, insanos, autores de los que atrae, más que la ciencia, la complejidad psicológica, muy interesante para la gente de hoy. Escritores como Philip K. Dick o Ballard. Significativamente, son autores que, como en el caso de Ballard, han ido saliéndose del género o creándose un lector propio". Ay amigo, ¡ahí te pica!, lo que pasa es que la ciencia ficción que tú defiendes ya no es del gusto de los que suben. He aquí la madre del cordero. Es la ciencia ficción dura la que tiene los días contados y es precisamente eso lo que te pone de los nervios. La ciencia ficción de las fórmulas químicas y matemáticas, de altos vuelos alfanuméricos, sólo apta para ingenieros y doctorados en física, la que está de capa caída, porque en el fondo, señor Barceló, ya desde mi primera lectura de su "Ciencia Ficción: Guía de Lectura", se me antojó usted un endogámico, un sectario y, por supuesto, un corporativista. Si por usted fuera -y en esto, creáme, exagero sólo lo justo para alcanzar la hipérbole- la ciencia ficción prescindiría de metáforas, elipsis, imágenes, personajes, simbología..., y observaría la justa y necesaria sintaxis para servir de apoyo a la interminable sucesión de ecuaciones, signos, números y demás álgebras.

 

La nueva edición de su Guía de Lectura es como ciertos Apocalipsis,

se anuncia y se anuncia, pero nunca llega...

De ahí que vaticine la muerte de la literatura de ciencia ficción, de la que, si por usted fuese, despojaría de toda "ficción" y -sobre todo- de toda "literatura". De ahí también que yo me atreva a decir que a usted lo que le interesa no es la ciencia ficción, sino formar parte de la ciencia ficción. No la ciencia ficción entendida como obra de arte, vehículo de expresión y comunicación, sino como gueto -gueto, además, de Varsovia, completamente en ruinas-, y cuanto más gueto y más destruido mejor, así aparecerán usted y los suyos ante el mundo como el último bastión, la vieja guardia que defendió el reducto hasta el último hombre.

Es la misma razón que explica su indignación ante el intrusismo: "La literatura digamos convencional se ha permeabilizado a los contenidos de ciencia-ficción de una manera que parecía impensable. Se han roto muchas barreras. Pasó con Criptonomicón, de Neal Stephenson, publicitado como libro para hackers y muy vendido. Se intenta con Spin, de Robert Charles Wilson (sobre un escudo misterioso instalado por unos alienígenas en torno a la Tierra), presentado como matrimonio entre la ciencia-ficción hard y la novela literaria y que ganó el Premio Hugo en 2006 (...) Pero la buena ciencia-ficción en última instancia pierde en esos formatos". La "buena ciencia ficción", que en su caso, señor Barceló, siempre es la ciencia ficción dura, tengámoslo presente. Qué peligrosos absurdos alcanza su sed de élite: el matrimonio entre la ciencia-ficción hard y la novela literaria como un formato menor, antes incluso de juzgar la calidad intrínseca de la obra. Otra más en su larga lista de porque síes. El único motivo que explica su histórico rechazo al mainstream -publicación de obras no de género por parte de autores de género- y al slipstream -publicación de obras de género por parte de autores no de género- es que dinamitan las fronteras de su querido gueto, de su amado género. Porque a usted ya le va bien que la ciencia ficción en general -y sobre todo en España- siga siendo ante todo género, sobre todo gueto, no sea que se le expanda el reino, se le caigan las fronteras y pierda su condición de pope del gremio, deje de ser el pequeño rey tuerto en el país de los gafapastas ciegos e irredentos.

 

Puta basura...

 

Le echa gran parte de culpa al mañana, que se nos echa encima -tremenda gilipollez- y al mestizaje entre géneros -que acabará con su amado y monolítico género-, y denuncia también que cada vez se lee menos: "el lector de ciencia-ficción típico es una persona interesada, en mayor o menor grado, en temas tecnológicos. Es una persona que pasa mucho tiempo en internet y ese tiempo ya no lo dedica a leer. Y está el audiovisual. El aficionado a la ciencia-ficción, al que siempre le han encantado las películas, encuentra un acceso ilimitado a ellas y a las series de televisión del género en la red, puede bajarse lo que quiera y verlo tranquilamente en casa. En referencia a la televisión, estamos hablando de muchas horas: las diez temporadas de Stargate SG 1, las cuatro de Stargate Atlantis, todos los capítulos de Battlestar Galactica, Star Trek... ¿Cuánto tiempo significa eso de recorte de lectura?". Interesante conjetura, aunque tan sesgada que sonroja, porque amigo mío, tal vez sí sea cierto que se lee menos, pero en todos los ámbitos, no sólo en el de la ciencia ficción. En contraposición veo que no incide usted en la que está sí está siendo una de las ruinas principales de la ciencia ficción y la literatura fantástica, y que sólo se da en estos dos géneros; la proliferación indiscriminada de franquiciados y sagas, de nula calidad tanto a nivel literario como anticipativo.

De las editoriales que inundan las librerías de subliteratura crematística y bastarda que ni siquieran merecen el -por otro lado honorable- calificativo de "pulp", usted, estimado señor Barceló, no dice nada.  De los muchos escritores -espoleados por los editores vampiro, cómo no- que se venden al mejor postor pergeñando inacabables y burríferas sagas, explotando ideas y universos que ya se agotaron en su primera o segunda secuelas, por la sencilla razón de que es mucho más fácil y rentable eso que buscar nuevos horizontes, usted, estimado señor Barceló, no dice nada, se calla la boca, muy probablemente porque editor como es, su parte de culpa tendrá en el asunto.

 

Más puta basura...

 

Le voy a confesar, de todos modos, por qué yo, que empecé leyendo ciencia ficción, me alejé de ella. Porque la mayoría de obras y autores que usted y gente que piensa igual que usted proponían como obras maestras estaban escritas con el mismísimo orto. Y yo, en oposición a usted, valoro primero la literatura -cómo me cuentan una historia-, después la ficción -qué historia me cuentan-, y en última instancia la ciencia -si la fórmula matemática es o no la correcta.

Por eso sigo volviendo a la ciencia ficción de cuando en cuando, porque pese a todo hay y seguirá habiendo cantidad de obras y autores que lo traigan por la calle de la amargura. De Ballard escribió usted que "en general, pese a su calidad literaria, sus novelas y relatos carecen de la amenidad que otros autores británicos como Aldiss y Brunner saben proporcionar a sus narraciones"; de Thomas Dish, "que sus últimas obras le caracterizan cada vez más como el típico escritor e intelectual neoyorquino dedicado a la ciencia ficción"; de Stanslaw Lem, que su obra "apela ante todo a la reflexión y al sentido crítico del lector, sin desdeñar el tono de parábola en muchos de sus relatos. Tal vez por ello ha superado claramente el ghetto de la ciencia ficción, y sus obras se editan actualmente fuera de colecciones especializadas"; de Philip K. Dick le resultó un tanto sorprendente y exagerado su éxito,"especializado en la irracionalidad de lo real en el seno de una literatura como la ciencia ficción, cuyos principales móviles parecen haber sido siempre la lógica y la racionalidad". Desde luego usted y yo estamos condendos a no entendernos...

La suerte para tantos de nosotros, que le enfrentamos, que no compartimos su elitista a la par que pobre canon, es que una vez la galaxia Barceló se haya apagado, la estrella de la "buena ciencia ficción", la de los escritores de raza y no la de los científicos de pluma accidental, seguirá brillando... 

 

 

Philip K. Dick, demasiado bueno para ser "barcelonista"...

-que los culés me perdonen el chiste barato. O no.

Una; Grande y Semifinialista

Intento abstenerme a este impulso que tira, me empuja a ponerme al servicio de algo tan transitorio, más perecedero que todas las frutas o los peces abisales. Pero yo también, me digo. También formo parte del invento, esa máquina inmoral. Todos, de hecho. Así que mi único modo de detonarla. Tal vez. Ha de ser por fuerza desde dentro. La servidumbre primero. El sabotaje después.

Esta página que ni siquiera es página, tiene de papel lo que el día de ayer tuvo de gesta, que es nada, como nada podrá, lo sé, contra todas las páginas que ayer se redactaron, de madrugada se imprimieron, y esta mañana, temprano, han comprado muchos más de los de costumbre. Y ya a estas alturas de día cuelgan de las paredes de los adolescentes o envuelven el pescado de comensales de más bien baja estofa. Semifinales al fin. Y en los penaltis. E Iker, pese a su olor de santidad, no ha de vivir para siempre. Hoy, más que nunca, y al menos todo lo que dure la vida hasta el jueves noche, España vuelve a ser la que fue, aquélla tan temible y de tan temibles mayúsculas, en la que no se ponía el sol.

Detrás de los titulares, como es de recibo, como ocurre con todos los sueños exógenos, lo que les falta de auténtico les sobra de manufacturado, una cifra: 16 millones conectados a la caja tonta, postergándose hasta el pitido final. Un récord. El récord.

La sombra de siempre. El cochino dinero... En este mismo instante, mientras leemos, los cálculos sobre la pizarra: semifinal; 17, 18 millones...; y la final, si la ganamos, dando por hecho que también a los penaltis; los 20 pelados. Nos quedarán la mitad, otros 20 ahí afuera, desconectados.

"Pues entonces está claro, habrá que empezar a pensar en sacarnos de la manga el Rollerbol..."

MicroPoemos de la Era PostNocillar, 2008

 

Lunes, 8

 

De todos es conocido, el domingo fue un día por entero dedicado al saberse ocioso, al tumbing, al mostrenco entrenar la habilidad digital para el mando a distancia. También de mucho pan con nocilla primero. Nocilla a palo seco después. Índice diestro —a la par que siniestro— rebañando los potes hasta dejarlos vidrio apto para reciclaje. Por eso el día siguiente, octavo de la ristra –lunes para más inri—, fue tan difícil. Pegado a la taza del inodoro en espera del Crucial Advenimiento, no se atrevió a abandonar la periferia del lavabo hasta haber finiquitado el prosaico Alumbrar. Tanta crema de caco con avellanas no podía acabar sino en hongo-bosta apocalíptica, pedorreta crepuscular, Gran Cagalera TermoNuclear. Hasta que al fin, cuentan las NeoEscrituras, se descolgó sumidero abajo la Destructiva Deriva —Untuoso Ñordo Chocolatero—, auténtico tsunami vengador de proporciones bíblicas, orillando además los 3000 y más Megatones de poder —y hedor— destructivo.

Y es por eso que el martes que siguió, noveno de la antigua cuenta, es conocido hoy como el Día 1, Zona 0, de la Era Post-Nocillar, y la Historia de la Entera Humanidad se resume en las ventipoco horas que dura un divino tránsito intestinal.

MicroPoemos de la Era Post-Nocillar, 2008

 

Ron Jeremy Strikes Back!

Nueva descarga de autobombo e impulsos felátricos, del todo egomaníacos, esta vez por partida doble:

 

Por un lado, la revista de creación artística y literaria, Dulce Arsénico, acaba de publicar uno de mis poemas, conque no dejen de pasarse por allí e inundarlos a comentarios, ya saben, por la causa y todo eso...

 

Y del otro, mañana día 13 se presenta en Tarragona el nuevo número de la Revista CaldodeCultivo, en la que un servidor colabora con humilde relato al efecto, a caballo entre la prosa poética de lo más críptico y la ciencia ficción mainstream y de estar por casa, no en vano el número en cuestión, bajo el meloso epígrafe de "Home, Sweet Home", está íntegramente dedicado al tema del Hogar y la Vivienda. Por supuesto, quedan todos invitados, más información sobre el evento, aquí.

 

Más fea que Picio... o algo así

Hoy toca autobombo, ya aviso.

Hace unos meses descubría en mi correo una extraña a la par que emocionante propuesta. En pocas palabras, me pedían permiso para traducir al francés y publicar uno de mis relatos. Concretando, se trataba de Hougevy, o concretando más, de Gonzalo Navarro, español afincado en Francia desde hace años, y responsable del blog Hougevy.net, cuyo fin último es divulgar el castellano en el país vecino. Me pedía permiso para traducir y colgar en su blog un cuento relativamente antiguo de TannHäuser: “Feto Malayo”, otoño del 2006, época en la que lo pasé bastante mal, en el aspecto emocional, pero sobre todo en el físico...

Teniendo en cuenta cómo está la red, cómo ha estado siempre, de hecho, a reventar de anónimos amigos de lo ajeno, con poco o ningún escrúpulo para pasarse por el forro de los innombrables la propiedad intelectual, que te cogen los textos, abusan del copia y pega y, a lo sumo, muy de vez en cuando, tienen el detalle de hacer constar tu nombre en lo más bajo y desapercibido del escrito, pero de avisarte nada de nada -ya mucho menos pedirte permiso-; acabas siento tú quien te encuentras de sopetón con el hurto hijoputesco, el día menos pensado, mientras navegas plácidamente las procelosas aguas de Gúguel, la actitud y las formas de Gonzalo son del todo encomiables. Y yo se las agradezco, cómo no podía ser menos. Saber que un texto propio le gustó lo suficiente como para querer tomarse el tiempo y el esfuerzo de traducirlo y subirlo a su web, significa mucho.

Y bueno, después de unos meses de espera, al fin ya puedo decir con todas las letras que soy un autor traducido a lengua extranjera. “Feto Malayo” ya está en portada de Hougevy.net. Podéis echarle un vistazo...

He intentado traducir como buenamente he podido, tirando de mi francés oxidado y de estar por casa, la introducción que Gonzalo me dedica. Dice, más o menos, salvando pequeñas distancias, lo siguiente:

Algunos lectores del blog ya han descubierto las numerosas nuevas traducciones. La larga inactividad de su responsable no era más que aparente: estaba ocupado traduciendo los textos y poniéndose en contacto con sus autores... (¡curioso que hable de sí mismo en tercera persona!).

Para aquellos que hayan decidido seguir volviendo aquí, coincidiendo con su visita, aprovecho para reemprender la primera persona y presentaros como merece uno de esos textos traducidos.

Hoy quiero haceros partícipes del universo de Javier Iglesias Plaza. Su texto, Feto Malayo ("Fea como un piojo" en traducción literal, o "Más fea que Picio" en versión libre, obviamente el título original era intraducible), es una forma que aprecio particularmente: en pocas líneas, sin una palabra de más, nos ofrece una instantánea de la complejidad de las relaciones humanas, un instante «cristalizado», un «precipitado», como tal vez lo calificarían los lectores de formación científica, donde la imaginación del lector es primordial. Aquí cada uno debe hacer su trabajo de lector; el autor ya ha hecho el suyo, que no es precisamente el de servirnos de lazarillo.

Y después, por supuesto, está el sentido del humor, no entendido como el glaseado que adereza un pastel (o la cereza que lo culmina), sino como uno de sus ingredientes indispensables, el que le proporciona ese sabor.

Buen provecho.

 

 

Como podréis comprobar, el relato completo, en versión bilingüe, se puede leer aquí.

Y una sucinta nota biográfica y sin abuela, escrita por mí mismo para la ocasión, pinchando aquí.

Así que ya sólo me queda agradecerle a Gonzalo la oportunidad que me ha brindado -una vez más y esta vez en público-, así como aplaudir su iniciativa. Y a los que dispongáis de un francés aceptable, recomendaros que le deis una oportunidad a Hougevy.net, echadle un vistazo a los textos de otros autores en lengua castellana que lleva traducidos hasta ahora.

Días Cafres en el País de Yann

El run run del cajero automático dice que una vez más los del INEM han cumplido su parte, lo que me alegra, pero que sólo me quedan un par de meses de tocarme las narices, se escucha ya a lo lejos el rumor de la cascada, está visto que voy a tener que mojarme el culo. HACIENDA también dice la suya, que este año, como sigo siendo el mismo arrastrado de siempre, procederá a devolverme equis, y de paso me pregunta que a quienes tengo pensado destinar esa pequeñísima parte de la suma que me robaron a base de retenciones, que qué casilla marco, si la de asuntos sociales o la otra, y yo a la Iglesia no le doy ni para la pintura antióxido de los clavos de Cristo. Porque uno puede ser todo lo rojo de tercera y anarco de barra de bar que me presuman, cierto, pero hay cabronadas por las que no salto.

Lo de los 30 años también suena bastante a cabronada y se siente como tal, si te acercas huele incluso peor, a napalm caducado y a yogur aderezado con tropezones de rata. Tres décadas y por aquí sigo, zascandileando y dando por saco más bien poco, desde luego mucho menos del que hubiese sido mi gusto. Quién me lo iba a decir, de todos modos, que sobreviviría hasta aquí, en aquellos lejanos días, cuando mi primer barrunto de cáncer allá por los doce años, que empecé a desarrollar estas migrañas genéticamente heredadas pero yo ya andaba seguro de que me comía el cerebro todo un tumor de chola. Hipocondría Terminal. Probablemente lo único que comparto con Lars Von Trier, otro cachondo que tal baila.

Sigo siendo, sin embargo, bastante pelagatos y vecino de la línea borderline del pensamiento, no sólo porque son mayoría las cosas que no mejoran con la edad, también porque la bendita genética es una esclavitud mayor que cualquiera de las perrerías que pueda diseñar el más ruin de los seres humanos. Ergo, se me coge con facilidad a la que tengas un mínimo de tablas o pizca de arte en la médula del cinismo. El otro día, sin ir más lejos, vinóme Jorge Carrión por el flanco y con una sencilla pregunta invadió mi posición dejándome inerme y haciendo de mis huestes epítome de la cobardía y el huir cabrón y a la francesa, las alubias al fuego y la trinchera sin barrer: "¿Y tú qué escribes?".

Coño. Me cago en la puta. Yoquescribo, yoquescribo... No me jodas... Pues escribooo... poemos zurdos, absurdos chufflos, letras bastardas y aguachirles que ni no se entienden... Qué sé yo.

En fin, si le hubiese respondido algo así aún me habría quedado con él y todo. La respuesta que tartamudeó mi torpe boca me la reservo, como comprenderán, por aquello de que a uno le queda siempre un resquicio de vergüenza y/u orgullo y/o grumos de luz en el colacao mañanero del amor propio. Nada como ser un minúsvalido social para venderse bien.

Ahora que lo pienso con calma y tranquimazín en las venas, desde la distancia del no sentirme a prueba y el saberme amo y señor de este dominio, que será todo lo páramo y desértico que ustedes quieran, pero es mi páramo y eso no hay quien lo mueva, lo cierto es que no pude contestar por la sencilla razón de que no sé qué demonios escribo. Y lo que es más importante, me la trae bastante al pairo llegados a este punto, saberlo o no, principalmente porque de un tiempo a esta parte -desde mis últimas vacaciones en el hospital más o menos- el 99% de este constructo absurdo que solemos convenir como "realidad" me importa tres chuminos. Eso ayuda, qué duda cabe.

Ayuda a que te sea imposible escribir una novela, darle el punto debido a una colección de relatos, apenas te da para apuntillar un nuevo libro de poemas, y total para qué, ¿quién se va a tomar la molestia de echarle un vistazo? A no ser que al bueno de Roger Wolfe le dé por montarse un sello editorial, cosa que me parece harto improbable, sé que mis libelos en verso, al menos en este país, al menos en castellano, no hay quien los publique.

Y la autoedición es toda una torracojonación... sobre todo cuando vives del paro.

Pero soy, pienso, muy bueno en lo mío, que es venir aquí y soltar las cuatro paridas, muchas veces con suerte dispar, pero siempre con afán "artistero", que es lo que cuenta, intentar la literatura siempre y en ocasiones hasta conseguirla, aunque sea la literatura de la roña intestina que baja de las circunvoluciones. Porque tal vez me empeño en buscar en mis adentros esa novela que en realidad no albergo; o esas relatos cortos que nunca están, porque los piensa otro; o esa poesía que de puro esquinada jamás encontrará su lugar; y no me doy cuenta de que yo y tantos como yo somos ya pioneros de un nuevo género, el post(al), que hoy pisa fuerte y mañana derribará convenciones. Y el que lo niegue, que el blog de creación y el post literario ya dan fe de escritores que son Escritores, con mayúscula, aunque no tengan en su haber publicación alguna que los respalde, o bien es un necio o muy posiblemente tenga intereses en la industria editorial.

Yo por mi parte llevo aquí cuatro largos putos años machacando duro el músculo de la literatura, peléandome a cara de perro con mi reflejo en el fondo de la pantalla. Violando las palabras hasta hacerlas fosfatina y después, metal fundido y yunque, traerlas de nuevo hechas filo y cuchillo y espanto de morales pacatas. Y no tengo novela ni libro de cuentos a mis espaldas. Y lo más probable es que todos mis poemarios estén destinados a criar polvo en un cajón si es que yo no los saco de allí a golpe de talonario. Pero está esto, que se llama TannHäuser o Vida Puta y Sin Talento, como prefieran, ahí, en el ciberaire, el virtuespacio, abierto a todas las puertas que se tengan por audaces, con arrestos. Y estoy yo, su autor, que soy ESCRITOR, pese a quien pese.

Hace poco alguien me dijo: "oiga, ¿a usted le pagan por escribir?", "Ni una perra gorda", respondí, y entonces me soltó la bomba: "Pues deberían...". Puede que sea esto lo mejor que me hayan podido decir jamás de mi escritura, y confieso que esa noche dormí a pierna suelta y feliz y empalmado como no recuerdo en años. No es el dinero. Es mucho más. Es alguien que no te conoce y a quien no conoces, que te ha leído y que de pronto viene y te dice que, para él, vales. Que conseguiste llegar... Todo lo que llevo escrito hasta aquí se le dedica, caballero...

Y al que ni siquiera entienda el chiste del título del post y ya esté pensando que estoy del otro lado de la chaveta, un consejo, las bibliotecas están para algo más que consultar internet y coger deuvedés por el morro. Así que arreando.

Porque las Antípodas bien pueden ser El Lugar

Después de un viernes sorprendente y un sábado pasable vino ayer, que fue una mierda, y ahora hoy, que sigue siendo domingo, así que muchas ganas de cualquier cosa no persisten. Y que conste que nada tiene que ver con ello el hecho de que tres minutos después de espicharla Charlton Heston la blogocosa ya estuviese a reventar de obituarios y caras largas, aunque desde luego es preocupante, tan jóvenes y tan en pañales, y ya tan abandonados a la normopatía.

Comienzo el último libro -mi primero- de Jorge Carrión: "Australia. Un viaje". Me gusta la portada, con Australia arriba y del derecho y la península ibérica abajo y boca abajo, lo que es sintomático, pues viene a marcar el viaje más largo que un español puede hacer por sus afueras sin estar de regreso, que no de vuelta. Los viajes interiores, ya lo sabemos, pueden ser interminables y suelen desembocar en abismo.

Como todo tiene un porqué he de confesar que el pasado jueves me llegué hasta Mataró, a la presentación del libro, hice triple carambola y conocí de una misma tacada a Juanma Sincriterio, Alvy Singer y al propio Carrión. Juanma se portó como se portan los grandes anfitriones, cosa que le agradezco, como le agradezco la compañía y las fotos que acompañan estas letras. Alvy fue un torrente de nervios al principio y de multirreferecialidad después, cuando decidió soltarse, aunque todavía no he decidido qué cita dejó al personal más descolocado, si la de John Wayne o la de Barton Fink, tengo claro que empezando como empezó citando a Hegel la victoria no podía caer de otro lado que del suyo. Carrión demostró muchas tablas y tener las ideas muy claras, amén de una poderosa vena terrorista e irreverente que no pasó inadvertida... sobre todo para uno -que no fui yo, al menos esta vez.

Presentaciones de libros y tertulias literarias. Supongo que siguen siendo lo que han venido siendo desde el cretácico. Dos o tres amigos que hablan primero y exageran. El autor que va después y los enmienda; equilibra la balanza. Amistades revoloteando, en apoyo de la causa. Prensa. Curiosos. Enteradillos. Blogguers como yo que más tarde escribirán posts como éste. Y luego el público, cuyo 99 por ciento no se ha leído el libro, ni probablemente se lo lea aunque lo compre, porque nunca está de más tener un dedicado. El 1 por ciento restante es el típico fantasma de turno que no viene a otra que reventarte el acto, porque se aburre o no tiene otra cosa mejor con que arruinar su tiempo -y el de los demás-, y se las da de listo y de lobo con piel de cordero... hasta que se topa con el francotirador sordo y terrorista y no le queda más salida que abandonar cabezigacho el recital.

"Todo se iba borrando, todo iba quedando atrás, la infancia, el barrio, la ciudad a la que pertenece, arrasados primero por la autopista sin identidad y enseguida por el aeropuerto. La despedida fue fotocopiada de las anteriores, pero mi madre me dijo esta vez, al oído, dale muchos abrazos a la familia de Australia, y un escalofrío me recorrió las piernas y las palabras.

Australia: en la ora punta del mundo.

El vuelo dejó atrás Barcelona e hizo desaparecer a Madrastra. Un vuelo en el que leí y dormí, cuyo interés no fue mayor que el de la elipsis"

Mañana quizá amanezca un mejor día, puede que hasta sea lunes, con suerte martes y lo de hoy habrá sido tan sólo pesadilla. Sigo con mi lectura, cualquier día de estos os cuento qué tal el viaje...

Que Stan Lee ni Alan Moore ni que ocho cuartos... ¡Nocilla Men!

Sea porque nacido en 1978 y, en consecuencia, tal vez -sólo tal vez- venga a pertenecer al "Movimiento Paladín" o a la "Generación Tulipán" que críticos y periodistas suplementoculturales del posmañana se han de sacar de la sobaquera un año de estos...


Sea porque durante un año encadenado a un trabajo, el de librero, que aprendí a odiar desde la primera semana visto lo poco, tantas veces nada, que tenía -y tiene- que ver con la literatura, llegó un libro como "Nocilla Dream" a alegrarme el mes; y pasó un mes, y pasó otro, y tras cuatro o cinco meses de infumables novedades, el libro de Mallo seguía siendo de lo mejor en castellano que el gremio editorial había sido capaz de tirarme a la cara...


Sea porque uno estaba ya un poco hasta las narices -por no mencionar más bajunas inflamaciones- de que tantos no anduviesen más que a la cansina estereotipada caza y captura de NeoQuevedos, TeraLopes, PostMachados e HiperLorcas, que se empieza a alegrar de que la poesía y la narrativa que se escribe en esta piel de toro cada día más transgénico empiece a coger las riendas de su siglo y se guste intentándose y pretendiéndose postpoética, para bacterias, mutante y afterpopera...


Sea por todo lo dicho, o bien porque me fascina el poder decir que se ha escrito en castellano un libro que bien pudiera definirse como un "París-Texas" transitando hacia el ProtoNeuromancer, me descubro ante el Proyecto Nocilla.

Y por supuesto ante esta nómina de escritores con ganas de que al fin algo se mueva, dinamitar los cimientos del panorama...

De izquierda a derecha, Julián RodríguezEloy Fernández PortaJavier Fernández, Vicente Muñoz Álvarez, Hernán Migoya, Germán Sierra, Javier Montero, Jorge Carrión, Juan Francisco Ferré, Javier Calvo, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo, Gabi Martínez... y otros que no salen en la foto pero probablemente deberían; Harkaitz Cano, Lolita Bosch, Álvaro Colomer, Juan Cantavella, Mercedes Cebrián, Mario Cuenca Sandoval...

¿Nuevos valores? ¿Flor de un día? Hoy más que nunca sabemos que las etiquetas del continente venden más y mejor que cualquier contenido. Pero las etiquetas desaparecen con el agua y el jabón de los años. Y queda el vaso. Y queda el sabor en las papilas gustativas de la lengua y el recuerdo y los cibercafés literarios. Y quedará -por qué no decirlo- el residuo fecal de tanto chocolate con avellanas digerido, discurriendo aguas abajo por el sumidero. El tiempo lo pondrá a cada uno en su sitio como ha hecho siempre. Pero al menos que no se les niegue el mérito de haber agitado el cotarro, estar removiendo con cierta gracia e ingenio los lodos de un cenagal, el de nuestras letras, que de puro estancado hacía mucho ya que apestaba a pescado podrido.

El Hombre no es País para Viejos

Agradecidísimo al Sr. Yume por darme la oportunidad de vomitar mis locas y extremas opiniones sobre literaturas, escritores varios y FantaCiencia impresa en general, en mi recién inaugurada sección en sus Tierras de Cinefagia: "Arckham Scriptorium", cuyo bautismo de fuego ya podéis catar pinchando aquí. Porque la Humanidad no es País para Viejos...

Bradbury y el Zen



Una pequeña excursión al Sitio de la Ciencia Ficción de la mano de Ray Bradbury: "Zen en el arte de escribir". 



Se nos fue otro de los grandes...

 

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"Si hubiese nacido en Alemania, supongo que habría sido nazi, habría liquidado a judíos y gitanos y polacos, habría dejado botas sobresaliendo de montículos de nieve y me habría reconfortado con mis propias entrañas, secretamente virtuosas. Así suele suceder.

Pero hay otra clara moraleja en este cuento, ahora que lo pienso: cuando uno está muerto, está muerto.

Y todavía se me ocurre una tercera moraleja: hagan el amor cuanto puedan. Les sentará bien".

Kurt Vonnegut, (1922-2007)