El run run del cajero automático dice que una vez más los del INEM han cumplido su parte, lo que me alegra, pero que sólo me quedan un par de meses de tocarme las narices, se escucha ya a lo lejos el rumor de la cascada, está visto que voy a tener que mojarme el culo. HACIENDA también dice la suya, que este año, como sigo siendo el mismo arrastrado de siempre, procederá a devolverme equis, y de paso me pregunta que a quienes tengo pensado destinar esa pequeñísima parte de la suma que me robaron a base de retenciones, que qué casilla marco, si la de asuntos sociales o la otra, y yo a la Iglesia no le doy ni para la pintura antióxido de los clavos de Cristo. Porque uno puede ser todo lo rojo de tercera y anarco de barra de bar que me presuman, cierto, pero hay cabronadas por las que no salto.
Lo de los 30 años también suena bastante a cabronada y se siente como tal, si te acercas huele incluso peor, a napalm caducado y a yogur aderezado con tropezones de rata. Tres décadas y por aquí sigo, zascandileando y dando por saco más bien poco, desde luego mucho menos del que hubiese sido mi gusto. Quién me lo iba a decir, de todos modos, que sobreviviría hasta aquí, en aquellos lejanos días, cuando mi primer barrunto de cáncer allá por los doce años, que empecé a desarrollar estas migrañas genéticamente heredadas pero yo ya andaba seguro de que me comía el cerebro todo un tumor de chola. Hipocondría Terminal. Probablemente lo único que comparto con Lars Von Trier, otro cachondo que tal baila.
Sigo siendo, sin embargo, bastante pelagatos y vecino de la línea borderline del pensamiento, no sólo porque son mayoría las cosas que no mejoran con la edad, también porque la bendita genética es una esclavitud mayor que cualquiera de las perrerías que pueda diseñar el más ruin de los seres humanos. Ergo, se me coge con facilidad a la que tengas un mínimo de tablas o pizca de arte en la médula del cinismo. El otro día, sin ir más lejos, vinóme Jorge Carrión por el flanco y con una sencilla pregunta invadió mi posición dejándome inerme y haciendo de mis huestes epítome de la cobardía y el huir cabrón y a la francesa, las alubias al fuego y la trinchera sin barrer: "¿Y tú qué escribes?".
Coño. Me cago en la puta. Yoquescribo, yoquescribo... No me jodas... Pues escribooo... poemos zurdos, absurdos chufflos, letras bastardas y aguachirles que ni no se entienden... Qué sé yo.
En fin, si le hubiese respondido algo así aún me habría quedado con él y todo. La respuesta que tartamudeó mi torpe boca me la reservo, como comprenderán, por aquello de que a uno le queda siempre un resquicio de vergüenza y/u orgullo y/o grumos de luz en el colacao mañanero del amor propio. Nada como ser un minúsvalido social para venderse bien.
Ahora que lo pienso con calma y tranquimazín en las venas, desde la distancia del no sentirme a prueba y el saberme amo y señor de este dominio, que será todo lo páramo y desértico que ustedes quieran, pero es mi páramo y eso no hay quien lo mueva, lo cierto es que no pude contestar por la sencilla razón de que no sé qué demonios escribo. Y lo que es más importante, me la trae bastante al pairo llegados a este punto, saberlo o no, principalmente porque de un tiempo a esta parte -desde mis últimas vacaciones en el hospital más o menos- el 99% de este constructo absurdo que solemos convenir como "realidad" me importa tres chuminos. Eso ayuda, qué duda cabe.
Ayuda a que te sea imposible escribir una novela, darle el punto debido a una colección de relatos, apenas te da para apuntillar un nuevo libro de poemas, y total para qué, ¿quién se va a tomar la molestia de echarle un vistazo? A no ser que al bueno de Roger Wolfe le dé por montarse un sello editorial, cosa que me parece harto improbable, sé que mis libelos en verso, al menos en este país, al menos en castellano, no hay quien los publique.
Y la autoedición es toda una torracojonación... sobre todo cuando vives del paro.
Pero soy, pienso, muy bueno en lo mío, que es venir aquí y soltar las cuatro paridas, muchas veces con suerte dispar, pero siempre con afán "artistero", que es lo que cuenta, intentar la literatura siempre y en ocasiones hasta conseguirla, aunque sea la literatura de la roña intestina que baja de las circunvoluciones. Porque tal vez me empeño en buscar en mis adentros esa novela que en realidad no albergo; o esas relatos cortos que nunca están, porque los piensa otro; o esa poesía que de puro esquinada jamás encontrará su lugar; y no me doy cuenta de que yo y tantos como yo somos ya pioneros de un nuevo género, el post(al), que hoy pisa fuerte y mañana derribará convenciones. Y el que lo niegue, que el blog de creación y el post literario ya dan fe de escritores que son Escritores, con mayúscula, aunque no tengan en su haber publicación alguna que los respalde, o bien es un necio o muy posiblemente tenga intereses en la industria editorial.
Yo por mi parte llevo aquí cuatro largos putos años machacando duro el músculo de la literatura, peléandome a cara de perro con mi reflejo en el fondo de la pantalla. Violando las palabras hasta hacerlas fosfatina y después, metal fundido y yunque, traerlas de nuevo hechas filo y cuchillo y espanto de morales pacatas. Y no tengo novela ni libro de cuentos a mis espaldas. Y lo más probable es que todos mis poemarios estén destinados a criar polvo en un cajón si es que yo no los saco de allí a golpe de talonario. Pero está esto, que se llama TannHäuser o Vida Puta y Sin Talento, como prefieran, ahí, en el ciberaire, el virtuespacio, abierto a todas las puertas que se tengan por audaces, con arrestos. Y estoy yo, su autor, que soy ESCRITOR, pese a quien pese.
Hace poco alguien me dijo: "oiga, ¿a usted le pagan por escribir?", "Ni una perra gorda", respondí, y entonces me soltó la bomba: "Pues deberían...". Puede que sea esto lo mejor que me hayan podido decir jamás de mi escritura, y confieso que esa noche dormí a pierna suelta y feliz y empalmado como no recuerdo en años. No es el dinero. Es mucho más. Es alguien que no te conoce y a quien no conoces, que te ha leído y que de pronto viene y te dice que, para él, vales. Que conseguiste llegar... Todo lo que llevo escrito hasta aquí se le dedica, caballero...
Y al que ni siquiera entienda el chiste del título del post y ya esté pensando que estoy del otro lado de la chaveta, un consejo, las bibliotecas están para algo más que consultar internet y coger deuvedés por el morro. Así que arreando.