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Astro Rey

Cinco días atrás tuve una premonición mística y quística de la que extraje un aserto, que tal día como hoy, cinco días después, escribiría un post con el citado título, "Astro Rey", entre otras cosas porque iba a hacer un calorazo de justicia, lo que se dice incontestable, pero llega el 29, sol tirando a poco, y además no recuerdo qué aniversario toca. Lo que tiene vivir suficientes años como para que no te lloren sino lo justo es esto, que todos los días terminan por ser conmemoración de algo, aunque no recuerdes de qué, y así, cíclicamente y pendular transitas, hasta que una buena mañana de humedad noruega te acabas, finiquitas la chocolatina de los amaneceres y terminas volviéndote por donde viniste, vital y semánticamente consumado y consumido... Recupero algunas de las imágenes de esta tarde de primavera finisecular -no porque no hayamos cambiado de siglo, más bien porque todo empieza a tener mucha pinta de los coletazos terminales del Último Siglo- : un viejo de piel rojosa pitándole el cláxon de la moto al agente municipal para que se diese vuelta y así ponerlo en antecedentes de no sé qué; el gol de Scholes, que no lo exime, sin embargo, de esa cara de hooligan demente proclive al cáncer de piel y a los papeles de esbirro sacrificable en pelis de gángsters; aquel tipo enorme de grande y enorme de gordo, melena rizada y en escarola, molestísimos ruidos guturales al inspirar, que ha comprado, sin exagerar, veinte o más volúmenes de una tacada, no sé dónde, pero está claro que alguien se los ha vendido; la mujerona obsoleta y sus asqueresomente prietas bermudas elásticas, marcando zafia la raja del coño caduco; la chica no demasiado bonita que subía mientras yo bajaba pero cuyos tetones me habría metido en la boca sin dudar; dos niñas estúpidas preguntando estupideces a un tipo amanerado tras un mostrador, quien les ha resuelto las dudas estupidas que albergaban, por lo visto, o al menos eso me ha parecido; la tragaperras "Corsarios", sus luces pluricolor y su canto de sirena que nada me encantó, ni hechizó, y aunque así hubiese ocurrido apenas me clinclineaba en el bolsillo la justa chatarra para abonar la cerveza... Por fortuna no recuerdo muchas más e incluso algunas de éstas me las he inventado. Sacar de dentro algo con todo ello resulta imposible. Quimérico. Si existe un Dios desde luego no tiene mucho más talento... El infumable invento de la escritura y su adherida factoría de momentos, ambiguo y peligroso, rescata el 29 cuando el reloj ya marca 30, al tiempo que saca a flote ideas y sucesos y caras arruinadas que jamás debieron escapar a la trituradora del segundero. Un traidor. Un Judas. Elixir de lo terrible. Lo soy.

Mirando pa Cuenca... Y más allá

 

P’al Hombre Sin Ano,

que lo leerá como DioX manda... 

 

Leónidas es un machote machote, o eso piensa su mujercita cada vez que éste la ensarta por detrás, pero resulta que no, que llega un día un negratas a Esparta y le suelta: “Leo, cariñín… ¿te acuerdas?...”, y como la mujercita se enfada y ladra como si tuviera la rabia porque ya se siente salir los cuernos, el bueno de Leónidas no tiene otro remedio que echar a su amante de ébano al vacío, ya saben, por aquello de aparentar y todo eso... Luego también, como es un pervertido y un vicioso, se va a ponérsela tiesa a los viejos sabios leprosos del monte, pero éstos, sabiamente –como su propio nombre indica, of course- prefieren lamer nenas prepúberes semiinconscientes previo pago de su importe, así que el guarrófilo de Leónidas tiene que irse por donde vino y sin descargar, esto es, con los huevos con un rebosar de leche que para qué les cuento. Es entonces cuando decide tomar las riendas de su vida y salir del armario y montar una orgía en unos conocidos baños del lugar: “Ey, chicas, ¿por qué no nos vamos todas juntitas y desnuditas a las Termópilas a refrescarnos el pompis y lucir abdominales y rodar la segunda parte de Zoolander?”, y así fue como las 300 mariconas de Esparta se encaminaron a las Termópilas para dejarse bien limpias las compuertas de atrás… En esas que Jerjes, auténtica Reinona -escogida Mejor Drag Queen del último Carnaval de Santa Cruz de Tenerife-, se entera de esta fiesta de culitos mojados y pieles glicerinosas y se va pallá corriendo, con todo su ejército, que ella, es decir, él -o lo que coño sea-, Jerjes, Reinona de Reyes, también quiere un poco de eso..., ya se sabe cómo son estos monarcas: culo veo culo quiero… De modo que los persas terminan por llegar, por descontado, con ganas de dar por culo, justo cuando los 300 se lo están pasando chupi jugueteando entre ellos a enseñarse las cachazas, echar pulsos y palmotearse las espaldas, conque ganas, lo que se dice ganas de que los pongan mirando pa La Meca así por las buenas, pues las justas, y además ahora, qué oportunos los persas estos, justito cuando mejor nos lo estábamos pasando, así que los 300 se enfadan muchísimo y empiezan a repartir hostias a diestro y siniestro, es decir, ambidextramente. Y cabe decir que estos 300 acaban por mostrarse tan buenos guerreros como mariconas, pues no en vano a las primeras de cambio, tras los primeros intercambios de golpes y mandobles, va y son ellos los que ponen a los persas mirando pa Melilla… Los planes no le han salido a quien todos sabemos como él/ella/eso pensaba, conque llega el día en que Leónidas, Rey de las 300 mariconas de Esparta, y Jerjes, Capitanona de las huestes Inmortales y persas -así como principal accionista del 1º Circo Internacional de Bestias Salvajes y Verdugos Biomecánicos-, se encuentran cara a cara, repito, cara a cara -es un detalle asaz importante-, y ésta le dice a aquél (dando un hábil quiebro y apareciéndosele al griego por la espalda) -otro detalle asaz importante-: “Yo te doy”… A lo que éste responde: “Ni hablar, te doy yo...”. “¡Jo!, ¿por qué tienes que ser tan malota malota, Leo?”, responde la Reinona, caprichosa a la par que con desdén, y prosigue: “¿Por qué no podemos todas llevarnos bien y tan amigas?”“Pero de qué hablas, Jerjes, bobalicona”, apostilla el griego, “si llevamos intercambiando fluidos toda la mañana… Pero aquí, o doy yo… o nada”. Y comoquiera que Jerjes quiere dar pero no que le den, ¡hala!, vuelven otra vez todos a la ensalada de toñas... Pero los persas nada, nada pueden contra los 300 de Esparta cuando éstos la tienen empalmada… Pero en estas que llega Sloth todo mongo y dice: “¡¡¡CHOCOLATEEEE!!!”… uy, perdón perdón, eso fue en Los Goonies… estooo… va Sloth todo subnormalidad y suelta: “¡¡¡UNIFORMEEEE!!!”, y es así como sucede que a cambio de un uniforme que le disimule la chepa y las orejunas de murciélago, Sloth vende a los 300 y le chiva a Jerjes una senda escondida a través de la cual entrarle a Leónidas por la retaguardia y hasta el fondo. Y en efecto eso es lo que hace Jerjes sin perder un segundo, todo ansias, el tío... quiero decir, la tía... quiero decir, lo que mierda sea...: entrarle a los 300 hasta el fondo, trabajárselos, ponerlos a todos mirando pa Cuenca y más allá, pobrecitos; con saña y alevosía, y sin lubricar; que ni 300 cirujanos trabajando a destajo hubiesen dado a basto para coser tanto ano desgarrado… Y llega así el final, en el que Jerjes, triunfante y ufano, le dice a un Leónidas muribundo de tan jodido le han dejado el backdoor: “Toma!, toma!, toma!” -es decir, más o menos como nuestro universal y sin par y de gran facilidad de palabra Fernandito Alonso-, “al final te jodí bien, Leónidas, eh?!, eh?!”..., a lo que éste, Rey de las 300 mariconas muertas en las Termópilas, antes de morir y en un último estertor, le responde al Gran Moñarca: “¡Te jodes tú, mariconaza, que tengo el sidaaa!”...

Y ya está, así terminó “300”, un espectáculo filogay de primera magnitud, en la sombra patrocinado, todos lo sabemos, por el Moñisterio de Sanidad con la colaboración de ConTroll y DureXXX.

Mente Pescatera

Me gustaría estar lo suficientemente ido de mí mismo como para vomitar algo realmente extraño. ¿Qué imagina la gente cuando piensa en la palabra “extraño”? Es más, ¿qué imagina la gente cuando imagina algo “realmente extraño”? ¿Y los que no son gente; que no son turba ordinaria y atrezzo en piel y baba y arrugas humanas? Tipos, que puede haberlos, tal vez, con los que cruzar al menos dos palabras sin que te entren los pujos por tirarlo retrete abajo, a esos me estoy refiriendo, más cercanos a un ideal de ánima útil y servible que el resto de transeúntes vitales. ¿Qué entiende un alguien así por “extraño”? ¿Es su concepto de “realmente extraño” similar a mi concepto de “realmente extraño”? ¿Es acaso superior? Y de ser así… ¿Se lo puedo mangar?

 

Antes de la Lluvia

Hoy me levanté prontito porque quería comprobar por mí mismo si era cierto, salí a la calle sin asearme, sin desayunar, todavía no había amanecido; una rasca considerable. Oscuro y frío, estómago vacío. Me dirigí ciudad arriba, calle Sicilia, después Diagonal, hasta la plaza Mossèn Çinto Verdaguer: aún la andaban levantando los brigadas. ¡Leche!, pues era verdad... Me acerqué a uno de ellos, estaba desplegando las alfombras de césped, muy apurado y de rodillas, más allá otro par con la ayuda de una grúa silenciosa plantaban uno a uno los bancos. Me quedé allí, las manos en los bolsillos del pantalón en ruinas, observando atentamente al tipo agachado, sintiéndome bastante superior, la verdad, al verlo trabajar así de aprisa y yo allí parado, sin nada que hacer salvo tocarle los huevos con mi indiscreta observancia. Porque se los estaba tocando, lo vi claro en el par de miradas de cagarse en mis muertos más frescos que me echó mientras trajinaba los alfombrines de hierba mojada. Pero no dijo ni mú, así que me encendí un cigarro. Luego empezó a administrar la silicona transparente entre las juntas, como un pastelero alienígena; ¡prrrreet! aquí, ¡prrrrreeett! más allá, hasta ir dejando el conjunto con toda la pinta de césped público que tenemos por costumbre. “¿Te hace un pitillo, tío?”, le dije, pero siguió a lo suyo como si nada. Era comprensible, el día echándosele encima y yo allí, intempestivo, del todo imprevisto, inflándole las bolas en lo último y ápice de su jornada laboral. Me alcé sobre las puntas de los pies, las manos de nuevo víctimas de los bolsillos inmundos, en la boca el pitillo, flexionando una, dos y hasta tres veces, sin dejar de contemplar muy sonriente el desesperado quehacer del operario. Noté que notaba mis ojos en su cogote de carnes mullidas y como de toro de osborne tridimensional. Debía estar que explotaba, pero aun así no cedía, aguantaba lo suyo el brigadilla municipal, que debía tener en más aprecio su sueldo que su honra, pues no parecía dispuesto a saltarme los dientes de una merecida hostia. Es lo que tienen los años y la servidumbre, que agachas el morro como ese mismo toro del que antes hablaba, pero esta vez ante el capote magenta y el casi invisible filo del estoque final. “Oye, pues ya que estás, a ver si la próxima vez que pases por mi casa te estiras un poco y me arreglas el techo del cagadero, que lo tengo lleno de humedades…”. Se detuvo. “Eso sí, sin armar mucho jaleo que aquí uno tiene el sueño ligero y se levanta temprano a currelar, ¿eh?…”, y sonreí ancho y ufano, como sonríen los gatos esos, los de dibujos animados. El tipo se levantó muy lentamente, cual si se anduviera tomando el tiempo suficiente para calibrar si iba a partirme la cara o quedarse simplemente en una oronda sarta de gritos y latigazos salivales. Ya de pie, frente a frente, constanté con algo de apuro que era más alto que yo y tres pueblos más ancho que mis espaldas. Más feo también, aunque ese detalle aturullado de nimiez me traía sin cuidado. Tenía esa cara de los chuchos desagradables y los belfos entecos de los gatos esmirriados y enfermos. Sus ojos caían derrotados y brillaban más bien poco, más bien nada si es que eres de natural avaricioso. Volví a levantarme sobre las puntillas, todo sonrisa, arqueando una ceja, jeje, sin soltar el cigarrillo -que ya andaba por su fin-, tal que un Groucho Marx de saldos por mercancía tarada. Mas no hubo forma de hacerlo saltar. El in extremis se convirtió al instante en flaccidez bastarda. Desalentadora. Se lo pensó dos veces, el menda, y volvió al tajo. Terminaron luego, todos, muy poco antes de las primeras luces, marchándose en sus camiones y mirándome mal, porque él me señaló y les dijo, muy probablemente, ese es un cabrón, si un día de estos lo cojo a solas en un callejón lo esgüevo a hostias... Yo opté por quedarme allí todavía un rato. Tomé asiento en uno de aquellos bancos recién inmovilizados. Observé a uno y otro lado: nadie en el lugar, plaza desierta, conque arranqué un pedazo de hierro forjado y empecé a desayunar…

¿Misterioso Intervalo de Silencio?

Esto del ciberlugar y la blogomasa es un dislate y una tierra de nadie, como la puta vida esta pero sin pagar impuesto de publicación, al menos por el momento. Unos entran, otros salen y otros pocos dicen sabéis qué: yo me las piro. Día de vergas a media hasta y tetillas rescolgando como lágrimas en la lluvia... Se nos va el Lardín. Que es muchas cosas además de anacoreta, de imbécil y desnudo, de tótem follarín de la letra jachonda y dislocada. Y hablo presente porque sé que pequeños grandes cabrones como usted sólo dejan de joder la marrana en un sitio para ir a joderla más aún a otro lado. En eso confío. Más le vale. Pero ahora nos deja en bragas, mamón, y encima sin un exquisito cadáver que paladear, el de sus escritas exequias. Sí, ya lo sé. Los que no leyeron mientras estuvo aierto el tenderete que se jodan. La carne es la carne, abril es abril, y esto continuará siendo la descojonación siga o no estrujándose la mandinga y la meninge y volcando aquí la lefa mental subsiguiente. Los replicantes, Batty y compañía, lo sabe, menuda panda de ingenuos santurcios, tanta cháchara con el es duro vivir con miedo y tanto lloriqueo, cuando lo suicida es vivir con uno mismo, mirarse al espejo y saberse la misma cochina cosa a pesar de los inveterados esfuerzos por reinventar. Por eso se marcha. Las orejas al lobo y todo ese rollo. Qué nos vamos a contar. Espero que este misterioso segundo intervalo de silencio sea para bien y que cunda, que usted lo duerma bien, pero no beba demasiado de esos laureles, que ya sabe que ésta es película mala, zetosa y porculera, digna del más zafio Lucio Fulci, y que de aquí no sale de una pieza ni el apuntador. Tampoco el bufón. Conque aplíquese, mendiós!

 

Días Cafres en el País de Yann

El run run del cajero automático dice que una vez más los del INEM han cumplido su parte, lo que me alegra, pero que sólo me quedan un par de meses de tocarme las narices, se escucha ya a lo lejos el rumor de la cascada, está visto que voy a tener que mojarme el culo. HACIENDA también dice la suya, que este año, como sigo siendo el mismo arrastrado de siempre, procederá a devolverme equis, y de paso me pregunta que a quienes tengo pensado destinar esa pequeñísima parte de la suma que me robaron a base de retenciones, que qué casilla marco, si la de asuntos sociales o la otra, y yo a la Iglesia no le doy ni para la pintura antióxido de los clavos de Cristo. Porque uno puede ser todo lo rojo de tercera y anarco de barra de bar que me presuman, cierto, pero hay cabronadas por las que no salto.

Lo de los 30 años también suena bastante a cabronada y se siente como tal, si te acercas huele incluso peor, a napalm caducado y a yogur aderezado con tropezones de rata. Tres décadas y por aquí sigo, zascandileando y dando por saco más bien poco, desde luego mucho menos del que hubiese sido mi gusto. Quién me lo iba a decir, de todos modos, que sobreviviría hasta aquí, en aquellos lejanos días, cuando mi primer barrunto de cáncer allá por los doce años, que empecé a desarrollar estas migrañas genéticamente heredadas pero yo ya andaba seguro de que me comía el cerebro todo un tumor de chola. Hipocondría Terminal. Probablemente lo único que comparto con Lars Von Trier, otro cachondo que tal baila.

Sigo siendo, sin embargo, bastante pelagatos y vecino de la línea borderline del pensamiento, no sólo porque son mayoría las cosas que no mejoran con la edad, también porque la bendita genética es una esclavitud mayor que cualquiera de las perrerías que pueda diseñar el más ruin de los seres humanos. Ergo, se me coge con facilidad a la que tengas un mínimo de tablas o pizca de arte en la médula del cinismo. El otro día, sin ir más lejos, vinóme Jorge Carrión por el flanco y con una sencilla pregunta invadió mi posición dejándome inerme y haciendo de mis huestes epítome de la cobardía y el huir cabrón y a la francesa, las alubias al fuego y la trinchera sin barrer: "¿Y tú qué escribes?".

Coño. Me cago en la puta. Yoquescribo, yoquescribo... No me jodas... Pues escribooo... poemos zurdos, absurdos chufflos, letras bastardas y aguachirles que ni no se entienden... Qué sé yo.

En fin, si le hubiese respondido algo así aún me habría quedado con él y todo. La respuesta que tartamudeó mi torpe boca me la reservo, como comprenderán, por aquello de que a uno le queda siempre un resquicio de vergüenza y/u orgullo y/o grumos de luz en el colacao mañanero del amor propio. Nada como ser un minúsvalido social para venderse bien.

Ahora que lo pienso con calma y tranquimazín en las venas, desde la distancia del no sentirme a prueba y el saberme amo y señor de este dominio, que será todo lo páramo y desértico que ustedes quieran, pero es mi páramo y eso no hay quien lo mueva, lo cierto es que no pude contestar por la sencilla razón de que no sé qué demonios escribo. Y lo que es más importante, me la trae bastante al pairo llegados a este punto, saberlo o no, principalmente porque de un tiempo a esta parte -desde mis últimas vacaciones en el hospital más o menos- el 99% de este constructo absurdo que solemos convenir como "realidad" me importa tres chuminos. Eso ayuda, qué duda cabe.

Ayuda a que te sea imposible escribir una novela, darle el punto debido a una colección de relatos, apenas te da para apuntillar un nuevo libro de poemas, y total para qué, ¿quién se va a tomar la molestia de echarle un vistazo? A no ser que al bueno de Roger Wolfe le dé por montarse un sello editorial, cosa que me parece harto improbable, sé que mis libelos en verso, al menos en este país, al menos en castellano, no hay quien los publique.

Y la autoedición es toda una torracojonación... sobre todo cuando vives del paro.

Pero soy, pienso, muy bueno en lo mío, que es venir aquí y soltar las cuatro paridas, muchas veces con suerte dispar, pero siempre con afán "artistero", que es lo que cuenta, intentar la literatura siempre y en ocasiones hasta conseguirla, aunque sea la literatura de la roña intestina que baja de las circunvoluciones. Porque tal vez me empeño en buscar en mis adentros esa novela que en realidad no albergo; o esas relatos cortos que nunca están, porque los piensa otro; o esa poesía que de puro esquinada jamás encontrará su lugar; y no me doy cuenta de que yo y tantos como yo somos ya pioneros de un nuevo género, el post(al), que hoy pisa fuerte y mañana derribará convenciones. Y el que lo niegue, que el blog de creación y el post literario ya dan fe de escritores que son Escritores, con mayúscula, aunque no tengan en su haber publicación alguna que los respalde, o bien es un necio o muy posiblemente tenga intereses en la industria editorial.

Yo por mi parte llevo aquí cuatro largos putos años machacando duro el músculo de la literatura, peléandome a cara de perro con mi reflejo en el fondo de la pantalla. Violando las palabras hasta hacerlas fosfatina y después, metal fundido y yunque, traerlas de nuevo hechas filo y cuchillo y espanto de morales pacatas. Y no tengo novela ni libro de cuentos a mis espaldas. Y lo más probable es que todos mis poemarios estén destinados a criar polvo en un cajón si es que yo no los saco de allí a golpe de talonario. Pero está esto, que se llama TannHäuser o Vida Puta y Sin Talento, como prefieran, ahí, en el ciberaire, el virtuespacio, abierto a todas las puertas que se tengan por audaces, con arrestos. Y estoy yo, su autor, que soy ESCRITOR, pese a quien pese.

Hace poco alguien me dijo: "oiga, ¿a usted le pagan por escribir?", "Ni una perra gorda", respondí, y entonces me soltó la bomba: "Pues deberían...". Puede que sea esto lo mejor que me hayan podido decir jamás de mi escritura, y confieso que esa noche dormí a pierna suelta y feliz y empalmado como no recuerdo en años. No es el dinero. Es mucho más. Es alguien que no te conoce y a quien no conoces, que te ha leído y que de pronto viene y te dice que, para él, vales. Que conseguiste llegar... Todo lo que llevo escrito hasta aquí se le dedica, caballero...

Y al que ni siquiera entienda el chiste del título del post y ya esté pensando que estoy del otro lado de la chaveta, un consejo, las bibliotecas están para algo más que consultar internet y coger deuvedés por el morro. Así que arreando.

Poemo Nocturno y Sin Alevosía

 

SOMBRAS y NIEBLA



El primer poema que escribo en meses

porque anduve demasiado ocupado desmoronándome

El cursor me interroga

y no tengo otro silencio que contestar:

empieza a hacer diez años de casi todo…

 

 

Shadows & Fog:

“Hace un momento estaba tan calentito en la cama

y ahora, de repente, formo parte de un plan”;

el microscopio de aumentos infinitos

grita su incapacidad para mostrarnos

la médula de las tinieblas

 

 

Recuerdo de pronto un día que no viví

el de mi nacimiento

llorica pedazo de carne morada

cuando perdí mi capote de libertad

de albedrío

de garras como agujas hipodérmicas

porque la sangre quiso seguir sus instintos

 

 

Y ahora escribo esto pegado al teclado

como un adicto a su estado de carencia

antes de volver a mis estudios normópatas:

eterno kafkiano opositor al Ministerio del Sombrero Gris

del Compromiso

 

Strindberg come pan

Hoy quiero hablar de la hija de la panadera, que está buena y se llama M. y tiene 33 años, como Cristo cuando le dieron matarile, aunque Cristo no tuvo nunca ese par de peras. 33 son ya unos cuantos, no son pocos, qué duda cabe, empiezan a ser respetables; podría haberla pillado con menos, 30 quizá, o 28, y hubiese estado más o menos igual de apetecible, M., la hija de la panadera, pienso yo. Puede que con los pares un poco menos caídos, el par de pechos, de nalgas, pero tanto da, me resaboreo sólo de imaginarlos, imaginarlas, imaginarla... Me siento atrapado ahí abajo. ¡Quiero salir, quiero salir!, me dice, "¡Calla!. No puedes salir -le digo-... estooo, ¡ah!... y ponme también un par de esos brioches grandotes de ahí, M., reguapa". Y sonríe. Y sonrío. Y ya me gustaría dejarte salir, bichote, pero es que me puede el decoro y tampoco me da a mí que éste sea el lugar. Cuando lleguemos a casa le damos al organillo. Acto seguido me cobra, es decir, me roba, la madre de la panadera, que se llama E. y lo menos tiene 10 años más de los que tenía Strindberg cuando le tiraron encima un cubo de meados por ir gritando !Inferno! !Inferno! por la calle en mitad de la noche. E. siempre se aprovecha de que ando "atrapado" y como loco desnudando a su hija con el radar y la mirada para pegarme el sablazo con los brioches y los bollos, pero cualquier día de estos me tomo el desquite por mi(s) mano(s). Vaya si lo haré.

 

Porque las Antípodas bien pueden ser El Lugar

Después de un viernes sorprendente y un sábado pasable vino ayer, que fue una mierda, y ahora hoy, que sigue siendo domingo, así que muchas ganas de cualquier cosa no persisten. Y que conste que nada tiene que ver con ello el hecho de que tres minutos después de espicharla Charlton Heston la blogocosa ya estuviese a reventar de obituarios y caras largas, aunque desde luego es preocupante, tan jóvenes y tan en pañales, y ya tan abandonados a la normopatía.

Comienzo el último libro -mi primero- de Jorge Carrión: "Australia. Un viaje". Me gusta la portada, con Australia arriba y del derecho y la península ibérica abajo y boca abajo, lo que es sintomático, pues viene a marcar el viaje más largo que un español puede hacer por sus afueras sin estar de regreso, que no de vuelta. Los viajes interiores, ya lo sabemos, pueden ser interminables y suelen desembocar en abismo.

Como todo tiene un porqué he de confesar que el pasado jueves me llegué hasta Mataró, a la presentación del libro, hice triple carambola y conocí de una misma tacada a Juanma Sincriterio, Alvy Singer y al propio Carrión. Juanma se portó como se portan los grandes anfitriones, cosa que le agradezco, como le agradezco la compañía y las fotos que acompañan estas letras. Alvy fue un torrente de nervios al principio y de multirreferecialidad después, cuando decidió soltarse, aunque todavía no he decidido qué cita dejó al personal más descolocado, si la de John Wayne o la de Barton Fink, tengo claro que empezando como empezó citando a Hegel la victoria no podía caer de otro lado que del suyo. Carrión demostró muchas tablas y tener las ideas muy claras, amén de una poderosa vena terrorista e irreverente que no pasó inadvertida... sobre todo para uno -que no fui yo, al menos esta vez.

Presentaciones de libros y tertulias literarias. Supongo que siguen siendo lo que han venido siendo desde el cretácico. Dos o tres amigos que hablan primero y exageran. El autor que va después y los enmienda; equilibra la balanza. Amistades revoloteando, en apoyo de la causa. Prensa. Curiosos. Enteradillos. Blogguers como yo que más tarde escribirán posts como éste. Y luego el público, cuyo 99 por ciento no se ha leído el libro, ni probablemente se lo lea aunque lo compre, porque nunca está de más tener un dedicado. El 1 por ciento restante es el típico fantasma de turno que no viene a otra que reventarte el acto, porque se aburre o no tiene otra cosa mejor con que arruinar su tiempo -y el de los demás-, y se las da de listo y de lobo con piel de cordero... hasta que se topa con el francotirador sordo y terrorista y no le queda más salida que abandonar cabezigacho el recital.

"Todo se iba borrando, todo iba quedando atrás, la infancia, el barrio, la ciudad a la que pertenece, arrasados primero por la autopista sin identidad y enseguida por el aeropuerto. La despedida fue fotocopiada de las anteriores, pero mi madre me dijo esta vez, al oído, dale muchos abrazos a la familia de Australia, y un escalofrío me recorrió las piernas y las palabras.

Australia: en la ora punta del mundo.

El vuelo dejó atrás Barcelona e hizo desaparecer a Madrastra. Un vuelo en el que leí y dormí, cuyo interés no fue mayor que el de la elipsis"

Mañana quizá amanezca un mejor día, puede que hasta sea lunes, con suerte martes y lo de hoy habrá sido tan sólo pesadilla. Sigo con mi lectura, cualquier día de estos os cuento qué tal el viaje...

Negativa Epifanía Ballardiana

Últimamente escribo mucho y pese a todo estoy donde seguía, no me conduzco a ninguna parte, fuera del alcance todas las paradas de metro. Escribo poemas que no me alimentan y ni siquiera los quemo, porque ya ni el fuego es lo que venden, no purifica nada, más bien lo desembruja, lo deja rebelde. Prefiero romperlos, hacerlos pedazos, los guardo en una caja para el año que viene, carnaval, y entonces la lluvia, dorada de blanca celulosa, leche manchada de tinta y grafito y torpe genio de artista impotente, demasiado tiempo atrás adolescente. Confeti espermático. Cumshot verbenero. Pelos y pómulos, pantorillas y pechos al descubierto, bañados en la salsa lefachirle y somormuja de mi fracaso plenipotencial. No sé por qué me atrajeron siempre las mujeres con culo de pato... Escucho mucha música con al menos los diez años de solera, que es cuando empecé a perder los papeles; estos días, sobre todo depeche mode, que me traen los tiempos de cuando empezaba a leer a cioran y todos las tardes, pasadas las seis, irradiaban verano. Cogería la carretera, liada la cabeza a la manta, y me plantaría en los abismos, las marismas, las aristas putrefactas por el aliento digital de los muertos, si no supiese que ésta es una prisión adherida a las almas -todas cuantas me albergan- poco menos que con superglú de las esferas, cogido por los huevos con blútack de los infiernos. Me queda la opción medianera. Robar un plymouth del 76, quinta a fondo, 180, estrellar y alicatar, hacerme uno contra el muro. Leo cosas por ahí que me ponen de los nervios, oigo otras que hacen cáncer de mi psíquis. Pero los hay también que toman drogas que envidio o habitan cerebros que me comería. Salgo a la calle para no recoger más que la bofetada de un oxígeno sin coraje y eso es precisamente lo que más me revienta e impide que me reinvente: todos parecen querer inhibirse de la magia y yo nunca conseguí desarrollar piernas más allá de los muñones.

Esta me la pagas sí o sí




Querido S,


las cosas aquí más o menos como de costumbre, la comida aceptable aunque sin exhibiciones, y también hay mañanas que como liendres en el tazón del desayuno, pero son las menos. Cada vez que paso de las seis horas de sueño se las apañan para devolverme al mundo de los vivos; aquí no quieren verme “libre” bajo ningún concepto.


Escribí en la lista de proyecciones “Rise. Cazadora de Sangre” después de que me la recomendaras en uno de tus últimos correos, y he de confesarte que aún me duran las bascas y los profundos deseos de asesinarte. Se bajaron el screener más grumoso que pudieron encontrar, eso por descontado. El sonido era engrudo y cera de abejas en los pabellones auditivos, y un buen montón de cabezones negros recortaban el encuadre; apuesto a que una de esas increíbles cabezas gordas era la tuya, cerdo, aunque prefiero pensar que no, que en realidad no fuiste a verla y me la recomendaste por boca de ganso, ya que hay que ser muy hijo de mil padres y desviadamente esquizo para recomendar cabronada semejante “a sabiendas”... Ahora por tu culpa tendré que andarme con mucho ojo en las duchas. Cualquier día de estos me clavan un pincho, o peor...


Sé que sabes de mi afición a los vampiros y todos los bichos vivientes o no-muertos que se alimentan de la noche y del rojo fruto de las carótidas, pero después de esto no sé qué pensar, si considerarte mi amigo, o uno de “ellos”, o que sencillamente pretendías cagarte en mis entrañas.


Me hablaste de Rise y de la última carne de Lucy Liu en la pantalla y yo me dije: bueno, y luego estuvo el anuncio en la TV, en la hora de la siesta, que dijo así: “No está viva... No está muerta...”, y automáticamente pensé: ¿Entonces qué coño es, un mojón???


No en vano la ñorda es la ultratumba de los alimentos al tiempo que palpita y hierve como 100 o más vidas.


Pese a todo te hice caso... y bien que me arrepiento.


Ya que en efecto lo fue, la más cicatera, burrófila y tostonífera muestra de Arte Mojón que he videado desde John Travolta+Bob Marley+L.Ron Hubbard vejando la Tierra.


En otras y sinceras palabras: ¡¡¡mecagon tu sangre inderramada!!!


Abrazos y demás mandangas,


J. ‹‹el Sanguinario Cárpato››


PS: No olvides que ahora me debes una y bien gorda, así que por favor, la biblioteca de aquí apesta, mándame algún libro-novelo en condiciones y haré niebla en mi recuerdo de esta afrenta a mi sensibilidad cinematográfica y a la honorable memoria del gran Stoker.


 

Pues cuando haya Luna Llena ni te cuento...

Últimamente la gente del cine y la farándula la está espichando que es un gusto, Richard Widmark el último del que tengo noticia, que tuvo a bien privarnos de su compañía a los noventa y pocos, lo que es prueba o bien de una paciencia incontestable, o indicio de profundas cataratas en las retinas del sentido común. De todos modos no me sorprende, estamos en primavera y hace más frío que en enero -y además en esta Ciudad Muerta que no ha de arrasar ninguna plaga, ya lo estoy viendo, un vientazo nocturno del copón-: si ya dicen bien quienes refranean aquello de que los viejos cuentan sus años por inviernos, qué de gente no se ha de llevar por delante todo un señor cambio climático.

Aun así no todas van a ser malas noticias, porque los castellanoleyentes ya podemos disfrutar de otro Ballard que echarnos a la muela, lo que siempre debe ser motivo de congratulación y refocilo entre quienes gustamos de las letras posthumanas, los túneles de lavado y los polvos furtivos a toque de claxon y freno de mano. El último Ballard apto para los muchos a quienes Shakespeare nos suena a chino lo editó Minotauro antes de venderse al Gigante Planeta, convirtiéndose, por tanto, en uno más de sus sellos puppet. Cuando sea que los cracks de Valdemar decidan hacer lo mismo -por dios, seguid resistiendo- boto a bríos que yo me hago el sepuku abriendo las compuertas de Vandellós.

Perro Aullador, que me lee por las noches en la soledad de su cubil sin ventanas, me escribe que cualquier día de estos que me pille por las Barcelonas me va a comentar ciertas cosas, y yo casi estoy por pensar que me quiere leer la cartilla porque últimamente ando desnortado y como con espumarajos en la boca y más abajo, ultrapasándome de misógino y un pelín también de demagofágico. Yo estoy por contestarle que en realidad no es misoginia, que es misantropía declarada y asco del mundo mal digerido, amén del saco escrotal hasta el borde de babas, que también influye lo suyo. Que puestos a cargar las palabras con el dardo de la rabia mejor apuntar a las gachises, que al fin y al cabo -casi- siempre están de mejor ver.

Por la tarde me encuentro con Puto Gordo y no lo reconozco, no sólo porque ha perdido diez o más quilos, también por el abrigo y la camisa y las pintas de ir prosperando en su particular escalada hacia un Patrick Bateman adicto a la careta de cerdo. Yo en cambio voy con la misma facha de hace diez años, mochila al hombro llena de libros y ropas de arrastrado. Tomamos un café y hablamos de cosas ni normales que hacen que tres o cuatro tiñalpas se giren buscádonos las doce con ánimos de messerschmitt. Luego le llaman por teléfono. Y el muy cabrón se pone a falar brasileiro talmente como si lo hubiesen parido en mitad de un sambódromo. Mientras lo escucho a medio camino entre la admiración y el alucine empiezo a preguntarme en qué insospechado momento cogí es desvío a este lado equivocado de las vías... Sí, ya sé lo que me dirías si tú fueses yo: "pero es que tú escogiste la trinchera, compañero"... Qué duda cabe. Eso lo tengo claro. Por eso yo moriré de una úlcera sangrante 20 o 30 años antes que tú...

Luego mira la hora en un reloj que no muestra ningún número, ni siquiera esfera, sólo lucecillas  de colores y cuadrículas en plan Tron: sencillamente parace lo que sería KITT si en lugar de coche fantástico lo hubiesen diseñado prueba de embarazo... El tipo de reloj pedante, geek y ronchahuevos que se compra un ingeniero para demostrar la superioridad matemático-intelectual del hemisferio izquierdo de su cerebro, y del cual el hemisferio derecho de mi cerebro y yo, ambos de letras -y pese a todo tus amigos, Gordo-, nos encargamos de hacer el oportuno escarnio público...

Y no me vengas con que no te lo avisé.

 

 

Cuando t'asientas te veo el tanga, Ramona

Me encantan las chicuelas que llegan tarde a clase, cuando don Profe ya empezó a soltar la murga, e interrumpen con su sonrisa de lo siento, es que soy así de encantadora, mostrando a las claras su carpeta de me paso a limpio los apuntes cada día nada más llegar a casa, con bolis de colores y regla además, que es como decir que yo vengo aquí a sudar la camiseta y no como vosotros, mugre.

Me gustan porque llegan tarde y detienen la procesión y todo el mundo mira a una, esto es, al unísono -único sonido, el de la puerta que se abre y tras ésta la petarda- y se detiene allí -a la gente me refiero-, intrigada, con el cuello crujido y en tensión, espectante, como si el tenista en lugar de devolver la bola se hubiese partido el fémur en plena ejecución de un revés. 

Y mucho más. Porque no contentas con mearse en el tiempo del respetable arriban a puerto y quieren sentarse en primera fila, con prerrogativa de star system o ultrapoder eclesial, como hacen siempre, de hecho, porque ellas son lo más, y al fin y al cabo vienen aquí a currar, no como vosotros, turba. Por eso van y preguntan: ¿Está ocupado?, cuando está clarísimo que está ocupado, tía borde, ¿es que no ves que la compañera ha puesto ahí el bolso, el mochilo o lo que sea? Pero como en este mundo todos se merecen una segunda oportunidad menos los millones que nacieron sin la primera, entonces va la otra y le quita el bolso, el mochilo o lo que sea, para que mi chicuela tardona y güevona siente su culo de amplio espectro a pie de escenario, muy ufana ella y del todo hostiable, ya contando los segundos que deben faltar para el descanso, y poder al fin levantarse, así: un paso y ya estoy en tu mesa, querido, e irle al don Profe con la tontería y el escote y el pie de camello rompiendo tejano: descúlpeme caballero, pero es que hay algo que no entiendo... Es decir: quédese con mi cara que el día del examen me pondré guapa y hasta puede que me deje en casa el sujetador y sepa que tengo los pezones como nueces de macadamia.

Menos mal que el microcosmos de los don Profes se divide entre los que cortan la cuerda y los que llevan la soga ceñida al cuero cabelludo de la entrepierda, y después están también los que se parten la caja hasta de la madre que los parió porque su nómina a final de mes es de la que no veremos ni tú ni yo juntos aunque nos las intentásemos de Nacho Vidal.

Por eso me supo a gloria el chiste y la retranca con la que le respondió el menda: "Es que verá, yo tengo una duda, y es que este caso concreto, este concretamente, sabe usted, no lo acabo de comprender"... "Es que esto es lo que dice La Ley, señorita; no hay nada que comprender"... Reconozco que tuve que juntar las piernas para no soltar el chorrito. Qué salao mi don Profe, feo él pero salao. Y qué cara de gilipollas la de ella, era pa verla, que a buen seguro hubiese preferido, al menos esta vez, no tener que volver con semejante rictus de idiota a su amada primera fila de mírame y no me quites el ojo de encima.

Y es que la vida es en su mayor parte una auténtica cerdada, eso no lo cuestionas, pero te quedas aquí unos pocos minutos más de la basura aunque sólo sea por vivir estos puntuales y rijosos instantes de pachorra y descojonación.

De todos modos la alegría dura poco y enseguida te invaden el tedio y la paranoia y quieres pedir tiempo muerto. Pero no hay árbitro. Ni público. Ni marcador. Todos a su puta bola. Acaba por no haber más ley que la Ley del Páramo. La comprendas o no la comprendas. La acates o no. Cada uno a su mierda y con decisión.

Es por eso que ando un poco hasta el cimbrel de tanta literatura y tanta cultura y tanta pirindola. Se me queda atascado en el bote de las esencias lo básico, que es que aquí se viene a follar... Me entran pujos por colgar los guantes. Sobre todo cuando te cercioras de que de la mitad más uno jurados de certámenes poéticos de este país -y no sé cuántos otros mundos más que también larvan en éste- forma parte Luis García Montero... Así no hay quien moje el churro, compañeros.

 

Pulp a la gallega

Desde la Mala Literatura...

 

Me pongo una vez más a los mandos del teclado para engañar a la muerte, aunque sé que no la engaño, que nunca ha sufrido un jaque mate. Karpov y Kasparov y Fisher de los avernos, por las noches baila bailes ñoños con Boris Grushenko, cogidos del brazo y la cebada escanciada en vasos rotos por el General Invierno. Von Paulus observa con rictus vesánico y bebe hidromiel del cuerno vikingo del mejor Michael Chrichton. También, pasadas las doce, soundtracks hilvanadas por Tarantino hasta las cejas de cocaína y música de cuerda de grillos y escarabajos praguenses. La letra es el gulag de tantos otros como yo, todo ellos sin talento. El hilo dental de la entropía se cepilla la melena ante el espejo con nuestras tripas. Pero aun así vuelve a ocurrir un algo de justicia gratuita por momentos. Poético status quo transitorio. Reposicionamiento de los comensales: Arthur C. Clarke ya no podrá seguir castigando al mundo con los zurullos de sus "negros". Recontracita -de la concha- con Rama. Venus (de)Prime elevada a la enecientos. 3062 -y me llevo uno-: cachorros rojos nos trae la vagina de HAL 9000. Deus ex Machina descenciendo en la Honda de Katsuhiro Otomo a zamparse unas olivas y una bravas en cualquier tasca de Tudela. Luego se tira un pedo. Estallan Tokio, Oslo y el viejo-nuevo puente de Mostar bajo el hongo nuclear. Metano Dream. Metano Experience. Metano Lab. Y unas Príncipe de Bekelar para acompañar.

Vuelvo a ponerme a los mandos de este teclado, que es mi particular V-8 Interceptor, mi singular V-2, mi instransferible estado de excepción. Caída. Salto sobre Berlín, cielo despejado, 11 de la mañana, marzo del 46, segunda oleada, primera inefectiva. Alfombra púrpura de cuerpos acribillados al tocar tierra. Los Rusos contenidos en el Vístula. Montgomery atascado en Nimega. Patton exhausto a las puertas del Rhin. El hombre en el castillo siendo a su vez reescrito por el Hombre en el Castillo. Y un déjà vu que me asalta. Esto ya lo he escrito. Ya lo he vivido. Subo la persiana, la ventana tapiada: pulso el rewind para averiguar dónde se esconde Keanu Reeves y saltarle las gafas de sol de un soberbio guantazo.

Vuelvo sobre el teclado como vuelve la náusea cuando el hígado encara su recta final. Jack London, Malcolm Lowry, Scott Fitzgerald... aunque a éste en lugar del alcohol debieran haberlo matado sus abusos adverbiales. Cirrosis intelectual. La buena escritura es una quimera. La mala escritura, en cambio, es una excrecencia. La excrecencia. Nueva Carne. Watch TV, obedece, no pienses, no cuestiones, pulsa F5, pulsa F5, F5, F5, actualizar... Felicidad.  

La ventaja del que ya no espera sobre el que desespera son estos cheques en blanco, gambitos de caballo. Faulkner me alza el pulgar mientras Buk apura el trago mientras Hemingway pide otro helado de naranja y mira goloso la escopeta de cañones recortados. Será un domingo, hará cincuenta años que me habré ahorcado con el cable de este teclado. Puede que algunos ricos ya coman y caguen y hasta follen en modo inalámbrico. CheckMate!... Grabada en la -chinga de la- MADRE de la Nostromo, la carcajada final, años luz extinguida: Stephen Hawking, que ahora también escribe novelos, vaya cosas, pitorréandose de la entera y boba y zafia Hominidad...

 

Que Stan Lee ni Alan Moore ni que ocho cuartos... ¡Nocilla Men!

Sea porque nacido en 1978 y, en consecuencia, tal vez -sólo tal vez- venga a pertenecer al "Movimiento Paladín" o a la "Generación Tulipán" que críticos y periodistas suplementoculturales del posmañana se han de sacar de la sobaquera un año de estos...


Sea porque durante un año encadenado a un trabajo, el de librero, que aprendí a odiar desde la primera semana visto lo poco, tantas veces nada, que tenía -y tiene- que ver con la literatura, llegó un libro como "Nocilla Dream" a alegrarme el mes; y pasó un mes, y pasó otro, y tras cuatro o cinco meses de infumables novedades, el libro de Mallo seguía siendo de lo mejor en castellano que el gremio editorial había sido capaz de tirarme a la cara...


Sea porque uno estaba ya un poco hasta las narices -por no mencionar más bajunas inflamaciones- de que tantos no anduviesen más que a la cansina estereotipada caza y captura de NeoQuevedos, TeraLopes, PostMachados e HiperLorcas, que se empieza a alegrar de que la poesía y la narrativa que se escribe en esta piel de toro cada día más transgénico empiece a coger las riendas de su siglo y se guste intentándose y pretendiéndose postpoética, para bacterias, mutante y afterpopera...


Sea por todo lo dicho, o bien porque me fascina el poder decir que se ha escrito en castellano un libro que bien pudiera definirse como un "París-Texas" transitando hacia el ProtoNeuromancer, me descubro ante el Proyecto Nocilla.

Y por supuesto ante esta nómina de escritores con ganas de que al fin algo se mueva, dinamitar los cimientos del panorama...

De izquierda a derecha, Julián RodríguezEloy Fernández PortaJavier Fernández, Vicente Muñoz Álvarez, Hernán Migoya, Germán Sierra, Javier Montero, Jorge Carrión, Juan Francisco Ferré, Javier Calvo, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo, Gabi Martínez... y otros que no salen en la foto pero probablemente deberían; Harkaitz Cano, Lolita Bosch, Álvaro Colomer, Juan Cantavella, Mercedes Cebrián, Mario Cuenca Sandoval...

¿Nuevos valores? ¿Flor de un día? Hoy más que nunca sabemos que las etiquetas del continente venden más y mejor que cualquier contenido. Pero las etiquetas desaparecen con el agua y el jabón de los años. Y queda el vaso. Y queda el sabor en las papilas gustativas de la lengua y el recuerdo y los cibercafés literarios. Y quedará -por qué no decirlo- el residuo fecal de tanto chocolate con avellanas digerido, discurriendo aguas abajo por el sumidero. El tiempo lo pondrá a cada uno en su sitio como ha hecho siempre. Pero al menos que no se les niegue el mérito de haber agitado el cotarro, estar removiendo con cierta gracia e ingenio los lodos de un cenagal, el de nuestras letras, que de puro estancado hacía mucho ya que apestaba a pescado podrido.

Yo también quiero ser Tertuli(ano)

Vamos a darle un poco de caña a la máquina de la demagogia, que hace tiempo que nadie me mienta la madre y empiezo a sentirme como solo...

No, en serio, he de reconocer que me lo pasé pipa estas elecciones, hacía tiempo que no me partía la caja con tantas ganas. Ese Rajoy inquietante y tenebroso, hablando de su niña, mirando directamente a cámara en desatado modo "pederástilo". ZetaPe con la pedanteZ del "buenas noches y buena suerte", idiocia sólo descorchada para aplauso y refocilo de élites cultíferas que a buen seguro ni gastaron sus cuartos en ver el películo adyacente a la frasecita de marras, aburrido y sin ritmo como pocos truños en celuloide. Escalofriante desfilar de payasos y patochadas. Circo nauseabundo que encima ni habrá servido para echar a la calle a más de uno y tres asesores listillos -tú di esto Mariano, verás cómo te los ganas...-, ya que ambos bandos están -de puertas afuera- tan orgullosos de sus respectivos resultados, amén de encantadísimos de haberse conocido, modestia aparte. Nada nuevo bajo el sol, para qué engañarnos.

De todos modos, todo es reconocerlo, hay estupideces y estupideces, demagogias y demagogias, un salto de calidad, algunas te irritan el colón con mayor virulencia que otras. A mí, particularmente, la del catalán es que me pierde. Me entran ganas de volverme ortoyanki -léase tonto del culo- y encargar una escopeta por correo o en la TeleTienda. Venga catalán para arriba y catalán para abajo. Catalanes hijos de puta por aquí. Catalanitos, ¡pobres! -históricamente damnificados-, por el otro lado. Que si mi niño no puede hablar castellano más que en la intimidad del cagadero. Que si el mío, tú me dirás en qué país vivimos, cada vez que va a Madrid y le escuchan el acento, le gritan ¡polaco! y lo apedrean...

ME CAGO EN VUESTROS MUERTOS.

¿Por qué carajo no habla nadie del VERDADERO problema? Que los chavales que suben, ni unos ni otros, saben leer ni escribir, muchas veces ya ni hablar, ninguna de esas puñeteras lenguas cooficiales que politicuchos y periodicastros se empeñan en utilizar como arma arrojadiza... No es más que otra prueba más -y van...- de que mucha globalización y siglo 21 y Hermandad de Naciones y demás gaita pero las cosas siguen siendo como han sido siempre: los que están arriba quieren seguir arriba y los que están abajo seguirán abajo. Rebaño de mentecatos. Piara de analfabetos. Eso sí, sin voz pero con voto.

El que quiera y tenga tiempo que se pase por aquí para leer el artículo completo, yo sólo transcibo lo que más y mejor me llamó la atención. Lógicamente, los muchos que odiéis al colega Reverte -sé que sois legión-, casi mejor no sigáis leyendo...

"Todavía hay tontos del ciruelo –y tontas del frutal que corresponda– sosteniendo imperturbables que leer en clase en voz alta no es pedagógico. Que ni siquiera leer lo es; ya que, según tales capullos, dedicar demasiado tiempo a la lectura antes de los 14 años hace que los chicos se aíslen del grupo y descuiden las actividades comunes y el buen rollito. Y eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos. Cada pequeño cabrón que prefiere leer en su rincón a interactuar adecuadamente en la actividad plástico-formativo-solidaria de su entorno circunflejo, por ejemplo, torpedea que el día de mañana tengamos ciudadanos aborregados, acríticos, ejemplarmente receptivos a la demagogia barata, que es lo que se busca. Mejor un bobo votando según le llenen el pesebre, que un resabiado culto que lo mismo se cisca en tus muertos y vete tú a saber"

Y lo de la enseñanza es grave, por el tópico sobado de ellos son el futuro y toda la cantinela, pero es que todo el tinglado está montado de la misma manera. Se ha abierto la veda para el lobo estepario. Se busca. Wanted. 10000 dólares de recompensa. Vivo o muerto. O marginado social. Da lo mismo. La cuestión es tenerlo fuera de las calles, agitando a la masa.

¿Qué tal se le da a usted el trabajo en equipo? ¿En usted de los que defienden su punto de vista hasta las últimas consecuencias? ¿Se considera usted una persona individualista? ¿Una persona creativa? ¿Ante un poblema, intenta usted encontrar la solución por sí mismo o pide ayuda?... Da igual que pases la entrevista de trabajo, siempre mintiendo, por supuesto, porque como al día siguiente decidas almorzar solo leyendo un libro en lugar de "hacer vida social, reír las gracias y comentar el capítulo de House de anoche", estarás acabado, acabas en la rue fijo... Creo que me explico.

Amigos míos. Estoy orgullosísimo de ser una desviación. Un punto y aparte. Un mal a erradicar. Un bacilo peligroso. De haberme hecho despedir de más de un trabajo por abrir la bocaza cuando consideré que se me estaba pisando. Por dura y gorda que la tenga, de tener amueblada con algo más que aire... la cabeza.

Ese tipo raro y con pinta chunga de la cafetería, siempre esquinado, silencioso, observando... Apuesto a que la niña de Rajoy, de aquí a unos años, cuando sea mujer y venda sus días detrás de una barra a cambio de un sueldo de usura, a tiempo completo, incluidos festivos y fines de semana, mi mire mirarla y piense: "uhy ke pinta de loko tiene ese... de seguro ke me kiere biolar..."   

 

El Hombre no es País para Viejos

Agradecidísimo al Sr. Yume por darme la oportunidad de vomitar mis locas y extremas opiniones sobre literaturas, escritores varios y FantaCiencia impresa en general, en mi recién inaugurada sección en sus Tierras de Cinefagia: "Arckham Scriptorium", cuyo bautismo de fuego ya podéis catar pinchando aquí. Porque la Humanidad no es País para Viejos...

Diner

Llegué, vi y pedí un café. Después del tercer sorbo y una ración extra de azúcar todavía no sé qué me han traído. Café no, eso lo tengo claro. Ahora repaso el periódico por encima, sin leer, sólo lamiendo las fotografías con la húmeda punta de la lengua mental. Me giro hacia atrás, ensayando esta entrenada pose como de darme cuenta de que me estáis siguiendo porque soy el chcico más listo de la clase. La camarera me observa. La cafetera me observa. La bayeta de poner a secar las tazas recién lavadas me lanza miradas y efluvios envenenados. Maldita seas. Si me hubieses hecho caso todavía estaríamos allí, en la habitación del hotel, el desayuno deshecho y las sábanas sudadas, los dos desnudos, como sátiros sin pelo, y como sátiros también, entrelazados, mi cadera pegada a tu culo soberbio, dibujando la ese de la inmortandad, porque mientras se folla salvaje y se folla sin miramientos uno no se muere; no es que se toque a Dios, es que se es Dios, lo mandas a la mierda de una patada y te pones febril y pitotieso a montar la res del orgasmo; escalando el mediodía a ritmos de golpes de cadera y de culamen, tableteo de nalgas, gemidos refocilantes provocan el mentarnos la madre en las bocas adyacentes, tras los tabiques de papel de fumar. Te estaría tocando, me estarías rozando. Tu culo sobre mis muslos. Mis manos aferrando la blanca cocaína de tu piel, a la altura de las caderas, dirigiendo tus movimientos; atrás, adelante, atrás, adelante, de nuevo atrás, ahora más rápido, más... Luego una mano, la derecha, ya que estamos, bajando lentamente de la cadera abajo, donde el sexo siempre toma nombres cachondos y de mal oír; coño, raja, pepote, chochamen, potorro... Presión con los dedos en tu pequeño tentetieso. Presión en el triángulo velludo y venusino. Presión con mi polla en tu vestíbulo resbaladizo. Subo la otra mano, hasta la teta diestra, la agarro suavemente. Suavemente, pero la agarro. Soy el molde de tu suave y turgente gelatina pectoral. Te tengo amarrada. Te tengo sujeta. Te atraigo hacia mí. Mi torso pegado a tu espalda. Congénitas y samiesas criaturas de plomo y de Rodin: salgo de ti, naces de mí. Embisto, embisto, embisto... En la pared una resquebrajadura, en el techo añejas manchas de humedad. Un demonio de muslos enjutos vestido de cualesquiera tonos menos el azul. Pero algo o algún hijoputa me sacudió bien en el colodrillo justo cuando estábamos a punto de corrernos y correr de una patada a cristo y su padre del Limbo. Y después ya más nada, hasta aquí, esta achicoria de mierda en la taza y este chichón y tremendo dolor en la cocorota. Aquí, este ahora que es oscuro y sucio y huele a meados y ni los zurriagazos en la espalda con el gato de nueve colas son a media pensión.

Lo que da de sí un Almax

Rondaba hace unos días por los aledaños de esa gótica catedral que un tal Ildefonso Falcones ha convertido en objeto de la más zafia, mercantilista y mainstream fiebre compratochos-que-luego-nadie-lee-pero-hay-que -ver-mira-el-lustre-que-le-dan-a-las-estanterías-billy-del-ikea-que-nos-acabamos-de-comprar-cariñito-cómo-dices? -ay!-hoy-no-cielo-que-me-duele-la-cabecita, cuando me topé con una a todas luces singular muestra de arte popular y callejero: un sobre de Almax Forte reventado sobre las legendarias piedras que rodean el gótico ábside de la gótica "catedral del mar" de los cojones.

Y a decir verdad que el blanco brochazo antidispepsia se alargaba no menos de metro y medio más allá del sobre que lo parió, o escupió, o eyaculó, que cada cual se deje agarrar por el verbo que mejor se le adhiera. Inmediatamente pensé en Apollinaire y sus once mil vergas, y comenzó a ponérseme contento el mástil. Y hablando de barcos, cierto que era como mirar, me estoy refiriendo al sobre antiácido, estrellado en tierra; como recordar, videar de nuevo el Prestige a lo primero, cuando andaba trastabillante, indeciso, que sí que no os arruino las playas y os regalo meses de sabrosos titulares y espurios noticiarios; navegaba mal que bien, pero entero, aunque ya dejándolo todo a su alrrededor perdido de mierda negra.

Y por encima de aquella obra de un artista ocasional y adolecido de ardores habían transitado ya cientos de sonoros pasos y pieses humanos, andares gráciles y andrajosos desgraciados sin techo bajo el que caerse muertos o cagarse en dios y la madre que parió al interventor del mundo, de modo que estaba ya todo tintado de ese gris negroso y mierdoso que pintan los hombres sobre las cosas, ya sea con la suela de sus alpargatas, o simplemente poniéndoles encima la zarpa.

Conque pensé, ¡Coño!, lo que da de sí un Almax, y desaparecí de allí como esperma que el látex se lleva tras una nada católica corrida.

Marcadores a cero

Llegó al final de la avenida y se detuvo en la esquina, su espalda bombeaba aire contra la pared como un corazón en alerta nuclear. Estaba exhausto. Miró hacia atrás, ahora las manos sobre las rodillas, completamente derrengado. El camino recorrido, las calles desiertas atravesadas a la carrera, huyendo, aún no sabía de qué. Todavía no se había puesto el sol pero hacía días que el hormigón húmedo y el alquitrán manchado eran La Noche. Siguió devorando oxígeno como bestias acorraladas durante otro par de minutos. Al fin consiguió erguirse. Escudriñó de nuevo el paraje desolado. El naranja tiñoso de un atardecer en retirada desplazaba poco a poco hacia retaguardia a sus siempre transitorios ejércitos. Nadie a la vista. Nada a la vista. Recordó. O mejor, intentó recordar por qué había empezado a correr. Se dio cuenta de que no lo sabía. No conseguía recordar, de hecho, cuánto hacía que corría. Cuánto y desde dónde llevaba huyendo de las sombras. Torció el gesto y dio un par de pasos dubitativos. Enseguida se llevó la mano al costado; el bazo pidiendo más tiempo para la puesta a punto de sus maquinarias. Pero no había tiempo. Eso lo sabía. No recordaba nada más. Quizá “recordar” no fuese la palabra correcta.  Mejor “saber”. No sabía nada excepto aquello, que no había tiempo, apenas el justo para detenerse unos minutos, recuperar aliento y fuerzas, echar la mirada atrás, buscarle rostro y dientes a la oscuridad, calcular los posibles caminos, reorientar los pasos, decidir un nuevo plan de huída; la próxima vía de escape. Su única seguridad. Que no disponía más que de un estrecho segmento de tiempo, y aun aquél tan estrechísimo que parecían haberse cambiado las tornas: el segundero quien disponía de él. Su amo. Luego, antes de poder dar salida al siguiente pensamiento, la sensación: grados negativos y metálicos palpitando en la médula de su miedo. Enseguida supo.  Había llegado la hora de expiar sus faltas. Quiso darse vuelta y doblar la esquina, ver al menos qué ojos lo habían acechado durante tanto. No pudo siquiera iniciar el giro. Parapetado en la oscuridad, el tiempo, rémora de decisiones fallidas y encrucijadas soslayadas, descerrajó la última oscuridad sobre su nuca.