Coraza
En noches como ésta, mantos como éste, ciegas lunas como la de hoy, en la que ni siquiera el deseo de ser oscuridad para acabarme, ennegrecerme por completo y para siempre, se aposenta sobre mi cordura, sería casi mágico, incluso un tanto obsceno, acunar un recuerdo lícito, cumpulsado y feraz; darle abrazos, colmarlo de arrumacos, a ese ayer, no sé cuándo exacto pero ayer, un pasado glorioso escrito en diminutos susurros y finitesimales victorias soterradas. Pensarse feliz, saberse en marcha, tenerse todavía por un posible con probables; capaz. Se desliza hacia el suelo, como un satén grávido dejado de lado para acariciar una piel desnuda y en curva. Como una arena abandonada, expulsada del vidrio que la hizo espectativa y tiempo. Como un paso iniciado pero no finado porque finada fue la vida y cercenado el pie que se echó sobre la espoleta traicionera del ser. Quisiera renunciar a estos sentidos que tanto hieren. Sacarme los ojos en silencio, sin ni un grito. Cegar mis oídos con puro silencio. Matarme el olfato de una brutal inspirada de cosmos. Sellarme la boca con el cemento armado del autismo. Arrancar mi piel a tiras, hacerla jirones, hacerla pedazos, hacerla semilla muerta de futuros rencores. Y todo ello, hacerme así, devenir piedra, árbol tronchado, bosque transido de fuegos, sin un solo grito, sin siquiera un sordo clamor. Apagarme paulatino. Ovillarme lento sobre mí como vuelve sobre la tierra la bestia que se sabe extinta. Volver a la muerte fetal que precedió al aliento. Y justo antes de la nada, un terrible segundo, RELAMPAGUEAR...
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