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tannhauser

DESBOCADO

Maneras de femme fatale

Y NI ESTA INVECTIVA LA MERECES




Y pensar que recorrí la noche

En mitad de aquella terrible tormenta

La autopista jugándome el pellejo

Sólo para poder cogerte le mano

Ni siquiera echarte un polvo

Sólo eso sólo la mano

Y hasta eso tu mano con reparos

No fuese que alguien nos viese

Atase cabos

Sumase dos y dos son cuatro

Este par de pájaros andan juntos

Y a partir de ahí fíjate tú qué faena

Hasta tuvieses que dar explicaciones

A no sé quién la verdad

Porque nunca me enseñaste a nadie

Que yo era la peste la lepra el niño tonto

Ocultado a las visitas encerrado en el sótano

El deforme bastardo el hombre elefante

Un NeoMerrick de quien sólo te interesó la trompa

La punta gorda y dura y venosa del catre

Al fin y al cabo los dos lo sabemos

Fui sólo eso un polvo fácil

En tu larguísima lista de amantes desechables






Y pensar que me volví locura

Y absurdo

Y ridículo

Y abyección

Gillette oxidada sin empuñadura

Saborear infecto los días bebiendo los vientos

Por ti por este cabrón quererte que en tan mala hora

Y para siempre me inoculó los anticuerpos

Del asco y la rabia del SIDA moral

Mientras tú andabas única cómoda bífidamente

Hechizada por los reflejos dorados de tu futuro

El tuyo sólo

En el espejo del tocador



De mi poemario inédito

"Tú que sembraste, cariño... ¡Cosecha esto!"

No se puede

Me he dado cuenta de que no se puede escribir

un poema

porque simplemente se quiera,

se ponga uno a ello inerme y

 sin idea,

afronte la hoja como el

que encara el sueño frontal y desnudo.

 

 

Hace falta esa piedra, la imagen,

daguerrotipo o loto,

punto de apoyo sobre el que edificar un ¡Eureka!,

y a partir de ahí todo lo otro:

ser escultor modernista,

pincel ceramista,

niño de bucles y ropas y mentón perdidos de tintes,

oído sonoro,

sonora mirada

de audaz entrevero,

y al final,

quién sabe nunca,

incluso hasta un poco tambien chamarilero,

ahíto el fardo de los púrpuras restos

que los tenderos del verbo maltiraron al cieno.

 

 

Partes de repente de un recuerdo,

tanto da si endógeno o del todo ajeno;

encontrado, como moneda o temblor,

en lo hondo del alma

o tirado en el suelo,

y entonces sí:

Avalancha!

Embriaguez!

Desafuero!

¡Ahí están!

Engranajes deíficos en movimiento,

sean ya o no tus voces

(pálidos labios por lo bajo recitándote versos)

carne de próximo matadero.

 

 

No, definitivamente no se puede escribir

un poema

porque sólo se quiera...

Yo al menos no puedo.

Aunque tal vez sólo sea que ando ya más que seco...

 

Vivir lo llamaron a esto

 

No.

No digas no.

Que no puedes más.

Si estás aquí,

nuevamente aquí éste,

un día más,

no te atrevas a negar

cual si no hubieras de llegar a mañana,

mañanas,

cuantos malditos sean;

albures en filo de luz

abriéndote en lomos el catre a lo largo.

 

Bolsa sin fondo de torva remembranza,

odre de odios, tumor, descabalgamiento,

no digas no mientras te quede un mínimo

aire,

en pie un sólo hueso:

golpe por golpe

es lo tuyo encajar ciento y mil como aquéllos:

Vivir lo llamaron a esto...

 

Recuerda

 

Recuerda. Llegada hasta aquí toma un respiro, descansa, recuerda. Si es que puedes y te dejas, recuerda. No mires atrás, ese abajo sin fondos de tan hondo y pura sima. No mires arriba, sólo quedará camino si es que recuerdas, de lo contrario muro, de lo contrario hielos, de lo contrario nada. Vuelve atrás y no te muevas, echa pie al escollo, agarra el saliente con mano en raíz a la tierra, siéntate sobre el vacío, este tuyo inclemente y gríseo, tu vacío, y cerrando los ojos, ventanales de horror, desagües de lágrima salada, bravía, recuerda si es que puedes y te dejas. En ello, en el recuerdo, te va este empeño, esta entera vida, la escalada, suspendida en tierra de nadie, aire intempestivo sólo apto para los fantasmas en vuelo, almas que no son ya sino oleajes de lamento: espíritus que fueron, muertes que son, llamas apagadas, apenas humo en fuga dentro de un pañuelo negro que tal vez, si es que pasaron muchos años, ya ni siquiera recuerda, o vela, o llora. La vida está llena de cadáveres invisibles, la ascensón de esqueletos marcesibles, la cima a reventar de deseos no posibles. Y tú estás sola. El cuerpo calado, la piel aterida, la ropa mojada pegada al cuerpo desnudo en escalofrío, cual si un hermano al otro abrazado, los dos, medianoche, ojos semicerrados y cagados de miedo; entran las ganas de abandonar, ¿verdad?. No quedan fuerzas, apenas lo justo para seguir aferrada a la lisa pared cuánto. Respóndete cuánto. Te bastaría recordar, recordar, recordar... Lanzarte al recuerdo como el que se lanza al agua, penetrarlo como delfín  tras el salto, como si fuese sueño: dormir, recordar en lo bajo y subterráneo del adentro como si hubieses andado, escalado, subido toda la vida dormida. Recuerda, ahora es el momento, nada delante, nada detrás, como si magia entre edredones, recuerda ahora si es que puedes y te dejas. Uno solo, recuerdo, te bastaría, abriría tus puertas; de por qué estás aquí y no eres pasto o carroña todavía. Sería suficiente, tu mano seguiría a tu mano, lo mismo los pies, mal que bien, lo sabes, aun exhausta, ascederías. Recuerda, ahora, aquí, es el momento. Rescátate tú misma... o déjate caer.

Vendrá la Muerte...

Envía el mail clicando con el ratón, lo suelta, se queda un momento mirando fijo la pantalla con las manos cruzadas, sobre éstas el mentón, "sí, todo está como parado", piensa, y sigue mirando la pantalla un buen rato como miraría la línea de un horizonte en dunas un náufrago desértico al que ya se le acabó el agua. Piensa en los versos de Pavese que acaba de copiar, de enviar a dios sabe dónde; en ese sublime a la par que terrible "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos". Vuelve a coger el libro, busca el poema, que está de los últimos, que es de los finales, del libro y de la vida del hombre que los trajo al mundo. Relee: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne... La muerte tiene una mirada para todos. / Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. / Será como abandonar un vicio, / como ver que emerge de nuevo / un rostro muerto en el espejo. / como escuchar un labio cerrado. / Descenderemos al remolino, mudos". "Como abandonar un vicio" se repite... ¿El vicio de vivir?, ¿el de amanecer cada alba como si uno y el siguiente no hubiesen de ser más que una sucesión de parpadeos que nada tienen que ver con la vida?. Tal vez eso. Tal vez sólo eso: "un rostro muerto en el espejo" cada mañana, al lavarte la cara. Piensa en el espejo y piensa en el rostro sin vida, y acaba cayendo en Pavese. Vuelve a coger el libro, sabe que no tiene foto, pero aun así ojea las solapas: negras. Tiene un ligero recuerdo del rostro de Pavese aunque lo mezcla sin saber por qué con el de Calvino, a buen seguro por ser los dos italianos. De todos modos es igual, sería tan fácil como entrar en "google" su nombre, aparecerían cientos de fotografías, pero no lo hace, prefiere imaginarlo muerto boca abajo, imaginar que lo encontraron así, muerto boca abajo en su habitación del hotel "Roma" de Turín aquel 27 de agosto. O tal vez ladeado, de forma que si lo afronta de cara sólo ve la espalda arqueada, la nuca quietísima, pero y si mirara a la pared de enfrente, donde el espejo... entonces sí, entonces le vería media cara, quién sabe si no con los ojos entreabiertos, la lengua casi fuera. Demasiado truculento. Pero sí, algo así, como el truco de Vermeer en el Matrimono Arnolfini, o lo más imposible todavia de Rick Deckard en "Blade Runner", sacando replicantes de una foto en la que jamás los hubo. También los replicantes morirían, del primero al último, pero no por su propia mano como Pavese... "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos". Se pregunta qué ojos, cómo de grandes, de poco azules o muy marrones, aquellos ojos que al parecer fueron los de Constance Dowling, una actriz por la que el escritor perdió la cabeza. Se pregunta, se pregunta, se remueve en la silla, vuelve a mirar el libro de negras solapas, y luego de nuevo la pantalla, haciendo otra vez de ella la habitación, el espejo, el cadáver que no es ya más que un manojo de demasiados despertares. Preguntas, preguntas, preguntas... "Se puede volver uno loco si se hace demasiadas". Al fin se decide a tirar de internet y buscar ago más, pero evitará las fotos, sí: "No quiero ver la cara del muerto más que a través del espejo". Pavese dejó algo así como una nota a los que nos habíamos de topar a la mañana siguiente con su cuerpo cansado de amaneceres: "Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No murmuren demasiados chismes". Y en su Diario, "El Oficio de Vivir", su última anotación, nueve días antes: "Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más". La última escritura de un escritor que decidió dejar de serlo. Renunció a las palabras y después a la vida, ¿también al amor?. Quién sabe, a lo mejor fue el amor el que renunció a él y de ahí todo lo otro, incluida su mirada muerta mirándome a través del espejo. Bueno, ya es suficiente, él decidió despedirse del oficio de vivir, de este vicio de existir que debía ya sentir como una especie de muerte constelada por los insoportables días. "¿Quién va a reprochárselo? Yo no, desde luego". No,  mejor no pensar demasiado, al menos por hoy, de modo que apaga el monitor y se levanta: ya sabe cuál ha de ser el próximo libro que compre... aunque, ¿estará a tiempo?... todo anda tan parado últimamente y hace tantos días que no se escucha ningún tren...

The Big Sleep

Eh... Eh... ¿Estás ahí?... No te veo pero apuesto a que sí. Hace frío aquí. Jamás... jamás pensé que podría llegar a ser tan oscuro. Aunque, claro, tampoco pensé que llegaría a bajar aquí nunca. Es toda una sorpresa, sabes... toda una... sorpresa, sí... Me lo imaginaba, no sé, un poco como el conde de montecristo, la celda, los barrotes, el cuenco, hasta el agujero en la... en la pared. Pero no hay paredes aquí, ¿no?, ¿no es verdad?, no, no las hay, no hace falta que respondas, ya me doy cuenta, aunque bien debo estar sentado en algo, ¿no?... Sí... probablemente. Y, bueno, el tipo de Dumas tenía una barba sucia y yo, mira... ¡nada de nada! Yo jamás me dejaría una barba así, no lo soportaría, el picor... ¿Y cuánto tardaría? Yo no podría aguantar aquí el tiempo necesario. Es decir, no podré, ya sabes a qué me refiero... Me da miedo moverme, creo que estaré aquí todo el tiempo, hasta que suceda lo que tenga que suceder, lo que sea, pero no pienso moverme. Estoy bien aquí, estoy bien así, además, tengo mucho frío, sabes... mucho frío. ¿Qué?, ¿que por qué estoy aquí?, ¿por qué he bajado?... De verdad crees que he bajado por propia inicitaiva, ¿aquí?, ¿a esto?... ¡Qué pregunta tan estúpida!, y viniendo de ti, que tan bien dices que me conoces, claro que ha sido a propósito, lo sé, yo también te conozco algo; una provocación más que agregar a la lista. Todo está muerto allá arriba, lo sabes. Ya no hay aire, no hay agua, no hay oportunidad, pero aun así no bajé, deberías saberlo; de hecho lo sabes. Algo me trajo hasta aquí... o me llevó con él, no lo sé bien, cayendo, cayendo... cayendo... ¡¿Qué ha sido eso?!... ¿Eres tú? ¿Por qué no vienes hasta aquí?, hace mucho frío aquí y no veo nada... Tal vez... tal vez me he quedado ciego... No, no vendrás, tú nunca sales, nunca te alumbras la cara, ni te quitarías la máscara aun a riesgo de no volver jamás a recobrar la piel; ni el pavor a convertirte en el engaño que te pretendes te haría enseñar un solo átomo. No, no susurres, no voy a ir. Ya estoy ciego, no me hacen faltan ligaduras, no necesito retenerme. Estoy mejor aquí, encogido, tiritando, pero no un paso más... No. Al fin y al cabo ya bajé hasta aquí, ¿no?... Sí, bajé, o me tiré de cabeza, tanto da, ¿no crees?, al fin y al cabo todo se ha acabado arriba, yo me encargué de destrozarlo. Sí, es verdad, lo hice trizas a golpes de lengua y hacha, siempre en guardia y siempre en lucha, siempre guerreando y berreando. Menudo idiota, ¿verdad?, pero qué idiotez, oh qué tamaña estupidez, jamás se vio una imbecilidad tan destructora. Eso sí, para eso sí sirvo, ¿no?, eso sí lo sé hacer bien. Bramido y guadaña, y después nada, infértil lo feraz; rosas quemadas. Conque sí, ahí la tienes, mi confesión, fui yo, me traje hasta aquí, qué me quedaba si no... Allí arriba ya arramblé con todo, me quedaba esto, las propias entrañas, descender, descender hasta aquí, y una vez allí, una vez aquí... ¿Qué?... Este frío. Esta oscuridad. Son míos. Soy yo. Jamás pensé que llegaría hasta aquí. Jamás pensé que sería todo esto... Tanto hablar y hablar, y escribir, todo mierda, todo basura... ¿Y ahora qué?, ¿de qué sirve todo eso aquí?, toda esa palabrería que es también todo esto y que ahora nada puede contra sí misma. Capaz de destruir pero no de destruirse. Basura, basura, mierda... No, ya lo sabes, por eso ríes, o quizá no ríes, quizá lloras, ¿qué es ese murmullo?, dime. Tú también llegaste, te abalanzaste sobre ti hasta el negro fondo pestilente de ti misma después de haberlo arrasado todo, haberlos matado a todos, incluso a él. ¿Y qué pasó entonces? Oíste voces, gritaste, preguntaste si había alguien ahí, y no había nadie... ¿No? Al fin y al cabo todo aquello no era más que tú más íntimo ti, el más podrido y descarnado. Dime, ¿hacía tanto frío?... ¿Era tan oscuro?... ¿Y cómo conseguiste salir de allí?, cómo narices te las arreglaste para llegar hasta éste, mi intestino enfermo y bastardo... Te atreviste a moverte, a dar un paso en aquella helada negrura, ya lo veo, fuiste más valiente que yo y pudiste arrastrarte hasta aquí, y una vez aquí, mamarme, alimentarte de mi bilis corroída: prosperaste alimentandónte de mi odio una vez consumiste todo tu cuerpo, tu entera vida, dejando tan sólo un mondado exoesqueleto ungido en venecianos antifaces. Pero ahora qué, ya no hay más combustible, nada más que quemar, que arrasar, se acabó la vida, me la ventilé a desbocadas risotadas. Y aquí esto, aquí me tienes, pero no me voy a mover ni un ápice, ya te lo he dicho, hace demasiado frío, y con el frío extremo me acaba doliendo siempre la cabeza. Y cuando eso ocurre la temperatura sube, y sube la náusea, hasta que no puedo más, estoy al borde del reventar, y entonces no me queda más remedio que vomitar, sí, vomitarlo todo, hasta sacar por la boca el estómago, el hígado, los intestinos, como en esa peli de Fulci. ¿Y qué pasaría si vomitase? Lo sabes, sí, no hagas que no con la cabeza que todo y verte te olisqueo y te conozco como si fueses el hedor de mi propio sobaco. Sabes perfectamente qué pasaría: que te irías inodoro abajo, perdida para siempre en el maelstrom de un tirar de la cadena. Pero tranquila, que no me he de mover, seguiré así, ovillado, apretándome todo tal que si fuese un paquete urgente 24 horas, no dejando escapar más calor que el justo y necesario, así no crecerá en mí la migraña, mi gran bestia negra. Además, el tiempo no va a ser aquí infinito, ya deberías haberlo supuesto. No lo es en parte alguna del Universo en la que exista el pálpito, así que por qué debiera ser aquí distinto, ¿eh?, dime... Sí, ya sé, ya sé, sé que no vas a contestar. De todos modos empieza a hacer el equipaje, esto no va a durar demasiado, tal vez no haya paredes aquí, o yo no pueda verlas, pero éstas siguen siendo mis cochinas entrañas, mis podridas, sucias, enmierdadas entrañas. Y pienso matarme. Pienso matarlas. Y con ellas a ti. ¿Has cogido ya el cepillo de dientes? ¿Y unos cuantos pares de medias?, si es que alguna vez las usaste... ¿Cuál crees que sería el mejor modo?... No, no te estoy preguntando por el más rápido, tampoco por el más elegante... ¿Qué crees que merezco?: sufrir, padecer hasta lo último, o bien no enterarme de nada. Piensa bien en todo el mal que he hecho antes de responder... Piénsalo bien... ¿Y puestos a elucubrar?, ¿cuál crees que se ajusta más a mi estilo?... No, no te rías, sé que te estás riendo. La pistola, ¿no?, el descerrajazo súbito y sordo en mitad de la noche, en plena sien, pintando un Pollock monocromo en la pared del dormitorio. Eso estaría bien, ¿no?, me va, me va... Lástima que esto no sea América, ni una peli de David Lynch, y yo no tenga en el cajón de mi cómoda un revólver con el que levantarme la tapa de los sesos... ¿Entonces qué más? Ya, las pastillas, la cuchilla... Todo lo que no sea eso me parece demasiado aparatoso, incluso el nudo corredizo, y el muro de cemento a 190 para qué mentarlo... ¿Sabes?, no sé por qué te cuento todo esto, podría estar aquí mudo sin mediar palabra y hacer lo que tuviera que hacer llegado el momento, y hasta ese entonces esperar, como muchas veces me gusta imaginar a Kurt Vonnegut, en silencio, sin mediar palabra, en el sótano del Matadero 5, mientras arriba a Dresde la convertían en una Pompeya de Ultramodernidad. Sólo que Vonnegut volvió a la superficie, le obligaron los boches, sus carceleros, él y los otros prisioneros debían salir al exterior arrasado a desenterrar a los muertos, que no eran sólo y simplemente muertos, eran carbones con forma humana en los más variopintos rictus de final. Pero todo tiene un por qué en este asco de vida, lo sabes, y Vonnegut subió a la superficie, salió con bien de todo aquello porque debía escribir: "Madre Noche", "Cuna de Gato", "El Desayuno de los Campeones", "Barbazul"... antes de decidir arrojarme hasta aquí andaba leyendo "El Francotirador", realmente buena, te la recomiendo... Y es por eso mismo que yo no pienso salir, voy a quedarme aquí sin mover un solo dedo hasta que decida si tajo en vena o el sueño de los barbitúricos. No tengo nada que hacer allí. Ya no. Y mucho menos escribir. ¿Te he contado alguna vez por qué empecé a escribir?... Es simple. Necesitaba demostrarme que no era un inútil integral, una nulidad. Por eso, aunque yo no fuese consciente entonces, pero sí, por eso. Tenía que conseguirlo, sí, subir el escalón, ascender uno no, varios peldaños, alejarme, y no porque hubiera nacido para cavar zanjas, darle al pico, poner tochanas, deslomarme de sol a sol en la obra o asfaltando una maldita carretera. No. Se trataba de un escalón mayor, más alto, embriagador; se trataba de valer para el mundo, este mundo, esta vida, ser de los que muerden antes que ser mordidos. Pero no valía, ¿sabes?... bueno, claro que lo sabes, tú la sabes todo, ¿no?... Claro, cómo si no habrías llegado hasta aquí, hasta este mí que ni siquiera yo conocía y mucho menos me habría atrevido a imaginar... Conque ya lo sabes, yo también lo sabía, o mejor, lo sentía, como se sienten las cosas mínimas e íntimas, también las terribles. Sabía que no tenía madera de escalador, pero yo aun así quise escalar. Y de ahí la escritura, supongo. Todo esto supongo. Y todo el destrozo de allá afuera también. Supongo. Empecé a unir palabras, conectar frases, mal que bien, con todo mi empeño, todo y saber que apenas valían nada. Leí, leí, leí, hasta dejarme los ojos. Yo era estúpido, la nulidad del más bajo escalón venida al mundo únicamente para levantar paredes, pero allí estaba, leyendo, descifrando; sacando fuerzas de donde no las había para dejar de ser yo mismo y comprender; aprehender. La gente leía lo que escribía, decían: "Oh, lo haces muy bien", muy bien, sí, "Oh, podrías dedicarte"... pero yo sabía. Que estaban equivocados. Ellos no habían leído. No eran verdaderos expertos. Lo mío no valía nada. Jamás pasaría el examen de un profesional. Yo lo sabía y al fin y al cabo todo aquello suyo no era sino que palabrería: a ellos no les iba la vida en ello, era a mí a quien me iba, y yo sabía que no era bueno. No lo suficiente. Siempre me faltó algo. Y siempre me faltará. Porque no se me da bien escalar, no tengo el cuerpo, ni la inteligencia, ni la astucia. Ni por supuesto las agallas. Me quedé a medio escalón, varado, un bueno para nada, salvo quizá, eso sí, para arrasar... ¿Te suena la cantinela, no? Sí, te la sabes bien, de pe a pa, de principio a fin. De todos modos creo que durante un tiempo no lo hice mal, conseguí engañar a bastantes, creyeron en mí, se depositaron, pero no pude engatusar al principal, yo mismo: me he tenido siempre demasiado cerca como para no descubrirme una y otra vez. Mi mejor espía y mi mayor traidor. No mi peor enemigo, que ése ya sabemos los dos quién es, ¿verdad?... No contestes, es igual, no hace falta, para lo que nos queda aquí sobran ya las palabras, incluso los silencios, y los pulmones empiezan a no responder. Hace tanto frío que si me corto las venas la sangre se me petrificaría antes de caer al suelo, como en La Cosa; exagerado dolor y un muy parco resultado. Mejor dormir, ¿no? Eso, cobarde en la vida y cobarde en la muerte. Un largo dormir hasta un jamás despertar, así desapareceremos, y desaparecerán los "luegos", los "antes", los "entretanto", la "farsa" en definitiva, de eso se trata, de que se apaguen ya los focos y caiga el telón, porque todo estaba ya escrito y no hemos hecho más que intentar salirnos del papel en vano, desgañítándonos, dejándonos la vida y el corazón para apenas nada, ilusiones rotas y la piel toda arañada de rasgar este traje de comedieta, esta camisa de fuerza llamada realidad. Conque no vendría mal un sueño, ¿qué te parece?, el big sleep chandleriano... Total, todo está perdido arriba y nada hay que valga la pena aquí dentro; sigo varado, colgado a mitad de escalada y hace demasiado frío. Demasiado afilados, en exceso gélidos, estos hielos, sobre todo para mí, para alguien como yo, que debería ya llevar años cargando sacos de cemento y sin sueños, y en cambio esta aquí. Pendiendo de un hilo que no había de conducir jamás a cima alguna. Así que voy a decidirme por el sueño. Cortaré la cuerda. Cerraré los ojos, la Oscuridad envolverá a la oscuridad, el Frío al frío, el silencio se tornará Silencio. Ya iba siendo hora, ¿no te parece?... Eh... Eh... ¿Sigues ahí?

Circo

 

Estamos dispuestos, el momento se acerca. El miedo había sido un sudor caliente apelmazado sobre las pieles durante horas, un hundimiento y resquemor en el fondo del estómago, arqueando lomos, frunciendo ceños, toda la mañana. Eso ya pasó. Qué temer ya sino el segundo que no pasa, qué peor que ese poco pero largo que falta para que la puerta se abra... Mirando alrededor. Sólo futura carne muerta. Carne que ha de morir. Que habré de matar. Antes de que me mate. Carne con la que he reído, dormido, yacido. Carne muerta. Apenas ya deben quedar minutos. Minutos últimos. Los últimos segundos de esta carne muerta que habré de matar... Se abre la puerta y nos sacan. Nos suben arriba, desnudos, en rebaño. Y al fin nos lanzan a la esfera aullante y sedienta. Gritos. Zumbido. Ruido de gargantas en cuchillo seccionando el oído. Antes de acabado este pensamiento todo ha comenzado. Se echa sobre mí la garra encendida y la esquivo, mientras pasa rozando le sajo el vientre de un manotazo hasta el hígado. Cae muerto al cemento. Llevábamos cinco años juntos. Corro y reboto contra el muro, eludo otro ataque directo. Me lanzo en tallo lumínico sobre su columna vertebral. Partida en dos. Partido en dos, cae a izquierda y derecha, un pedazo a cada lado, tronco y piernas, borbotando negra sangre. Sube el volumen. Pujan y pujan los alaridos. Las bestias se divierten. Las bestias quieren más. Encajo zarpazo y tajadura en sierpe, abajo, en lo alto del muslo. Descuido imperdonable. Me desplazo en salto y barrena sobre el muelle oscilante de ascuas. Bebo el fuego y lo trago. Siento venir sobre mi el remate de gracia antes de haberse ordenado en su cerebro. Aguardo. Espero. La pierna izquierda es un odre infame de rubro dolor. Se decide, traspasa, y se planta ante mí, me tiene... Se ha equivocado, lo tengo yo, me descuelgo en cascada desapareciendo de sus teleobjetivos; estoy a su espalda y todavía me busca. Regurgito los fuegos, los escupo en aldabones abrasadores sobre su nuca y hombros. Cae el suelo en barrena deshaciéndose en estertores, antes de llegar al suelo ya no es sino masa incandescente en fundición: gota de lava cárnica que llueve sobre la muerta carne de los amigos; 3 años atrás me salvó la vida. Latigazo sónico a mis doce. Subo y soslayo por muy poco. Quedamos cinco y alguien ha sacado ya el armamento pesado. 39 grados y subiendo. Me quieren recocer por dentro. Localizo la onda. Cambio a termales y deslizo. Llego al paredón trapezoide, me sigue... ya ha caído. Cuando se da vuelta para atraparme estoy encima. Me mira a los ojos. Lo miro. Reímos tanto juntos. Reviento mi mano en puño contra su cráneo. Ya hecho pulpa, sanguinolento gris encefálico, cae en espiral hasta la rejilla de inorgánicos. Eso les ha gustado. Rugen. Rugen. Hoy está siendo un buen día. Hoy los animales no quieren parar... Acabo de perder un brazo. Me lo ha estallado en pleno vuelo. Sólo ella y yo quedamos. No consigo verla... No consigo verla... Dónde estás... Un azote sináptico y pierdo la pierna por la tajadura inicial. Me retiro al circo vítreo en desbandada. Intento regenear. Imposible. Demasiada pérdida. Demasiada carne de mi carne entera muerta y por los suelos, por el aire, fulminada. Demasiada. Ella y yo fuimos amantes. Todos los animales gritan. Ella y yo fuimos amantes. Todos los animales quieren más. Ella y yo fuimos amantes... y ahora me va a matar...

Ande yo escribiente, ríase la gente...

 

Me hacen gracia, desde luego que sí, hay comentarios que son como para desternillarse, y la gran mayoría no de desconocidos, sino de amigos. No, aquí ya no dejan huella los extraños y locos, o quizá mejor decir extrañas y locas. Al cuerno. Sonando "Parábola", pista 7 de "Lateralus", discazo de Tool. Tool y también A Perfect Circle, que es casi lo mismo aunque no sea igual. Últimamente sólo escucho esto. No necesito en los oídos nada más... En fin, que vienen y se te ríen pequeñamente y en plan colega, se te mofan, te reconvienen, te leen la cartilla medio en serio medio en coña y te dicen, "por ahí no, desbocado no, javielillo, por aquí, que siempre tienes que andar igual...", como si fuese huérfano, o subnormal, o ambas cosas al tiempo...  El caso es que me hacen gracia, sonrío turbia y torvamente cuando leo sus comentarios, y no sólo porque ya tenga madre y madre sólo es posible -y recomendable- tener una, sino porque de anormal tengo bastante, lo reconozco, pero de "sub" nada de nada... Me hacen gracia, sí, ciertas bromas y ciertas palmotadas en el hombro melancólico... Como si no hubiese dejado claro que yo aquí vengo a reventar... Sí, a reventar y reventarme, encenderme yo mismo la mecha y enviarme a tomar por saco una y otra vez, cada maldita vez que me pongo ante esta pantalla, y por supuesto a llevarme por delante todo bicho viviente al que se le ocurra andar cerca.  La literatura puede servir para muchas cosas variopintas, las más de las veces también estúpidas; sostener conversaciones, mantener librerías, llenar estanterías, dárselas de intelectual y ser un pedante, pero es la escritura la única capaz de salvarte el pellejo. Esto lo aprendí del viejo Hank. La literatura necesita de escritura -aunque no siempre, lo que no deja de ser patético-, pero la escritura en cambio se basta a sí misma, de uno sale y a uno vuelve, y si es lo suficiente buena por el camino te asesina a la vez que te resucita. Como las serpientes: te saca la piel a tiras y allí está la nueva ya aguardando, ese nuevo tú que es a la vez el mismo y tan distinto. No se me ocurre nada peor que ser cada puñetero día el mismo, nada más desesperante. No albergar un pensamiento sacrílego o una idea terrible para con uno mismo y con  la vida. No anhelar darse de cabezazos contra los extremos y una vez destrozados, del todo ensangrentado, comenzar a vomitar sobre la Nada. Hablas de Dios y se te ríen... Me hace gracia. Yo también me río. Jajaja. ¿Listos? No hay que tomarse la vida en serio, ¿no?, que al fin y al cabo no va a salir uno vivo de ella y toda esa mierda. Tópico tras tópico tras tópico. Y luego, cuando crees que ya se han acabado, otro más. Nauseabuendo lo cojas por dode lo cojas.Y luego los hay por ahí que van echando pestes de los suicidas, que no los entienden, que la vida es sagrada, pregonan, que puede ser maravillosa y demás chundarata insostenible. Vendedores de enciclopedias. Agentes de seguros. Cacatúas... ¿Cuántos de éstos se han echado el diente y las uñas al fondo de sí mismos? Qué fácil reconvenir, censurar, aleccionar. Siempre de puertas afuera, pero ven su imagen en el espejo y salen corriendo... Y como no se soportan ni tienen los huevos de quitarse de en medio vuelven a descargar su mierda sobre los demás. Y por otro lado quién quiere llegar a soportarse del todo. O comprenderse. Conocerse a sí mismo. Vaya asco de perspectiva. ¿Y luego qué? ¿Me hago unos sudokus? Prefiero tenerme en permanente estado de sitio, cada dos por tres ponerme la zancadilla; tirarme una y otra vez y una y otra vez tenerme que levantar. Probarme en todo mi espectro, quiero saber hasta qué altura o bajeza puedo llegar. Como si cada vez que nombro o me cago en Dios no estuviera aludiendo a mí mismo. Como si cada uno no debiese ser sino su propio credo. Mi particular evangelio es mi escritura, ésta escritura desbocada, el mejor medio que tengo de hablar conmigo mismo y todo lo sagrado y podrido que contengo. Me saca mal que bien del día de hoy y me conduce al siguiente...

dios en minúscula escribiendo ovillado sobre sí. Importante importante. No molestar...

Venga, ahora ya os podéis reír...

Jaula

 

Todo el mundo en el Italia-Francia

y yo aquí

los hay todavía que ni aquí ni allí

que no son yo ni son ellos

pero a ésos por no quedarles

no les queda ni marca

el número en barras con que dar fe de sí mismos.

*

Todo el mundo parado con el Italia-Francia

y yo aquí

y los que no están ni aquí ni allí no valen nada

no existen

sólo fantasmas.

Se está bien aquí

aunque éste no sea mi hogar

he de reconocerlo

cualquiera lo haría si es que no fuese estúpido

sentirse bien aquí

en soledad

mientras todo el resto está out en en el Italia-Francia.

*

Qué pena que yo tenga un cáncer de alma

terminal

y mayéstatico

metástasis en la alegría

y sea incapaz ya de apreciar

saborear

todo este increíble aire en el que jamás

todo y sano

hubiese sido capaz de moverme.

*

Todo el mundo muerto y viendo el Italia-Francia

y los que no sencillamente porque ya lo estaban

muertos

y yo aquí

dolorido de cuerpo

enfermo de alma

y en las últimas

haciendo mi camino

terminando mi camino.

 *

Cada vez más frecuentes y más largas las caídas

como cuando soñaba que perdía los dientes

soñaba que me alcanzaban

soñaba que me mataba

hasta que llegó el día que lo quise hacer.

*

Cadáveres en el estadio del Italia-Francia

cadáveres en la caja-cárcel-tubo-cátodo

fantasmas en las calles anochecidas

y yo expirando aquí

atrapado.

*

Y el partido ya acabó

aun así ningún muerto ha despertado

la noche ahí fuera ni siquiera ulula

y yo no puedo salir. 

No puedo salir...

Coraza

 

En noches como ésta, mantos como éste, ciegas lunas como la de hoy, en la que ni siquiera el deseo de ser oscuridad para acabarme, ennegrecerme por completo y para siempre, se aposenta sobre mi cordura, sería casi mágico, incluso un tanto obsceno, acunar un recuerdo lícito, cumpulsado y feraz; darle abrazos, colmarlo de arrumacos, a ese ayer, no sé cuándo exacto pero ayer, un pasado glorioso escrito en diminutos susurros y finitesimales victorias soterradas. Pensarse feliz, saberse en marcha, tenerse todavía por un posible con probables; capaz. Se desliza hacia el suelo, como un satén grávido dejado de lado para acariciar una piel desnuda y en curva. Como una arena abandonada, expulsada del vidrio que la hizo espectativa y tiempo. Como un paso iniciado pero no finado porque finada fue la vida y cercenado el pie que se echó sobre la espoleta traicionera del ser. Quisiera renunciar a estos sentidos que tanto hieren. Sacarme los ojos en silencio, sin ni un grito. Cegar mis oídos con puro silencio. Matarme el olfato de una brutal inspirada de cosmos. Sellarme la boca con el cemento armado del autismo. Arrancar mi piel a tiras, hacerla jirones, hacerla pedazos, hacerla semilla muerta de futuros rencores. Y todo ello, hacerme así, devenir piedra, árbol tronchado, bosque transido de fuegos, sin un solo grito, sin siquiera un sordo clamor. Apagarme paulatino. Ovillarme lento sobre mí como vuelve sobre la tierra la bestia que se sabe extinta. Volver a la muerte fetal que precedió al aliento. Y justo antes de la nada, un terrible segundo, RELAMPAGUEAR... 

Verdades Más, verdades menos (Contra TannHäuser desde TannHäuser)


Imaginando la fauna del Infierno: ¿Los psicólogos? Bueno, los psiquiatras, esos sí lo tengo claro, van todos al más almohadillado de los infiernos, atados de manos y de pies, y de bocas, y sin una puñetera estilográfica cerca por si les tentara de nuevo eso fácil de recetar pastillitas de colores a mansalva. Pero los psicólogos, pues eso,  que ésos tienen sus matices. Quiero decir que también deberían arder, lo que no tengo todavía claro es dónde y por cuánto, y con qué especie de hilarante llama. Más que nada porque son unos utopistas descacharrantes. Conocer los entresijos de la mente, sus intestinidades, oliequearle la ropa interior a las circunvoluciones, lamerle las rebabas a las neuronas. ¿Cabe mayor osadía? Que ardan, que ardan bien lento, hasta lo churruscadito. Yo estuve a punto de acabar allí, de intentarlo, de ser uno de ellos, pero me detuve a tiempo; escogí la senda del perdedor. Conque arded, arded malditos... ¿Qué más? Ingenieros. Je. Lo dejan a uno tiritando y tableteando dientes con su jerga. Porque los números son muy fríos, helados, petrificadores. Por lo menos a mí me dejan de piedra. No es para menos, con todo lo que manejan a su pies. Ya sabéis aquello que dijo el malos pelos canoso, el tal Einstein: "Dios no juega a los dados". No tiene tiempo, ni sentido del humor. Es un amargado, más o menos igual de agrio que la mayoría de adoradores del número que he tenido el "agusto" de conocer. No saben reír, no se entusiasman, y por eso mismo tampoco lloran. Sólo los números les ponen cachondos, y los números, qué quieres que te diga, tal y como yo los veo, no tienen nada, pero que nada de libido. Aunque a lo mejor es simplemente que  yo llevo gafas, un problema de "ceguera"... Pero está bien; a ellos todo esto no les sirve, quiero decir el arte, las palabras. No pueden calcular qué estoy a punto de escribir ahora mismo, no pueden determinar qué forma y tonalidad adquirirá ese chorretón de pintura en el lienzo... Y eso les jode. Les jode cantidad. Porque en teoría, según "su credo", deberían poder hacerlo, pero no es así. Impotencia. Flaccidez... Entonces te salen con eso de que si hubiera un computador lo suficientemente potente, todo estaría escrito, esto es, calculado. Tu destino, mi destino, el de ellos mismo. ¿Es eso cierto? Si es así no me lo digas, yo quiero seguir aquí, en la senda del perdedor, escupiendo líneas, tecleando odios. Que se joda El Computador. Que se joda Dios. Que se jodan los dos si es que no son el mismo. Así que si no tienen palabras, escritas o leídas, o pinceladas, o violines, o magia en al retina; si no sienten porque quieren tanto y tanto a esos números frígidos, ¿qué hacer? Pues eso, ganar pasta a espuertas. Ser ingeniero, o abogado, o presentador de televisión, o asesor de imagen. Todos juntos y revueltos en los antros del paraíso, pasándoselo pero bien. Aquí y allí, en la vida y en la muerte. Es barato. Tu alma a cambio de la ignorancia eterna, que dicen que siempre se trae a su amiga facilona y ninfómana; una tal Felicidad. Y que conste que quien dice Paraíso, quien dice Jacuzzis y saunas y prostíbulos del Cielo, dice también Sistema, Sociedad... Al fin y al cabo estamos hablando de eso. Venderse o no. Consciente o inconscietemente; ahormarse. Eso es. Obedece, obedece, suma, cuenta, nóminas, nóminas, BMW's, Home Cinema's, Áticos, Champagne y Gloria. Caviar. Vacío. Vacío. El vacío es un camino fácil, al menos en apariencia. Las espinas están del otro lado, mejor no mirar. Los números no tienen espinas, ni aristas, son perfectos, se bastan a sí mismos. Son capaces de chuparse a sí mismos los cojones. No necesitan calculadoras, tampoco calculadores, así que ya sabéis, aquellos que os habés pasado media vida en la facultad de matemáticas: sobráis... Pero la letra hay que parirla, joder si hay que parirla, ¡y lo que cuesta!, y lo que duele la muy hija de perra. Pero ahí está, y los números se la quedan mirando, y no entienden nada. Por una vez en su puñetera y ubicua y eterna existencia son ellos los que no comprenden. Se quedan como monos de experimento, mirando los huecos; el cuadrado, la estrella, el círculo... y justo al lado, las figuras de madera y colores; el cuadrado, la estrella, el círculo... Se rascan la calvorota... Rasc, rasc... ¡Y aun así no son capaces de encajar cada figura en su lugar! Mierda cagada por mierda, fijo que lo piensan, los números divinos, que no saben de dados, allí, allí justo, arriba, donde tampoco saben de palabras, ni de pinceladas... Siguen sin entender nada. ¿Es duro vivir con el absurdo, no? Pues jodeos, jodeos bien... A los de aquí abajo tampoco nos encaja nada y aun así seguimos, persistimos en aliento cada maldito día... A mí no me da la gana de encajar, y es ahí donde está la madre del cordero. Está en tus manos. Así que un día decides; los números o las espinas, es decir, pasarlas putas. Yo decidí lo segundo. ¿Habéis leído a Sacher-Masoch? Dejadlo, es igual... La cosa está en que las oigo, las voces, y no sólo porque esté como una cabra, no, están ahí. Es la Sociedad, el Sistema, intentando patearme. ¿Qué haces con 28 años así? Dónde están tu mujer, y tus hijos, y tus dos utilitarios, y tu casa en el campo, y tu apartamento en la capital, y tus hipotecas a tres o cuatro vidas? ¿A qué esperas para empezar a trepar? ¿Por qué no consumes?, ¿por qué no ves la televisión?, ¿por qué carajo te haces tantas puñeteras preguntas?... ¡¿Y esos libros?! ¡¿Qué encuentras en tanto jodido libraco mugriento?!... ¡Niño malo, niño malo!... Debes aprender, corregirte, déjate guiar hacia el recto camino, déjame a mí, deja que te abra mis tiernos labiosss... Empieza por tragarte esto, te sentirás mejor, esta pildorita... roja no, ¡por Dios!, para eso ya estaba Keanu Reeves. ¿O era la azul?... Tanto da. Así que yo chirrío, soy una tuerca chirriente en el sistema, un engranaje defectuoso, y cuando el sistema no funciona se ajusta a sí mismo a base de cuchillo y guadaña. Pero yo estaré atento, estaré esperando, y alguno me llevaré por delante. Sí señor. Por eso no me extraña nada que esta voz que desde aquí habla queme tanto, o haga incluso nacer rencores; venir hasta aquí y toparse siempre con la misma mierda revuelvetripas. Pues imaginad lo que es vivir aquí, dentro de esta cabeza... Así que tal vez mejor la tibieza, las aguas calmas y tranquilas de la ataraxia y la desconexión, ¿no? Mejor eso que este constante brutal resquemor. O incluso mejor el frío, ¿no?  El frío de los frígidos números que jamás se equivocan, cuya Verdad es siempre VERDAD, siempre en mayúsculas, porque ellos no chirrían, fluyen silenciosos y automáticos, sin vida, y en silencio. Y cuando el silencio domina el oído se hace innecesario, y también el par de ojos para llorar, y por supuesto la boca para gritar. Órganos vacuos para sentidos muertos. La palabra en cambio chirría, y hace un ruido que te cagas, y hace tiritar las estrellas lejanas con su mágica destructora fuerza. Y una vez las has vomitado todas ya diste lo mejor de ti, al espacio, lo insondable, la eternidad. Y a partir de ahí ya no vales gran cosa, puedes irte tranquilo. Hiciste lo que viniste a hacer. Otro muchos no lo hicieron, pero tendrán jacuzzis, eso sí. Tú tendrás llamas, pero tu Llama, la llama que surgió de tus manos, tu boca, tu entero corazón luchando y sufriendo y destrozando los engranajes del sistema no se apagará contigo, perdurará, le quemará el culo a esos números fríos y cabrones... Os lo garantizo.

Burnout

 

Despierta. Levanta. Aguza el oído, prepara la garra, sonríe a este nuevo correctivo desde lo alto caído. Con ojos en demonio, sonrisas de gata bastarda, mata, mata, sí, mata en cada mirada. Es el juego del aliento, el reto del aliento, la trampa del aliento, y fluyen en él la sangre, la savia, la rabia, como esperma de voz engañada, como flujo translúcido de gemido brutal. Corre alto, corre arriba,  tus garras en liza, nervios en tensión, preorgásmicos, posdescarga, extáticos de puro ciegos en lo último y final de un sol que no es de este mundo, que es Todo Dentro y Tuyo porque no existe un fuera de ti, que no existe un algo que no sea luz y divino y devastador más que como naturaleza de tus pálpitos desencajados. Rompe, Rompe, Rompe, ¡ROMPE!  de una vez lo común, hazlo trizas, lo convenido, lo manido, transitado, espurio, ruin; redúcelo a cenizas. Sé hombre, sé vida, sé eléctrica daga de energía, abandona el sueño, ceja en la puta almohada, huye del tedio hijuputa, del asco cabrón de vivir y sentir que cada segundo, cada maldito momento es sanguijuela en tu carótida. Así que despierta, levanta, escapa, muerde, rompe, cabalga, y si es menester, antes que volver a la celda del sueño, golpea, desvirga, penetra de acero esta nada: asesina o mátate. 

Quise

 

¿Por qué todavía no estás allí? Llegas tarde y ni siquiera estás allí. Quise en verdad llegar, lo quise, creé en mí todo el empeño, todo el ardor, toda la fuerza. Tres bazos, dos Muertes, éxtasis esféricos no me habrían adelantado entonces. Pero estás aquí, y ni siquiera es éste aún un medio camino, y tú en cambio, mírate, eres ya un lienzo poco menos que acabado, pronto desbastado. Quise avanzar mejor y más, alcanzar todo ello y con todo mi tiempo; arribar incluso antes de lo que se me esperaba; llegar incluso antes de haber sido necesidad y solución de una meta. Deberías quedarte aquí, sentarte aquí, arborizarte, silenciarte, criar barba senil, sacar hojas en telaraña, echar raíces corredizas: fuiste una empresa audaz durante segundos, pero luego te apagaste fugaz. Quise ser luz antes que lanza, avalancha antes que escualo, soldarme al hacha sin haber roído antes mis hombros y rodillas en el filo del asfalto. Inversión futil, sueño estéril, energía asesinada. Tus nombres y pieles llevan el estigma del ocaso grabado a niebla y miasma. Quise, quise, quise. Lo intenté. Ser digno de mis adentros, dueño de lo divino en mi carne y mi mirada. Desaparece, estos son ahora tu tiempo y tu camino; desvío a la izquierda. Deja paso. Nadie te espera allí porque la Nada te aguarda... Quise... Quise.. Quise.

Misterios de la Carne (y 3)

 

 

HOMÚNCULO

Desde las afueras de la consciencia
  oyénse tañer los gritos prometeicos
   del deificado hombre máquina.


    Sus tendones plásticos, encerados,
  sus cables nerviosos, haces lumínicos
   de efecto y réplica instantánea, 
   potentes sus músculos de titanio,
  muévense puntuales y rítmicos
   al son del pulso electromagnético,
   mientras en el constante devaneo
  despréndense otoñales esquirlas de carne,
   virutas de piel cancerosa y cancerígena,
   decolorando el cieno de reliquias posthumanas.


    En la negra noche chandleriana
  salpicada de ígneas novas en agonía,
   tiembla y zozobra la vieja tierra bajo el paso
   del no hombre y su mesiánica carga de final.


    Entre tanto... en todas partes,
  por todos lados... omnisciente,
   impasible al cataclismo de la vida,
   la telaraña universal de fibra óptica
  fluye en vertiginosas diástoles,
   henchida de recuerdos e imágenes,
   de almas y vidas y anhelos y odios
  de aquellos que soñaron la pesadilla de la razón.

______

Misterios de la Carne (y 2)

 

Viste de negro y sus labios, todos, te dejan tieso. Bésala, te sacará los dientes. Muérdela, te arrancará la lengua. Fóllala, te hará pedazos. Polvo al polvo tras el polvo. Sorberá tu seso hasta el hueso, beberá tu simiente, la licuará dentro, muy dentro de sí, donde la muerte pierde su nombre para ser Muerte, donde el huevo de lo inahaprendible abre los brazos, abre las piernas, acoge henchido los blancos reptantes desoxiborronucleicos. En la noche, en la sombra, en el espacio matricial del no existir, una conciencia de maldad, una voluntad de hacer sufrir, una sinrazón para la locura del aliento... Mírala,  pruébala, siéntela, súfrela, sángrala...  vuelve a ser sangre de la sangre del oceáno maldito del que jamás debiste surgir... Ritmo, potencia, corazón, efervescencia, ídolos cromos cayendo terebrantes ante el temblor de la risotada preternatural, sigue y sigue la melodía de los cielos en pelo de cabra, las estrellas de hemoglobina manchadas, los pálpitos del ser que fue, que dejó de ser para matar al ser; del nuevo ser que ha de ser tras el infraser, baja corriendo, moliendo, partiendo, sajando entrañas, aniquilando destellos, allá desde lo ubicuo, lo santo, lo falaz...  Míralo, pruébalo, siéntelo, súfrelo, viértelo... vuelve al esperma podrido en que jamás debiste germinar... Error de los dados de arriba, siempre trucados, siempre marcados, te desviaste, jugaste solo, apostaste a negro, apostaste a rojo, apostaste a doble, apostaste a a ser dios tras el dios, sobre el dios, HiperDios... No te engañes, NovoDios, gana la Banca, gana la Muerte, gran CoñoDios que todo lo escupe y todo lo traga y entre medio todo lo llena de engañada esperanza... Descansa, no hay Tu Momento, no eres más que sueño, mentira, cieno...

Misterios de la Carne

 

 

 

Del foso de la nariz fluye el veneno en miasma y púrpura pandemia, bigote abajo, y luego labios abajo, y después la barbilla, resbalando hasta el cuello sin nuez, totalmente blanco, sin vida. Levanta el cuerpo  y lo sienta en el sofá, los brazos bajan como ramajes de pesadilla hacia el regazo; yonkis mostrando las picaduras; adictos pidiendo teta; espíritu desecho en demanda de cinco minutos más de falso éxtasis previos a la última agonía. Contempla la muerte en el rostro quieto de ojos calmados, transita por ella, dialoga, intercambian tarjetas para el choque por venir. Se filtra una luz como de dulce anquilosamiento tras una descarga de miorrelajante: los muebles y paredes adquieren el aroma de la risa y lo pusilánime, tararean canciones de cuna y aromas de añejo verano. Saca la navaja. Abre la hoja. Corta la piel de nieve escamada. Rosa negra floreciendo tras el tajo, el tiempo se alarga hasta un nudo de sisapsis colapsadas de contactos epilépticos. Parpedea, tiembla, segrega, excreta allí mismo bilis y heces y orines mefíticos. Sorbe la ponzoña a pequeños besecillos mientras sus pupilas son ya poco más que eclipses de mármol. Oscuridad. Oscuridad. Oscuridad. Silencio estallando Silencios. Sordo rumor de ventana zaheridora en la inconsciencia. Uno, dos, tres, la aguja del segundero comienza su amanecer y su avanzar en la esfera de lo Nuevo. El hipótalamo en reptil tantea con su lengua bicéfala el aire saturado y pestilente. Ya no hoy ojos. Ni necesidad: la tridimensionalidad ha pasado a ser juego de maternidades fosilizadas por la radiación venérea. Su saliva se ha juntado con el plasma yacente en las venas desbastadas del cadáver. La SombraSierpe abandona el encuadre, quedándose el foco justo en el centro de esa cara sin aliento tirada en la cómoda, toda chupada, exangüe, epítome del tegumento. Muda, sorda, capada... sus ojos están abiertos...

 

Torniquete

 

 

Caed, caed... refugiaros en la astilla del peñasco!

Caed, caed... abrid la sangre al ozono en embestida!

Caed, caed... mataos así, tan torva, exquisitamente!

Es hora de caer...